El
violento ataque ocurrido esta semana, de manera coordinada, a distintos cuerpos
policiales en varios estados es de tal gravedad que exige una profunda
reflexión y una amplia discusión en la opinión pública. Hubo dos titulares de
prensa, que habrían escandalizado a cualquier sociedad acostumbrada a vivir en
paz: “cincuenta motorizados, con armas de guerra, se desplazaron por la autopista Francisco Fajardo y atacaron
con granadas a un punto de control de la Policía de Miranda en Las Mercedes causando 8
heridos” y “en cuarenta y ocho horas atacan 5 puestos policiales con granadas”.
Sin embargo, la noticia desapareció
rápidamente de las primeras páginas de los diarios de circulación nacional y
regional y el tema no se analizó suficientemente en los más importantes
programas de opinión. Estoy convencido que esta opacidad se originó en el
interés del propio gobierno nacional en ocultar lo ocurrido por ser la
inseguridad uno de los grandes problemas que evidencian su estruendoso
fracaso.
Estos preocupantes hechos también han dejado en
claro que el enésimo plan de seguridad: la “Operación de Liberación del Pueblo”
(OLP) ha sido un nuevo fracaso del gobierno de Nicolás Maduro. Los numerosos
operativos ejecutados por unidades policiales y militares, principalmente en
los barrios populares, no han logrado desmantelar a las grandes organizaciones
delictivas ya que en lugar de detener a
los jefes y a sus verdaderos
integrantes han sido utilizados para realizar redadas masivas e
indiscriminadas, sin ninguna información de inteligencia ni vinculación con las organizaciones
sociales, cometiendo todo tipo de de abusos y atropellos. Se ha llegado a tales
extremos en el uso de la violencia indiscriminada que los dirigentes del propio oficialismo, Antonio
González Plesman, Keimer Ávila, Luz Mejía Guerrero y Amaylin Riveros, expertos
en criminalística, protestaron públicamente mediante un comunicado en el cual
señalan el gran fracaso que han sido estos operativos.
No es de extrañar que la “Operación Liberación del
Pueblo” haya fracasado. Se concibió como una acción policial que sólo buscaba
disminuir el sentimiento de angustia que produce la inseguridad en los sectores
populares, buscando mejorar las posibilidades electorales para el régimen ante
el reto de las elecciones parlamentarias. En ningún momento, los operativos
tuvieron realmente la intención de enfrentar
la creciente ola de violencia que vive Venezuela desde 1998. En ese año,
las estadísticas apenas señalaron 13 asesinatos por cada 100.000
habitantes; en el año 2014, se alcanzó la sorprendente cifra
de 82 asesinatos, transformándose Venezuela en el segundo país más inseguro de la América, Un problema de
esa magnitud exigía un detenido estudio y la participación de los mejores
criminólogos de nuestro país. Nada se
hizo. La improvisación llegó a tal extremo que se crearon “los territorios de
paz” y se implementó la negociación con los pranes en las cárceles. Un
verdadero absurdo.
Definitivamente, la inseguridad personal se
encuentra fuera de control. Existen distintas razones técnicas que comprometen
la acción contra el crimen, pero los tres problemas más graves son: la
permanente prédica del odio, la total impunidad ante la ley y la complicidad
del chavismo con sus bandas armadas, mal llamadas “colectivos”. La prédica del odio fue
particular creación de Hugo Chávez, pero Nicolás Maduro ha hecho un consistente
esfuerzo para implementarla… No hay aparición pública que no sea utilizada por
Nicolás Maduro para tratar de enfrentar a distintos sectores sociales. El
segundo aspecto es la impunidad. En marzo de 2013, expertos en Derechos Humanos
precisaron que apenas el 20 % de los homicidios registrados en Venezuela, entre
1999 y 2012, habían sido resueltos por el Ministerio Público. Es decir, que más
del 80 % de los asesinatos quedaron impunes” Después de describir este macabro
cuadro de violencia, cabe preguntarse: ¿Cuál es la verdadera causa de la
creciente impunidad en Venezuela?
Esa situación se ha agravado, en estos últimos años,
dada la evidente complicidad entre los colectivos armados e ideologizados por
el chavismo y las redes criminales que aterrorizan a los sectores populares y a
la Clase Media. Justamente, de allí se originaron las “Megabandas”. El
criminólogo Fermín Mármol García las describió de la siguiente manera: “Cada
una de estas “Megabandas” está formada por lo menos de 80 miembros, los cuales
portan armas automáticas cortas, largas e incluso granadas, y cometen un
abanico de delitos que abarcan el secuestro, robos de vehículos, extorsión,
venta de drogas e incluso trata de blancas”. Esas bandas de delincuentes se
entrenaron militarmente en los colectivos. De allí provinieron sus jefes y
también sus propios efectivos. El grave problema que enfrenta Nicolás Maduro es
que esos grupos se consideran independientes y no aceptan instrucciones sino de
sus propios jefes. Este y no otro ha sido el legado del chavismo en materia de
seguridad personal para los venezolanos.
Fernando
Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich.
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