Con
cansona frecuencia es citada la siguiente frase de Bertolt Brecht:
“Desgraciados los países que necesitan héroes”. Pienso que se trata de una
aseveración equívoca y ambigua, en particular si tomamos en cuenta que desde
las épocas homéricas los héroes y heroínas son hombres y mujeres que se
destacan por su valor en defensa de la libertad.
Ciertamente,
en condiciones ideales, en sociedades libres y democráticas los héroes y
heroínas no hacen normalmente falta; pero en otras situaciones la valentía y el
compromiso en la lucha por la libertad no sólo son necesarios sino imperativos,
como fuente de inspiración y guía. Héroes y heroínas son los que no tienen
miedo, o más precisamente: son los que doblegan lo suficientemente el miedo
para derrotar la esclavitud, tanto en sus espíritus como en su entorno. Y no lo
perdamos de vista: la esclavitud en nuestro tiempo y circunstancias se anida
primeramente en el alma.
Lo
anterior viene a cuento con respecto al caso de Venezuela y de los desafíos
políticos y éticos que nos apremian. Recordemos en tal sentido que en El
espíritu de las leyes Montesquieu insistía en distinguir entre la “naturaleza”
del gobierno y su “principio”, precisando que la naturaleza de un gobierno se
refiere a la particular estructura del mismo, en tanto que su principio es
aquello que le inspira y le mueve a actuar. Según este gran maestro a las
repúblicas las inspira (o debería inspirarles) la virtud, a las monarquías el
honor y a las tiranías el miedo. Y cuando habla de miedo, Montesquieu incluye
el miedo de la gente al tirano y del tirano a la gente.
El
actual gobierno venezolano es republicano sólo en términos puramente formales,
y su verdadero principio, el que mueve sus acciones, es el miedo. El uso
creciente de la represión en contra de quienes le cuestionan no es un símbolo
de fortaleza, sino que se ha convertido en síntoma de debilidad, de una
debilidad acicateada por el miedo. Es un gobierno aprisionado por el temor a lo
que ya ha hecho así como a lo que cada vez más se está viendo empujado a hacer,
para sostener el día a día más precario poder que le sustenta. Hablamos de un
poder que se fragmenta a consecuencia del fracaso de la ideología que el
gobierno enarbola, de la esterilidad del odio que le motiva, y de la desilusión
de las mayorías que le abandonan.
No
habíamos tenido héroes y heroínas, o quizás habíamos tenido muchos pero
relativamente anónimos, batallando sin cesar en diversos ámbitos durante estos
años de oprobio y desvergüenza, pero sin alcanzar la plena repercusión que sus
personales ofrendas merecían. Tal vez los momentos de su entrega no fueron los
más fecundos para que germinasen las semillas de sus sacrificios.
Los héroes
anónimos son muy importantes, pero usualmente no bastan en las luchas
históricas, especialmente en tiempos de globalización comunicacional como los
que vivimos. La lucha de Venezuela por la libertad requería de figuras heroicas
identificables por el resto del mundo, como en su momento lo fueron Lech
Walesa, Vaclav Havel y Nelson Mandela, para mencionar tres casos.
La
tiranía venezolana ha entendido claramente que en nuestro país han surgido
nuevos héroes y heroínas, y que sus rostros identifican la lucha por la
libertad. De allí que el miedo esté conduciendo al gobierno a intentar, por lo
demás infructuosamente, que los héroes y heroínas claudiquen y que su ejemplo
no se reproduzca. No creo que el régimen tiránico logre su objetivo.
María
Corina Machado es una heroína, no me cabe al respecto la más mínima duda. Ha
derrotado el miedo en el alma y ello se siente, se percibe, conmueve y a la vez
inspira. Y Leopoldo López y Antonio Ledezma son igualmente héroes, que están
finalmente derribando la férrea y deleznable muralla de egoísmo e indiferencia,
con la que un mundo distraído y bastante oportunista había procurado ocultar la
lucha tenaz, implacable e infatigable de los venezolanos por la libertad.
Con
lo dicho sobre Machado, López y Ledezma no pretendo desmerecer los empeños de
otros dirigentes políticos durante estos pasados años. No obstante, mentiría si
no afirmase que en no poca medida y en no pocas ocasiones, un sector de la
dirigencia democrática venezolana ha banalizado y trivializado la lucha, no la
ha colocado en el plano debido, que no es otro que el plano del combate entre
libertad y tiranía, del combate por la democracia y la independencia nacional
frente al dominio cubano y de los agentes de los Castro en Venezuela.
La
reiterada banalización y trivialización de la lucha ha asfixiado por años el
impacto de los esfuerzos de la oposición democrática, dentro y fuera de
nuestras fronteras. No deseo señalar a nadie en particular, pues no es momento
de desunión y recriminaciones. Sólo pretendo decir la verdad como la veo. Por
ello ratifico que se necesitaban héroes y heroínas con entidad y rostro
definidos, a raíz de su sacrificio y de su voluntad de ubicar la lucha por la
libertad sobre un terreno fértil y propicio. Ya Venezuela los tiene. Y como
ciudadano común, como uno más de los numerosos venezolanos que aspiran y desean
que nuestra Patria recupere la libertad, manifiesto mi reconocimiento a María
Corina Machado, a Leopoldo López y Antonio Ledezma por su admirable heroísmo.
Era y es necesario tenerles al frente de la lucha por la recuperación de
nuestra dignidad. Ninguna cárcel les doblegará
Anibal
Romero
aromeroarticulos@yahoo.com
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