Las discusiones a alto nivel que tienen lugar
entre los órganos de seguridad de estado en occidente coinciden en declarar
insuficiente el uso de la fuerza militar para combatir el terrorismo; algunos
expertos, entre ellos Strobe Talbott, quien fuera parte de la Secretaría de
Estado en tiempos de Bill Clinton, proponen hacer el esfuerzo por reforzar y
empoderar la figura del gobierno mundial, hacer del sistema internacional de
seguridad una fuerza más coherente y con mayor poder para lograr que los países
entren en cintura cuando pierden el rumbo y empiezan a comportarse de manera
errática y peligrosa.
Esto dependería no sólo de una red de
compromisos y tratados de obligatorio cumplimiento, sino de instancias que
permitan la intervención de ese sistema internacional en los estados, cuando se
den señales tempranas de desorden político que pudieran promover escenarios propicios para el terrorismo
internacional.
Venezuela es un caso de laboratorio para
estas ideas: hay un gobierno que ha llevado al país a la debacle económica y
social, tanto el gobierno de Chávez como de Maduro han mal utilizado el mandato
de los ciudadanos y, en vez de buscar la prosperidad y un mejor futuro para la
nación, se han dedicado a someterla, con restricción de libertades, abuso de
poder y violencia, utilizando sus grandes recursos petroleros para patrocinar
causas radicales y movimientos subversivos en todo el subcontinente americano y
en otras partes del mundo.
El gobierno chavista se ha involucrado de
manera notoria en los negocios del narcotráfico, tráfico humano, de armas, de
ideología chatarra, corrupción, lavado de dinero, financiamiento de elecciones
en otros países y es manifiesta su participación en movimientos terroristas.
Hay una montaña de expedientes en diversos
organismos internacionales que dan cuenta de estas prácticas, y como el
gobierno chavista ha perdido su piso electoral a lo interno, pasa ahora a una
nueva etapa en la cual está tratando de conducir un proceso electoral
absolutamente viciado, tratando de hacerlo a espaldas del mundo o, por lo
menos, el gobierno de Maduro cree que puede hacerlo.
Es a partir de ese momento de deterioro
institucional que conviene la actuación de los organismos internacionales para
corregir lo que el gobierno quiere torcer.
El gobierno chavista, cuando no ha podido
apropiarse de las instituciones multilaterales, ha llevado una política de
revisión y reformas al seno de estas organizaciones, haciéndolas ver como
causantes de los problemas estructurales de los países miembros, esto con la
intención de propulsar cambios que favorezcan sus intereses y, cuando esto no
ha funcionado, se ha dedicado a la creación de organizaciones internacionales
paralelas, con el fin de no sólo proteger sus posiciones sino de adelantar la
propagación del espíritu de caos y desorden, que es donde funcionan los órganos
del crimen organizado y la subversión.
De allí su rechazo frontal a la OEA, a la
ONU, a la Comunidad Europea, a los tribunales internacionales y organismos de
arbitrajes de conflictos, a diferentes ONG’s , a gremios como la SIP y
organizaciones como el FMI y el BM, que le han descubierto el juego de querer
hacerse pasar por un gobierno integracionista y respetuoso de la convivencia
internacional, cuando su verdadera tarea ha sido destruirla, violando sus
acuerdos, incumpliendo sus obligaciones y menoscabando sus autoridades.
Chávez y Maduro aprovecharon la larga y
positiva experiencia de Venezuela como país miembro de las principales
organizaciones multilaterales; el país suscribió diferentes tratados y acuerdos
que nos hacían una nación con vocación mundialista, nuestra naturaleza
democrática y pacífica nos inclinaba hacia la conformación de ese sistema internacional,
que ahora los expertos tratan de ampliar y fortalecer; con el chavismo,
Venezuela se convirtió en la piedra en el zapato, en un pésimo ejemplo para la
integración mundial, manteniendo vivos los argumentos de la libre determinación
de los pueblos y el respeto a la soberanía, con las cuales se escuda para tapar
su papel irruptor del orden y de la estabilidad internacional.
El gobierno venezolano se ha erigido como
defensor de las causas sociales del mundo, de la Justicia Social y la lucha
contra la pobreza, en un discurso que solo busca debilitar las instituciones y
esconder sus verdaderas intenciones, que no son otras que debilitar la paz y el
orden mundial para así poder reinar en el caos… un gobierno convertido en líder
populista de todos los reclamos por un nuevo orden mundial.
Ya no hay dudas de la compleja red de
terrorismo, corrupción y carteles del crimen que el chavismo y los hermanos
Castro han construido en la América del Sur durante estos años de socialismo
salvaje; Brasil, Colombia y Argentina han sido sus principales blancos y es en
ellos donde más se nota el deterioro institucional y de las libertades.
Permitir que el gobierno de Maduro se salga
con las suyas en Venezuela y se presente con una victoria fraudulenta en las
elecciones parlamentarias o con una derrota “arreglada” que le permita
sobrevivir con su poder político intacto, sería de una alta peligrosidad para
la región, y sin duda alguna para los intereses de los EEUU y del mundo libre.
Hay una conciencia internacional en la necesidad
de desarrollar iniciativas no-militares contra el terrorismo y poner a
funcionar los organismos internacionales, los pactos, las relaciones
intergubernamentales, la colaboración de sectores civiles, privados, ONG’s y
fortalecer esa red de soporte mutuo operando a diferentes niveles.
El gobierno de Maduro no es una amenaza
terrorista en el estricto sentido del término, pero su juego político favorece
la sobrevivencia, el financiamiento, la protección y los contactos con una
vasta red de operativos, gobiernos y fuerzas letales para la seguridad del
mundo libre; no hacer nada para desenmascarar la jugada de Maduro es fortalecer
sus peligrosos juegos de guerra, de crisis humanitarias y debilitamiento
democrático en la región.
Maduro no dispone de armas de destrucción
masiva pero sí de una alta potencialidad para crear caos político, crisis
económica e inseguridad social en un área que incluye la cuenca del Caribe,
Centro América y buena parte del norte de Sur América; dispone de una fuerza
militar para iniciar conflictos bélicos limitados pero profundamente
disruptivos de la paz hemisférica… y el hombre está actuando de manera
irresponsable no sólo con sus nacionales sino con sus vecinos.
Venezuela de seguro se encuentra en situación
de alerta en todos los indicadores de riesgo de todos los organismos encargados
de monitorear la paz en la región. Creo que es hora de pisar el acelerador para
activar todas las instituciones disponibles para frenar esa tendencia, salvar
las elecciones del país en 6 de diciembre y monitorearlas, para asegurar su
pulcritud, debe ser una prioridad.
Sería lamentable tener que llegar a la opción
militar sin haber utilizado las instancias institucionales, entre ellas, el
hacer conscientes a los países del área sobre el inmenso peligro que corren si
estalla un conflicto, que podría regarse como pólvora encendida, siendo ellos
los primeros interesados evitarlo.
-
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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