Pueblo
somos todos los miembros de una comunidad política. En democracia tenemos los
mismos deberes y derechos. Sin embargo, en el discurso populista se hace uso
del término pueblo de una manera diferente, en una acepción más restringida se
entiende al pueblo exclusivamente como plebe.
La
plebe es una parte del pueblo, constituida por los que se consideran no
privilegiados, no tomados en cuenta, los alejados del poder, los más pobres. En
el discurso populista la plebe reclama para sí ser el único pueblo legítimo,
produciendo una escisión antagónica en la comunidad entre pueblo entendido como
plebe y los demás, un bloque de poder muchas veces llamado oligarquía, los
ricos, o los poderosos.
Un
líder populista articula en su discurso las demandas insatisfechas que se han
ido acumulando entre esos sectores plebeyos. En Venezuela fue muy evidente a
fines del siglo pasado, cuando la profunda y global crisis que padecimos fue
creando la cadena de equivalencias de la que habla Laclau en La razón
populista, que produjo una contradicción fundamental expresada como “el pueblo
versus el bloque en el poder”. Esa contradicción no pudo procesarse dentro de
nuestro sistema político, produciendo una ruptura populista.
El triunfo de Chávez en 1998 inició una etapa de política populista, unas relaciones entre sociedad y Estado crecientemente fuera de la institucionalidad democrática representativa. Dieciséis años después nos encontramos con las viejas instituciones de la democracia liberal en escombros y las nuevas de la democracia participativa sin ni siquiera cristalizar. Para llenar el vacío, Maduro intenta un régimen militarista, personalista y patrimonialista, que ha terminado por ser anomia pura, lo más parecido a lo que Hobbes llamó el “estado de naturaleza”, un país sin ley.
Es
hora de cerrar este ciclo y movernos hacia una transición democrática este
diciembre. Reunir a la plebe con el pueblo para ir a una muy necesitada reconciliación.
El voto de cada uno es muy importante para que el mensaje de cambio sea nítido;
pero más importante aún es la disposición de dirigentes y factores de poder de
comprometerse con el camino de construcción de un Estado moderno y de Derecho.
Regresar al pacto constitucional de 1999.
Margarita
López Maya
malopez@reacciun.ve
@mlopezmaya
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