Los gobernantes
totalitarios cultivan la conflictividad interna y externa. Es su razón de ser
y, en buena medida, garantía de perdurabilidad. Hitler la cultivó a placer
desde su clamoroso acenso al poder. Con su aquiescencia se programó e incendió
el Reichstag el 27-02-1933, millares los actos vandálicos contra la disidencia,
estimuló el odio y la discriminación racial. Amedrentó al pueblo alemán con el
propósito de cohesionarlo en torno suyo, a su proyecto de dominación mundial y
a su permanencia ilímite en el poder.
Algo parecido,
salvando espacio, tiempo y “condiciones objetivas”, comenzamos a vivir los
venezolanos a partir de 1999. En correspondencia con la conducta de tales
especímenes, el finado Comandante en Jefe Hugo Chávez Frías, inició su
andadura política por la trocha del golpe de Estado. Derrotado, como lo fue su
inspirador en Munich, una vez sobreseída su causa criminal, optó por
incursionar en la lucha cívica e intentar la toma del poder mediante el voto
popular, aupado y financiado por fementidos demócratas (agazapados
militaristas) creyendo que serían el poder detrás del trono. Les “salió un
monstruo a gatas”.
A lo largo de su
campaña electoral magnificó los tropiezos económico-financieros del momento,
resultante del elevado endeudamiento externo, que incidió en la acumulación de
necesidades de los marginados y en la postergación de las soluciones, unidos a
la abrupta caída de los precios del petróleo y el consecuencial derrumbe de los
ingresos fiscales. Fue inescapable la aplicación de un programa de reajuste del
gasto público que, a pesar de las compensaciones previstas y débilmente
publicitadas, generó profundo malestar social. Sin embargo, el formidable
impulso dado en 40 años de gobiernos democráticos al desarrollo armónico,
tendente a la liberación de la mono producción, proporcionaba sólida base para
superar la dificultad y lograr aceptables niveles de crecimiento. Pero esa
posibilidad no la contemplaba el redomado felón.
En el período
preelectoral y aún en su condición de Presidente de la República, sus discursos
estuvieron plagados de insultos a cuantos se le opusieran, así como de amenazas
como la de “freír las cabezas de adecos y copeyanos”, puntales de la democracia
que le había permitido cobrar tan alto vuelo. Como el “enemigo” interno era su
propia ignorancia, los inventó en el exterior. Abundaron y persisten las
denuncias de conspiraciones para la liquidación del Socialismo del Siglo XXI,
incluido el asesinato de sus líderes, empezando por el Presidente de la
República.
Por esa vía se
continúa persiguiendo y encarcelando a opositores; se hostigan los medios de
comunicación hasta el estrangulamiento financiero, para luego adquiridos, con
dineros de oscura procedencia, por grupos afines a la neo-dictadura
castro-chavista; se infiltra, sabotea y reprime cualquier acto masivo convocado
por la oposición o de quienes protestan en las colas esperando “a ver si llega” algún productos de primera
necesidad. Y en esa inútil pretensión de acobardar al ciudadano, el ilegítimo
Presidente designado por el dedo de un moribundo, cual Hitler redivivo,
pretende aglutinar en torno suyo la voluntad de la Nación, insolando las
relaciones con Colombia y haciendo bullir las aguas del Caribe compartidas con
Guyana.
El conflicto con
Guyana responsabilizando exclusivamente a la Exxon, no es más que el
ocultamiento del delito de traición a la Patria cometido por Chávez y su claque
que cohonestó la dejación de nuestro derecho sobre el Esequibo. Y lo ocurrido
en la “raya” con Colombia, no puede asombrar. ¿Qué esperar de amorales?
Permitieron el poblamiento de la frontera por indocumentados, a cambio de
votos. Ahora los deportan como abyectos criminales, sin “derecho a pataleo”.
Son tropelías inspiradas en las cometidas
por Hitler en Checoeslovaquia. Globos de ensayo “para ver qué pasa”.
Pero cuidado. “El que da y quita el diablo lo visita” Los guyaneses, quiérase que no, son Albión y las Malvinas un espejo. Y los colombianos, maltratados y deportados sin fórmula de juicio, son venezolanos cedulados por orden de Hugo Chávez. Seguro vendrán ¿por dónde? Y a votar ¿por quién? Sólo ellos deben saberlo.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
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