La falta
total de razón y discurso o estolidez característica del discurrir populista y
demagógico, es la causa que ha disparado la sarta de equivocaciones que
terminan solapándose con improvisaciones.
No es
extraño que todo gobierno despótico, utilice discursos rabiosos y sin
contenidos. Tan resuelto estilo tiene su razón. O crear el temor necesario
sobre el cual opera toda dictadura, o las suficientes aunque falsas emociones
que determinan el soporte político mínimo a partir del cual el gobernante busca
asegurar su estabilidad en el poder. Aunque pocos son los discursos de este
género que alcanzan a ser memorables dada su garra o fuerza dialéctica. Sin
embargo, algunos logran calar en virtud de las angustias que despiertan. Otros,
sólo sirven para abarrotar espacios proselitistas. Pero ninguno carece de
arranques de furia o arrojos de emociones derivando casi siempre en azarosas
consecuencias. Muchas veces incitados por la fuerza necesaria para arrastrar
roñosos problemas. O sencillamente, para azuzar potenciales crisis amodorradas
en la subconsciencia política del hombre fustigado o atormentado por las
coyunturas indebidamente dirigidas por quienes en ejercicio de la política,
como gobernantes o dirigentes político-partidistas, se arrogan presunciones con
el perverso propósito de desfigurar libertades o retorcer derechos humanos
fundamentales cuyos resultados tienden a corromper y socavar la ya precaria
democracia.
La falta
total de razón y discurso o estolidez característica del discurrir populista y
demagógico, es la causa que ha disparado la sarta de equivocaciones que
terminan solapándose con improvisaciones. De manera que los escenarios a los
cuales esta problemática se vincula, se convierten en la arena política
preferida para elaborar y tomar decisiones apresuradas que justifican el
desorden revolucionario que comienza a apostarse. Precisamente, es la situación
que ha envuelto a Venezuela al extremo de convertirla en un grueso espacio
azorado por incongruencias de todo tenor, tamaño e intención.
Los hechos
del jueves 15-O, constituyen expresión fehaciente del desarreglo que hoy padece
el país. Las declaraciones del presidente de la República, en cadena nacional,
lejos de desafiar la desesperación con esperanza o de motorizar el optimismo a
partir del reconocimiento del otro, sólo sirvió para intensificar la crisis de
Estado toda vez que ésta cabalga sobre otras crisis que colateralmente
contribuyen a convertir al país en el maremágnum o enredo que acogota las
expectativas del venezolano con consciencia de sus derechos, libertades y
garantías políticas, sociales y económicas.
Así que a
pesar de que por orden presidencial el salario mínimo pueda elevarse a 9.648
bolívares a partir de noviembre próximo, el poder de compra retrocederá
abismalmente lo cual constituye otra de las manidas contradicciones recurrentes
en medio de una economía desbaratada dada la hiperinflación reinante, en medio
de regímenes cuyos discursos se apartan enormemente de las realidades. Este
menguado aumento salarial, ni siquiera alcanzará “para media empanada diaria”.
Tan insignificante ha de resultar el aludido incremento, como insustancial o
anodino ha sido el actual gobierno en términos de las exigencias no sólo
internas, sino también externas. Sin embargo, no hay dudas de que tal
pronunciamiento oficialista responde a una vulgar medida proselitista tomada de
cara a las venideras elecciones parlamentarias. Ello, por supuesto, al margen
del caos económico-financiero-administrativo que está profundizando la descalabrada
funcionalidad del país. Gracias al desequilibrio generado por la ventaja
alcanzada por la politiquería revolucionaria, carente de consideraciones que
adviertan la aguda brecha entre capacidad de gobernar y objetivos democráticos
y que como problema, se hace sentir en medio de las presentes realidades.
Vale
destacar que la aprensión del régimen por verse opacado por el retorno del
opositor y fundador del partido Un Nuevo Tiempo (UNT). Manuel Rosales,
exgobernador del estado Zulia, fue el detonante que activó la injusta y cobarde
decisión de su aprehensión. Indiscutiblemente, que tan alevoso hecho,
contribuirá a abollar la escurridiza popularidad del régimen puesto que con
ello vuelve a evidenciarse que el actual Sistema Judicial venezolano está al
servicio de intereses políticos gubernamentales. Mientras tanto, la impunidad
sigue resguardando a sicarios, corruptos, matones de oficio, abusadores,
delincuentes, bravucones y mercenarios políticos. Toda esta situación, viene
acentuándose como resultado de tener un gobierno que además de estar
atemorizado ante lo que el futuro le depara, está ahogado en la impudicia.
VENTANA DE
PAPEL
CUANDO LA
EDUCACIÓN ES HUMILLADA POR LA POLITIQUERÍA
¿Qué puede
esperarse de la educación brindada en las instituciones escolares dependientes
del Estado venezolano, si el ministro de Educación actúa más como propagandista
y operador político, que como supervisor, coordinador y motivador de la
educación tal como lo concibe la Ley Orgánica de Educación cuando se refiere el
compromiso que le depara a las escuelas públicas adscritas al gobierno nacional
cuando de educar al venezolano se trata. Sin embargo cuando se lee la Memoria y
Cuenta 2014 del respectivo ministerio, la última de la cual se tiene noticia,
se pone de manifiesto el interés por potenciar el sistema político del Estado
mediante acciones recurrentes dirigidas a favorecer la ideología que comulgan
sus representantes cuando actúan como fichas o cuadros político-partidistas en
nombre del denominado socialismo del siglo XXI.
En medio
de la crisis que golpea al país, la educación básica e integral se ha venido a
menos toda vez que el régimen prefiere dotar de recursos todos los estamentos
públicos que sirven para hacer proselitismo, antes que incitar el desarrollo de
la persona inculcándole valores morales mediante un proceso educacional acorde
con la necesidad de construir una sociedad de excelencia que aporte
conocimientos al crecimiento nacional. No obstante, prevalece la indolencia que
acompaña las determinaciones que adelanta el régimen en consonancia con lo que
describe el Plan de la Patria, recurso éste del cual se vale el alto gobierno
para excusarse del enorme retroceso que está viviendo la educación primaria
tanto como la educación media. Por consiguiente, la educación se ha visto, como
nunca, infamemente desviada de su razón de ser. La injerencia de actores
políticos disfrazados de Consejos Comunales, está deformando la escuela al
extremo que interviene en decisiones que, ni siquiera la Zona Educativa correspondiente,
las elabora.
La
situación es deprimente. Así se tiene, profesores que acometen su función
docente estricta y únicamente a instancia de las líneas político-partidistas
del PSUV. Supervisores que se limitan a asomarse en las escuelas actuando como
comisarios políticos solamente para señalar a docentes de talante democrático.
Direcciones que son cómplice para las asignaciones "a dedo" de
contratos y nombramientos laborales. Partidas presupuestarias gastadas en
asuntos que en nada se corresponden con inversiones propias del proceso
educacional. Desigual reparto de recursos materiales y humanos. Y escuelas
donde se tercia la deficiente o nula preparación académica de docentes. Entre
estos problemas, vive la escuela bolivariana donde se habla de “educación de
valores”, de la formación del “hombre nuevo”. Pero lo más grave, es que al
interior de estas escuelas pretende encorvarse la educación de acuerdo al
propósito de convertirla en centro de alineación “socialista”.
La
subordinación de la escuela venezolana tiene su explicación en un modelo
cubanizado que impone estructuras, currículos, y un sembrar de consciencia que
malogra la verdadera historia, la idiosincrasia del venezolano según su
identidad regional o local, y hasta los saberes autóctonos. Con el pretexto del
infundado socialismo, intentan relegar la educación a la concepción que ordena
una única ideología política para así dificultar construir la identidad del
país. O con la coartada de un proceso electoral por la cual se exige a los
maestros trabajo proselitista con aquello del “uno por diez”. Y esto sucede,
cuando la educación es humillada por la politiquería.
“Cuando un
gobierno está al borde de la desesperación, inventa cualquier excusa para
seguir dibujándole al país un imaginario que sólo cabe en el pensamiento de
cuanto iluso pueda haber. Sin que importe lo que pueda ordenar, a pesar del clima de desarreglo que exista, lo único
seguro es que el caos será peor.Y en ambientes así es que esos regímenes actúan
mejor”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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