lunes, 19 de octubre de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, AHOGADO EN LA IMPUDICIA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

La falta total de razón y discurso o estolidez característica del discurrir populista y demagógico, es la causa que ha disparado la sarta de equivocaciones que terminan solapándose con improvisaciones.
 
No es extraño que todo gobierno despótico, utilice discursos rabiosos y sin contenidos. Tan resuelto estilo tiene su razón. O crear el temor necesario sobre el cual opera toda dictadura, o las suficientes aunque falsas emociones que determinan el soporte político mínimo a partir del cual el gobernante busca asegurar su estabilidad en el poder. Aunque pocos son los discursos de este género que alcanzan a ser memorables dada su garra o fuerza dialéctica. Sin embargo, algunos logran calar en virtud de las angustias que despiertan. Otros, sólo sirven para abarrotar espacios proselitistas. Pero ninguno carece de arranques de furia o arrojos de emociones derivando casi siempre en azarosas consecuencias. Muchas veces incitados por la fuerza necesaria para arrastrar roñosos problemas. O sencillamente, para azuzar potenciales crisis amodorradas en la subconsciencia política del hombre fustigado o atormentado por las coyunturas indebidamente dirigidas por quienes en ejercicio de la política, como gobernantes o dirigentes político-partidistas, se arrogan presunciones con el perverso propósito de desfigurar libertades o retorcer derechos humanos fundamentales cuyos resultados tienden a corromper y socavar la ya precaria democracia.

La falta total de razón y discurso o estolidez característica del discurrir populista y demagógico, es la causa que ha disparado la sarta de equivocaciones que terminan solapándose con improvisaciones. De manera que los escenarios a los cuales esta problemática se vincula, se convierten en la arena política preferida para elaborar y tomar decisiones apresuradas que justifican el desorden revolucionario que comienza a apostarse. Precisamente, es la situación que ha envuelto a Venezuela al extremo de convertirla en un grueso espacio azorado por incongruencias de todo tenor, tamaño e intención.

Los hechos del jueves 15-O, constituyen expresión fehaciente del desarreglo que hoy padece el país. Las declaraciones del presidente de la República, en cadena nacional, lejos de desafiar la desesperación con esperanza o de motorizar el optimismo a partir del reconocimiento del otro, sólo sirvió para intensificar la crisis de Estado toda vez que ésta cabalga sobre otras crisis que colateralmente contribuyen a convertir al país en el maremágnum o enredo que acogota las expectativas del venezolano con consciencia de sus derechos, libertades y garantías políticas, sociales y económicas.

Así que a pesar de que por orden presidencial el salario mínimo pueda elevarse a 9.648 bolívares a partir de noviembre próximo, el poder de compra retrocederá abismalmente lo cual constituye otra de las manidas contradicciones recurrentes en medio de una economía desbaratada dada la hiperinflación reinante, en medio de regímenes cuyos discursos se apartan enormemente de las realidades. Este menguado aumento salarial, ni siquiera alcanzará “para media empanada diaria”. Tan insignificante ha de resultar el aludido incremento, como insustancial o anodino ha sido el actual gobierno en términos de las exigencias no sólo internas, sino también externas. Sin embargo, no hay dudas de que tal pronunciamiento oficialista responde a una vulgar medida proselitista tomada de cara a las venideras elecciones parlamentarias. Ello, por supuesto, al margen del caos económico-financiero-administrativo que está profundizando la descalabrada funcionalidad del país. Gracias al desequilibrio generado por la ventaja alcanzada por la politiquería revolucionaria, carente de consideraciones que adviertan la aguda brecha entre capacidad de gobernar y objetivos democráticos y que como problema, se hace sentir en medio de las presentes realidades.

Vale destacar que la aprensión del régimen por verse opacado por el retorno del opositor y fundador del partido Un Nuevo Tiempo (UNT). Manuel Rosales, exgobernador del estado Zulia, fue el detonante que activó la injusta y cobarde decisión de su aprehensión. Indiscutiblemente, que tan alevoso hecho, contribuirá a abollar la escurridiza popularidad del régimen puesto que con ello vuelve a evidenciarse que el actual Sistema Judicial venezolano está al servicio de intereses políticos gubernamentales. Mientras tanto, la impunidad sigue resguardando a sicarios, corruptos, matones de oficio, abusadores, delincuentes, bravucones y mercenarios políticos. Toda esta situación, viene acentuándose como resultado de tener un gobierno que además de estar atemorizado ante lo que el futuro le depara, está ahogado en la impudicia.

VENTANA DE PAPEL

CUANDO LA EDUCACIÓN ES HUMILLADA POR LA POLITIQUERÍA

¿Qué puede esperarse de la educación brindada en las instituciones escolares dependientes del Estado venezolano, si el ministro de Educación actúa más como propagandista y operador político, que como supervisor, coordinador y motivador de la educación tal como lo concibe la Ley Orgánica de Educación cuando se refiere el compromiso que le depara a las escuelas públicas adscritas al gobierno nacional cuando de educar al venezolano se trata. Sin embargo cuando se lee la Memoria y Cuenta 2014 del respectivo ministerio, la última de la cual se tiene noticia, se pone de manifiesto el interés por potenciar el sistema político del Estado mediante acciones recurrentes dirigidas a favorecer la ideología que comulgan sus representantes cuando actúan como fichas o cuadros político-partidistas en nombre del denominado socialismo del siglo XXI.

En medio de la crisis que golpea al país, la educación básica e integral se ha venido a menos toda vez que el régimen prefiere dotar de recursos todos los estamentos públicos que sirven para hacer proselitismo, antes que incitar el desarrollo de la persona inculcándole valores morales mediante un proceso educacional acorde con la necesidad de construir una sociedad de excelencia que aporte conocimientos al crecimiento nacional. No obstante, prevalece la indolencia que acompaña las determinaciones que adelanta el régimen en consonancia con lo que describe el Plan de la Patria, recurso éste del cual se vale el alto gobierno para excusarse del enorme retroceso que está viviendo la educación primaria tanto como la educación media. Por consiguiente, la educación se ha visto, como nunca, infamemente desviada de su razón de ser. La injerencia de actores políticos disfrazados de Consejos Comunales, está deformando la escuela al extremo que interviene en decisiones que, ni siquiera la Zona Educativa correspondiente, las elabora.

La situación es deprimente. Así se tiene, profesores que acometen su función docente estricta y únicamente a instancia de las líneas político-partidistas del PSUV. Supervisores que se limitan a asomarse en las escuelas actuando como comisarios políticos solamente para señalar a docentes de talante democrático. Direcciones que son cómplice para las asignaciones "a dedo" de contratos y nombramientos laborales. Partidas presupuestarias gastadas en asuntos que en nada se corresponden con inversiones propias del proceso educacional. Desigual reparto de recursos materiales y humanos. Y escuelas donde se tercia la deficiente o nula preparación académica de docentes. Entre estos problemas, vive la escuela bolivariana donde se habla de “educación de valores”, de la formación del “hombre nuevo”. Pero lo más grave, es que al interior de estas escuelas pretende encorvarse la educación de acuerdo al propósito de convertirla en centro de alineación “socialista”.

La subordinación de la escuela venezolana tiene su explicación en un modelo cubanizado que impone estructuras, currículos, y un sembrar de consciencia que malogra la verdadera historia, la idiosincrasia del venezolano según su identidad regional o local, y hasta los saberes autóctonos. Con el pretexto del infundado socialismo, intentan relegar la educación a la concepción que ordena una única ideología política para así dificultar construir la identidad del país. O con la coartada de un proceso electoral por la cual se exige a los maestros trabajo proselitista con aquello del “uno por diez”. Y esto sucede, cuando la educación es humillada por la politiquería.

“Cuando un gobierno está al borde de la desesperación, inventa cualquier excusa para seguir dibujándole al país un imaginario que sólo cabe en el pensamiento de cuanto iluso pueda haber. Sin que importe lo que pueda ordenar, a pesar  del clima de desarreglo que exista, lo único seguro es que el caos será peor.Y en ambientes así es que esos regímenes actúan mejor”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela

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