El
emplazamiento de misiles y baterías antiaéreas en barrios repletos de ranchos
construidos con materiales de desecho o en zonas residenciales de acicalados
jardines en diferentes ciudades del país ha provocado un maremágnum de
especulaciones sobre los verdaderos propósitos de esta inusual acción militar
ordenada por el régimen de Nicolás Maduro.
¿Por qué colocar esos demenciales juguetes de guerra precisamente entre
la población civil venezolana? ¿Qué se esconde detrás de esa maniobra? ¿A
cuenta de qué exponen esos artilugios bélicos que hieren los ojos de las
familias y oprimen el paisaje habitual del venezolano precisamente en este
momento y sin ninguna explicación previa?
A
dos meses de distancia de las elecciones parlamentarias que según todas las
encuestas las tiene perdidas de calle el régimen madurista, la teoría más
difundida es que se trata de una maniobra para meterle miedo a los electores
con la posibilidad de una guerra contra un enemigo externo o una matazón contra
un enemigo interno.
Otros añaden que se trata de un simulacro de ocupación del terreno donde
habita la población civil, ante posibles desordenes, en caso de que se vean en la necesidad de
suspender las elecciones ante una derrota segura o se decidan a cometer la locura de ejecutar el
mayor mega fraude de la historia.
Todas estas versiones vienen aderezadas con la creencia de que el
régimen de Maduro busca desesperadamente un conflicto con algún país vecino,
como Colombia o Guyana, para tratar de explotar el patrioterismo criollo y
justificar la implantación de un estado de excepción nacional que le permita
salir del trance de una derrota electoral aplastante.
Sea
cuales sean las razones, en lo que todos coinciden es que es una enorme
irresponsabilidad del régimen colocar ese tipo de armamento en medio de la
población civil, porque podría ocurrir un accidente fatal, y porque viola
descaradamente el derecho internacional humanitario que prohíbe convertir a los
civiles en blancos militares.
Frente a esa oleada de consideraciones, después de varias semanas de
estar mostrando la fuerza militar y el
poder de aniquilamiento a un pueblo que pasa horas y horas en las llamadas
colas del hambre para conseguir alimentos o medicinas, apareció un general,
todo tieso, dentro de su uniforme de campaña, con una escueta explicación:
“Los ejercicios militares que efectúa la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana en el noroeste y el oeste de Venezuela involucran a 7.173 soldados
y el uso de 3.323 medios de guerra entre misiles, tanques, aviones,
embarcaciones y helicópteros”
No
fue el Comandante en Jefe ni el Ministro de la Defensa quien se encargó de
informar tamaño despliegue de tropa y armamento, sino el general Jackson
Sánchez, director de los ejercicios de la denominada Campaña Patriota
2015, dizque programados para conmemorar
el décimo aniversario del Comando Estratégico Operacional.
El
general con nombre yanqui se limitó a explicar a través de los medios de
comunicación social controlados férreamente por el régimen que el propósito de
esas maniobras de dimensiones nacionales era el siguiente: “El objetivo de
estos entrenamientos militares realistas es ayudar a los soldados a adaptarse a
un terreno desconocido y de hecho se consideran unos ejercicios de guerra no
convencional, orientadas a dominar el entorno humano”.
Agregó el general Jackson,
mostrando todas sus charreteras, arreos y fornituras, que otra de las
metas de los ejercicios eran “perfeccionar el trabajo de los comandantes y sus
estados mayores”.
Como para que nadie se equivoque con la trivialidad de su nombre de
pila, ratificó la hondura de su compromiso con el proceso al anunciar que otra
de las razones de las maniobras militares que comandaba era la de “evaluar la
planificación, la ocupación y la preparación de las regiones combativas” y
“simular tareas tácticas operacionales conjuntas contra la invasión de fuerzas
imperiales”.
Lo
que no precisó el general con nombre yanqui fue el costo de esta operación,
pero se calcula que supera con creces lo invertido por el régimen para dotar a
las escuelas en el inicio del año escolar o los destartalados hospitales del
país
Tampoco señaló que Maduro a lo largo de sus dos años de gobierno
marcados por la más alta inflación, desabastecimiento y recesión de la
historia, ha denunciado al menos una decena
de magnicidios, complots, golpes de Estado e intentos de invasión de
paramilitares y de potencias extranjeras, para meterle miedo al pueblo; en
un cuento que ya nadie se cree.
De
allí viene el rechazo a esta nueva locura de emplazar esa maquinaria de muerte
en calles, barrios y urbanizaciones del país sólo con el morboso afán de tratar de mantenerse en el poder a costa de
lo que sea. La inmensa mayoría de los venezolanos comprende que todo este
disparate es ya un epitafio.
Omar González Moreno
programamardefondo@hotmail.com
@omargonzalez6
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