lunes, 7 de septiembre de 2015

JUAN JOSE MONSANT ARISTIMUÑO, ADEMÁS DE LA VERGÜENZA

No sé por qué se ha presentado la última votación de la OEA como una derrota para Colombia, y un nuevo triunfo de la diplomacia venezolana, a raíz de la solicitud colombiana de convocar a una reunión extraordinaria de cancilleres, para tratar el tema de los derechos humanos en la deportación compulsiva de colombianos por parte de Venezuela.

         Veamos, el pasado 21 de marzo de 2014 la diputada venezolana María Corina Machado solicitó formalmente el derecho de palabra ante el pleno de la OEA, con el fin de dar a conocer la continua violación de los derechos humanos cometidas por el gobierno. Ante esta solicitud se presentaron dos situaciones sometidas a votación. Primera, si la diputada podía hablar en el Organismo, a lo que Venezuela se opuso y obtuvo 22 votos a su favor, 3 contra, y 9 abstenciones. Segunda, ante ese rechazo el Embajador de Panamá Guillermo Cochez le cedió su investidura, ante lo cual Nicaragua propuso que la intervención de María Corina Machado fuere privada, y no pública. Realizado el escrutinio, 22 países votaron para que fuese privada, 11 para que fuere pública, y una abstención. En aquel momento, Venezuela proporcionaba el 43% de la energía petrolera consumida por los países alineados con ella.

         Y ¡hete aquí!, que solo un año después, en la votación del pasado lunes 31 de agosto de 2015, a la solicitud de Colombia de convocar una reunión de cancilleres con el fin de tratar el tema de las deportaciones utilizando medios y métodos violatorios de los derechos humanos, arrojó el siguiente resultado: Votos a favor de Colombia 17, en contra 4, y 11 abstenciones. Venezuela pasó de 22 votos incondicionales en el 2014 a solo 4 en el 2015 (Haití, Ecuador, Bolivia y Nicaragua). En consecuencia, ¿cuál fue la derrota de Colombia y cuál el triunfo de Venezuela? Los cuatro votos son ALBA, en los estertores antes de su extinción. Las abstenciones, en particular las de Argentina y Brasil, solo indican que cada quien en lo suyo a la hora de velar por sus intereses. Eso sí, con dos desconcertantes sorpresas, el voto de El Salvador a favor de Colombia y la abstención de Panamá.
         La lectura de esta realidad es variada, pero hay constantes: Terminadas las divisas, terminado el modelo de dominación regional diseñado por Chávez, al que denominó con el posmodernista nombre de Socialismo del siglo XXI. Terminada la dominación, lo que queda en Venezuela, además de la vergüenza, es el cascarón de una vulgar, ignara, corrupta y cruenta dictadura, que se lleva consigo buena parte de la historia venezolana; quizá, de lo mejor de su historia, una venezolanidad fraterna, solidaria, alegre, sin resentimientos e igualitaria.
          Y finalmente un axioma: Se debe dar un contenido, una proyección y una normativa humana a la economía de mercado, viable solo en democracia, pero no se la puede sustituir por el doloroso y bochornoso resultado del capitalismo de Estado.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant                                                                       

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