Antes,
sólo era el nombre de un municipio zuliano. O la forma como se designa a la
colonia donde habitan las hormigas culonas. Pero hoy, además, es un término que
está de moda. Es la denominación que recibe la que, a mi juicio, es la
“profesión” mejor pagada en estos momentos: ¡Bachaquero! Un bachaquero gana más
que un profesor universitario, que un ingeniero recién graduado, que un médico
de hospital. Gana, mensualmente, hasta cinco veces más que cualquier empleado
cuya remuneración sea el sueldito mínimo decretado por el gobierno. Los
bachaqueros perciben mucho dinero sin necesidad –en la mayoría de los casos- de
pasar cinco años sentados en el pupitre de un liceo o una universidad, sino el
equivalente a cinco horas en la cola de un Bicentenario. Irónico y surrealista
como muchas de las cosas que ocurren en Venezuela.
Los
bachaqueros son el producto de la distorsión del modelo económico aplicado por
este régimen. Bachaquear es, para orgullo de quienes lo practican, un negocio
redondo al que cada vez se suma más gente. Los bachaqueros son, quizá, los
buhoneros de antaño; pero, especializados, calificados y con el control de las
áreas de negocio en las que este sistema ha fracasado. El bachaquero es un
buhonero sin curriculum, al que el desgobierno le dio un pase VIP, o boleto de
primera clase, con acceso privilegiado a los productos o servicios regulados
que, por supuesto, son los más demandados y escasos. Por eso, se
“profesionalizó” esta industria. ¿Cómo evitar que los bachaqueros hagan colas a
las puertas de los automercados, farmacias, perfumerías, ventas de cauchos,
ventas de baterías, ventas de materiales de construcción, si después de cinco
horas, la ganancia es jugosa? Su modelo de negocio –circunstancial y
cortoplacista- es, por ahora, exitoso. El bachaquero es un buhonero con
doctorado en materia de comercio informal.
Para
nada han servido las captahuellas. De nada sirve imponer los días de compra
según el terminal del número de cédula. Eso, lo único que ha logrado es
estimular la creatividad del bachaquero que, ante cada nuevo control inventado
por Nicolás y secuaces, se las ingenia para burlarlo y seguir manteniendo el
negoción. El bachaqueo se expande, y visto los dividendos que aporta, suma más
adeptos.
Pero,
al final ¿qué son? Pues, no son más que unos saqueadores del país. Es lo que ha
proliferado con este régimen. Porque es tan bachaquero el que vende pañales o
café con sobreprecio en un tarantín de Petare o Filas de Mariche, como el que
cobra comisión para tener acceso a dólares preferenciales, cabillas para la
construcción o boletos aéreos que permitan viajar, dentro o fuera del país, con
la aerolínea del Estado. Las historias de corrupción, públicas y notorias,
están allí y se multiplican. El otro día conversaba con una persona dueña de
una pequeña agencia de viajes. Además de describir las peripecias que hace para
subsistir, me relató lo que -parece ser- es un secreto a voces: lograr un
boleto en Conviasa, en bolívares, para Europa, es relativamente fácil para
quienes estén dispuestos a pagar las “comisiones” que exigen quienes tienen
acceso a la boletería. Algo así como el “diezmo” que requieren algunas personas
clave de la aerolínea por conceder el “milagro” del ansiado ticket aéreo.
Hechos de corrupción que se cometen en las narices de quienes deberían ser los
encargados de sancionarlas. Porque no es normal que en una nación haya que
“pagar” hasta diez veces más de lo que cuesta un producto o servicio, solo por
el hecho de que algún “vivo” decidió hacer de eso su “gallinita de los huevos
de oro”. Para eso es para lo único que ha servido la regulación de precios:
para que la demanda se incremente, el producto o servicio escasee y los
bachaqueros abunden.
Tan
bachaquero es el militar o funcionario público que cobra para dar buena pro,
como el que vende papel toilette en la calle. El fin último es el mismo:
obtener dinero de manera fácil y rápida, en este momento tan particular que
vive Venezuela, donde la impunidad, los controles, las regulaciones y por
supuesto, el fracaso del modelo económico del chavismo-madurismo, así lo hacen
posible. Se ha expandido tanto el fenómeno del bachaqueo que hasta algunos
connotados políticos de la supuesta oposición, con tal de mantener su cuota de
poder, son capaces de negociar con el régimen. Es parte de esta dinámica
perversa en la que ambos se benefician.
¿Cómo
vamos a erradicar estas prácticas que dan más dividendos que estudiar una
profesión? Esa es la verdadera distorsión. El golilleo, el oportunismo, el
matraqueo, el raspacupo, el buhonerismo, el rebusque, la mendicidad, el
bachaqueo no pueden convertirse en las principales capacidades del venezolano;
mucho menos los atributos del hombre nuevo miserable del que tanto habló Chávez
y que vemos en las calles, cada vez con más frecuencia. Otro deplorable mérito
de estos 16 años de revolución.
La
máquina de producir limosnas está quemando sus últimos cartuchos. No quiero
imaginar siquiera lo que ocurrirá cuando se agote el pozo de donde proliferan
los chanchullos. No dudo que, en medio del desespero, lo que único que
presenciemos sea el más salvaje de los canibalismos.
José
Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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