Este
artículo pensaba dedicárselo completo a la injusta, insensata e insensible
decisión ordenada por el ilegítimo de expulsar de manera abominable a miles de
colombianos de los estratos más humildes que vivían entre nosotros y que a
nadie le hacían mal. Pero surgieron dos
hechos que siento la necesidad de comentar también. Vamos de menor a mayor, entonces:
Ejemplo
1. Kilómetro 34 de la ARC, sábado 28, 10 de la mañana. Hay tres columnas de carros avanzando
lentamente porque en el kilómetro 30 hay una restricción por trabajos en la
vía. De repente, aparece una caravana
compuesta por tres camionetotas negras, 4runner, nuevecitas, vidrios
oscurísimos y sin placas y una camioneta pick-up que avanza, a juro, obligando
a punta de cornetazos, sirenas ululantes y luces de emergencia destellantes, a
que nos apartásemos a los que ordenada y pacientemente esperábamos nuestros
turnos para avanzar. Temerosos de que
eso era causado por algo relacionado con la seguridad y defensa nacionales —a
lo peor, Nikolai le había declarado la guerra a nuestros vecinos— o, de que
fuésemos acusados de entorpecer el avance de la columna y, por tanto, reos de
traición a la patria, nos apartamos como pudimos. Y hete aquí que, al sobrepasarnos, todos
pudimos observar que la camioneta pick-up que cerraba la columna llevaba como
carga, en sus cajas originales, una refrigeradora, una cocina y otro artefacto
que no pudimos determinar. O sea, que lo
más probable fuese que ninguno de los supuestos anteriores originaba los
atropellos; que, más bien, se trataba de un jefe rojo, con sus escoltas, que
iba apurado a una cita con su amante y le llevaba de regalo artículos de línea
blanca. Concluimos que era a la querida
y no a la esposa porque la marca de los aparatos era “Haier”, chinos de medio
pelo, y la casa de la legítima debe estar repleta de artefactos gringos, que
son los buenos. Uno, por aquello de
“piensa mal y acertarás”, barrunta que el jefe y sus espalderos iban ataviados
con los uniformes negros de la Gestapo (pero con boina roja, claro). Porque en nada se diferenciaban sus tropelías
de las de los esbirros de la Alemania nazi.
Prepotencia a millón en sus Toyotas nuevecitas; respeto por los
ciudadanos, ninguno.
Ejemplo
2. Jackie Faría, al ser entrevistada luego de la macilenta marcha “patriótica”
convocada por el hijo de Boves II, dijo por todo el cañón que “solo le
garantizamos los derechos humanos a las personas que estén legalmente en este
suelo”. O sea que —per contra— se le
está dando luz verde a los funcionarios, uniformados y de civil, para que
atropellen a quienes están de manera irregular entre nosotros. Lo hace, al mismo tiempo en el que, sus
copartidarios, de la boca para afuera, critican a los países europeos que
tratan de poner algún control entre las masas de inmigrantes ilegales que les
llegan del Oriente Próximo y de África.
Lástima que la Corte Internacional de Justicia de La Haya no actúa por notitia
criminis y solo interviene por pedimento de alguno de los Estados
miembros. Porque esa chocante afirmación
pudiera servir como material indiciario para enjuiciarla alegando uno o dos de
los artículos del Estatuto de Roma. Los
derechos son inmanentes del género humano, con independencia de
condicionamiento alguno. Somos hijos de
un mismo Dios; y el Creador no se pone boina roja, ni dice “¡Uh, ah!”. Pero sale esta señora a decir que, a quienes
no están legalmente en Venezuela se los coma el tigre.
Ejemplo
3. Las imágenes que muestran los medios —excepto los confiscados por la
“hegemonía comunicacional”— dejaron ver al mundo entero la saña
“revolucionaria” contra humildes familias; como se derribó sus precarias
viviendas; como sencillos, dóciles, y ya rendidos individuos fueron objeto de
la vesania de algunos chafarotes; como ancianos y niños son forzados a
atravesar el río Táchira con muy pocos de sus bienes materiales; y como un
ridículo y burlón presidente, para añadir ludibrio a la ofensa, zangoloteó su
creciente obesidad, al ritmo de la música colombiana por excelencia, la cumbia,
bailando con la “primera combatiente” (quien, como toda una buena
robolucionaria, calzaba zapatos de Salvatore Ferragamo). Y después del estropicio que originó, con su
cara muy lavada, agarra el avión de Cubana de Aviación y se va a las antípodas
a seguir limosneando plata para dejar más endeudado al país.
Se
dicen socialistas, pero solo llegan a nazis de medio pelo. Por lo menos, los Nationalsozialisten
legítimos buscaban el Lebensraum, el espacio vital para su desarrollo, mediante
el aumento de su superficie; la caricatura fascistoide que nos desgobierna, por
el contrario, lo que hace es perder territorio.
El muerto viviente, para congraciarse con los países del Caricom y
obtener sus votos en los foros internacionales, soslayó el interés nacional,
alegó que eso del Esequibo era una pendencia inventada por el imperio y dejó
que los guyaneses se apoderaran y explotaran hasta lo indecible el espacio en
disputa. Platanote “descubrió” solo
ahorita —luego de seis años como canciller y dos de dizque presidente— que
teníamos un diferendo con Guyana. Y eso,
para apelar a la vieja táctica de poner a la gente a ver hacia afuera para que
no se enteren de los desmanes de su desgobierno.
Sin
duda, nazis; pero nazis de a locha…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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