A
raíz del cierre de la frontera con Colombia consecuencia del estado de
excepción decretado por Maduro en el estado Táchira, más de un millar de
colombianos, incluidos cerca de 200 menores, fueron deportados y enviados a
Cúcuta. Una dantesca escena que nos llena de vergüenza y dolor, porque aun
cuando se estuviese ejecutando una medida acordada por el gobierno venezolano,
jamás debieron haber sido echados como vulgares delincuentes hombres, mujeres,
ancianos y niños con largos años de residencia en el país. Una perversa acción
que generó en consecuencia una crisis humanitaria que solo se produce como
cuando ocurre un acontecimiento político (guerra, conflicto armado, etc), que
fue el escenario que por momentos obnubiló nuestra mente, cuando vimos videos y
fotografías con desgarradoras escenas, en las que guardias nacionales invadían
humildes viviendas de súbditos de la nación hermana, e inmediatamente
procedían a derribarlas con pesada
maquinaria.
Una
acción desnaturalizada que no tiene
nombre y que perturbará la memoria de muchas de estas personas, víctimas de la
insensatez e insensibilidad de un régimen que pese a predicar el amor y la paz,
en nombre de una mal llamada revolución socialista y bolivariana, contradice el
espíritu conciliador de armonía y libertad que exhibió durante toda su vida el
Libertador Simón Bolívar, quien quiso a Colombia la grande como su propia
patria y que exhaló su último aliento en el hermano país. ¡Que ironía!. Pero
estamos seguros de que en Colombia sus habitantes saben que estos hechos fueron
perpetrados por un régimen y no por el pueblo venezolano, y que ello no debe
generar sentimientos xenófobos, que en nada beneficiarían a ambos países.
Pero
la ironía más grande, la viven los más de mil colombianos, entre los que se
cuentan niños, a los que Nicolás Maduro los usa como una cortina humo,
culpándolos de la profunda crisis social y económica que afronta. La migración
no genera la violencia, esta es generada por el hambre, la injusticia, la
discriminación y el despotismo de un Gobierno al que se le escapa su pueblo de
las manos. ¿A quién culpará Maduro cuando ya no tenga colombianos para
estigmatizar?, pregunta Carlos Arévalo, Profesor de la Maestría en Derecho
Internacional en la Universidad de La Sabana, quien agrega: ”Dónde están los
Gobiernos del hemisferio, en especial aquellos cercanos ideológicamente al
Presidente Venezolano, que en un destello de cordura y sensatez lo inviten a
respetar los derechos de los más desprotegidos. Por qué no han hecho sentir su
voz de protesta los políticos colombianos que dicen ser amigos del Gobierno
venezolano y defensores de derechos, cuando transgreden la dignidad de
compatriotas que resultan indefensos ante la poderosa arremetida de un
mandatario arbitrario.
Y lo más importante, donde está el Gobierno colombiano,
que se muestra inactivo convocando a reuniones de la Comisión Asesora mientras
a sus nacionales, por el hecho exclusivo de serlo, les transgredieron de manera
permanente sus derechos, ya que es claro que por más avances diplomáticos que
se den, Nicolás Maduro no les devolverá las casas destruidas ni los bienes
saqueados”, puntualiza.
Las
escenas más desgarradoras de colombianos deportados en la frontera, han dado la
vuelta al mundo, y en las mismas se muestran las críticas condiciones que
tuvieron que confrontar ante el inesperado desalojo de sus viviendas, las
cuales posteriormente fueron demolidas por pesadas máquinas, tras haber sido
marcadas con grandes letras, igual cuando los nazis clasificaban como judíos a
miles de personas que se habían convertido del judaísmo a otra religión, entre
ellos monjas y sacerdotes católicos romanos y pastores protestantes cuyos
abuelos eran judíos. Solo que en esta ocasión, la barbarie de los fascistas
socialistas bolivarianos, vestidos con uniforme de la otrora gloriosa Guardia
Nacional que con orgullo exhibía su lema: El honor es su divisa”, no tuvieron
la más mínima conmiseración, respeto y sensibilidad para llevar a cabo esta indignante acción, en
contra indefensos ciudadanos colombianos, mujeres y hombres, venidos a nuestra
patria hace años en busca de mejores oportunidades.
La
normativa Internacional de derechos humanos de las Naciones Unidas para la
aplicación de la ley, en uno de sus capítulos que se refiere a la Protección
del menor, señala textualmente: “Los niños deben disfrutar de todas las garantías
de los derechos humanos de que disponen los adultos y se respetará la dignidad
del niño y le infundirá el sentido de la justicia, amor propio y el respeto de
los derechos humanos”. Contempla también los derechos humanos de la mujer y al
respecto señala: “Las mujeres tienen el disfrute y la protección, en
condiciones de igualdad con los hombres, de todos los derechos humanos en las
esfera política, económica, social, cultural civil y cualquier otra” Mas
adelante sentencia: “La violencia contra la mujer es un delito y debe tratarse
como tal”
También
la normativa de los derechos humanos, al referirse a los extranjeros subraya:
“Entre las garantías procesales para la expulsión de un país figuran el derecho
a ser oído, el derecho revisión por una autoridad competente, el derecho de
representación, el derecho de apelar ante una autoridad superior, el disfrute
de plenas posibilidades de interponer un recurso, el derecho a permanecer en el
territorio en espera de la resolución de apelación y el derecho a ser informado
de los recursos disponibles”. Como corolario advierte: “Se prohíben las
expulsiones colectivas o en masa”.
Ninguno
de los enunciados contemplados en la normativa de los derechos humanos de las
Naciones Unidas, ha cumplido el régimen venezolano, acostumbrado como está a
violar la propia Constitución, la cual peyorativamente la denominó “La Bicha”,
el Comandante galáctico. Muchos menos, es proclive a acatar normativas de
organismos internacionales, a los que más bien descalifica como a la
Organización de Estados Americanos (OEA), por el simple hecho de ofrecerse para
enviar observadores de dicho organismo, para el proceso electoral del próximo 6
de diciembre.
La
percepción internacional que se tiene del régimen venezolano comenzó a cambiar
dramáticamente a principios de 2014, cuando el mundo se impactó con las
noticias sobre protestas masivas en las calles, las violaciones grotescas de
DDHH contra jóvenes manifestantes y la prisión, el exilio y la persecución
sistemática de dirigentes políticos opositores que apoyaban dicha protesta
ciudadana. El descrédito del régimen venezolano copa la agenda
internacional, pues se le describe como
un gobierno que viola sistemáticamente los DDHH, y para colmar el vaso de agua
la reciente arbitraria expulsión de ciudadanos colombianos, a quienes les había
otorgado desde vivienda y cédula en el marco de sus programas sociales, claro
está en épocas electorales.
Una
cosa es cierta, Maduro y sus camaradas olvidan que en el país habitan más de 5
millones de súbditos del hermanos país, y que aun cuando tienen muchos años de
residencia y con prole nativa, el 6 de diciembre su corazón arrugado por el
dolor que experimentaron de ver a sus compatriotas en tan miserable situación,
no dudarán en pasar factura a sus verdugos.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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