jueves, 6 de agosto de 2015

SIMON GARCIA, LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS TOTALITARIAS,

El debate sobre la forma del poder establecido en nuestro país es un asunto académico y político. Necesita el auxilio de la teoría para formular sus conclusiones y de la política para validarlas. Su objetivo inmediato es lograr una estrategia que mejore la calidad y la eficacia de la lucha por los cambios.

            Definir con la mayor precisión posible la naturaleza del poder permitirá calcular las respuestas que pueden esperarse de él, la clase de impugnación que puede debilitarlo y el tipo de oposición necesaria para derrotarlo. Asunto que tiene que ver con el país y la situación personal que queremos tener.
            Durante mucho tiempo sectores importantes de la oposición han tomado decisiones suponiendo qué actúan dentro de un régimen democrático o han realizado iniciativas de enfrentamiento radical que permiten al poder justificar su autoritarismo. Aunque hemos ido afinando el punto para acumular fuerzas con sentido alternativo.
            Entre las dificultades que opacan la comprensión del actual poder pesa el hecho de que, en varios aspectos, no se comporta como una dictadura convencional. Promueve sus eventos  electorales o no acude al terror masivo y sistemático. Desde esa perspectiva, usando los viejos lentes para caracterizar a una dictadura, el actual gobierno no se parece en nada al de Pérez Jiménez. Es peor.
            La proyección de una imagen democrática enmascara la aplicación de nuevas formas y métodos para lograr el control y la subordinación absoluta de la sociedad al poder. El célebre tratado sobre el totalitarismo de Hanna Arendt fue escrito en 1951. Desde entonces se desentrañó la estructura del ADN y se completó el mapa del genoma humano, se desarrolló la incursión en el espacio, apareció la computación, se crea la TV en colores, el CD, la Internet, Google, la nanotecnología. Nacen modalidades que hibridan autoritarismo y democracia.
            Karl Schogel, autor de Utopia y terror, señala que el uso de nuevas formas de violencia dictatorial no implica una reproducción directa del estalinismo. Los enemigos de la democracia han desarrollado adaptaciones formales a ella para mimetizarse mientras la  destruyen. No tiene campos de concentración, pero  a los declarados como enemigos se les excluye del funcionamiento del sistema, se descalifican y se hostigan constantemente.
            El hecho determinante es la sustitución del propósito de gobernar por el de dominar, el servicio a la sociedad por la exaltación del Estado, el terror por el temor y el aparato policial por el aparato ideológico. En esta fase no han podido instaurar el partido único, pero lograron el control de la armas, de las comunicaciones, de la economía y del aparato institucional. Su lógica está articulada en torno a perpetuar una élite de privilegiados en el manejo del poder.
            Lo nuevo es que han perdido el apoyo de masas requerido para imponer sostenidamente relaciones totalitarias y que la sociedad misma está abriendo cursos para reunificar el país, tener crecimiento económico con justicia social y mejorar la calidad de vida de los sectores que están luchando por sobrevivir.
            Subsisten elementos propios de una democracia, pero es una democracia enjaulada. Los gatos aparentan un cambio de color, pero siguen comiendo ratones.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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