jueves, 13 de agosto de 2015

ROBERT GILLES REDONDO, LA PERVERSION MORAL

Arrostrando con su admirable insolencia e impunidad la agonía indudable que padece el régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, la perversión moral en la que se ha sumido nuestro país, con el fallido Estado venezolano a la cabeza, muestra toda su ignominia: las inhabilitaciones. Atribuyo tan maligna pirueta a lo evidente, el régimen se sabe perdido electoralmente pese a los ingentes recursos propagandísticos y la exagerada censura impuesta a los medios de comunicación que tienen por objeto demostrar que todo está bien cuando en realidad ya hemos pasado de la crisis al caos, a la anarquía.

Pero debo confesar que sigo sin entender la rocosa autoprohibición de algunos dirigentes opositores de reaccionar frente al régimen como nuestra misma historia y el actual caos lo apremia. Es tan perturbadora la pasividad que se deja entrever acaso un inconfesado desespero por una cuota de poder en el Estado fallido y forajido lo cual no es sino una maligna complicidad que no se podrá justificar mañana. La respuesta, paradójica, es en cambio insistir que los inhabilitados seguirán siendo candidatos por cuanto no existen sentencias firmes que lo impidan. Pero el problema no son las inhabilitaciones, el problema es y seguirá siendo el proceso electoral y lo que debe derivar del 6-D que no es otra cosa sino un gran movimiento de resistencia que eche a estos delincuentes del poder y podamos reconstruir al país.

De ahí que no atino a adivinar cuál es o será el plan B si muchos meses antes de las tan aclamadas elecciones el régimen muestra el músculo del gangrenado Estado que está al servicio exclusivo e incondicional del Ejecutivo y la mayoría de sectores opositores se niegan a asumir posturas sin medias tintas. ¿Será esto parte del descalabro moral que padece la sociedad venezolana? Porque debemos asumir que el código moral construido por nuestra sociedad desde la primera escaramuza mantuana en el siglo XIX ha sido desplazado por un aberrante conformismo cotidiano en el que todo, absolutamente todo, pasa sin que se produzca una enjundiosa reacción lo que es algo alarmante. ¿Qué hace falta para que el país entero plante cara y caiga en cuenta de la destrucción que en todos los órdenes de nuestra vida ha provocado este régimen totalitario? 

Debemos marcar desde ya y con nitidez la frontera de lo que se va a permitir y lo que no respecto al antes, durante y después del 6-D, de lo contrario seguiremos condenados a un tiempo que solo para Dios tiene carácter perfecto porque el nuestro venezolano solo se ha concretado en una vida degradante.

Visto lo visto, es fácil predecir y conservar la esperanza apocalíptica de que Venezuela al fin será libre gracias a un despertar colectivo y así será, para ello hay que trabajar con posiciones firmes para que la consecuencia del 6-D sea una desinhibida respuesta que ponga fin a este caos.

No faltará quien relativice mi perplejidad respecto a la MUD y a algunos sectores opositores, reconociéndole un alcance meramente radical, alarmista y acaso divisionista. Yo no creo que sea así. Hay que desterrar de la oposición la infalibilidad política de algunos. Venezuela necesita ser motivada por ideales superiores al logro de una Asamblea Nacional opositora. Necesitamos un movimiento de calle y de conciencia que reactive los valores nacionales que hemos perdido por culpa de la perversión moral que ha sembrado el régimen, esto nos conducirá a una regeneración democrática. Hay que fortalecer sin duda a la Unidad Opositora a través de una auténtica alianza nacional que nos conduzca a una verdadera salida, tengamos por principios los viejos aforismos del arte de la guerra: La “Acción de Conjunto” (concurrencia de esfuerzos), y la “Voluntad de vencer”, unida a la “Fe en la Victoria”.

Recuérdese la máxima del Contrato Social: «no se está obligado a obedecer sino a los poderes legítimos». En Venezuela ningún poder es legítimo.

ROBERT GILLES REDONDO, LA PERVERSION MORAL
Arrostrando con su admirable insolencia e impunidad la agonía indudable que padece el régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, la perversión moral en la que se ha sumido nuestro país, con el fallido Estado venezolano a la cabeza, muestra toda su ignominia: las inhabilitaciones. Atribuyo tan maligna pirueta a lo evidente, el régimen se sabe perdido electoralmente pese a los ingentes recursos propagandísticos y la exagerada censura impuesta a los medios de comunicación que tienen por objeto demostrar que todo está bien cuando en realidad ya hemos pasado de la crisis al caos, a la anarquía.

Pero debo confesar que sigo sin entender la rocosa autoprohibición de algunos dirigentes opositores de reaccionar frente al régimen como nuestra misma historia y el actual caos lo apremia. Es tan perturbadora la pasividad que se deja entrever acaso un inconfesado desespero por una cuota de poder en el Estado fallido y forajido lo cual no es sino una maligna complicidad que no se podrá justificar mañana. La respuesta, paradójica, es en cambio insistir que los inhabilitados seguirán siendo candidatos por cuanto no existen sentencias firmes que lo impidan. Pero el problema no son las inhabilitaciones, el problema es y seguirá siendo el proceso electoral y lo que debe derivar del 6-D que no es otra cosa sino un gran movimiento de resistencia que eche a estos delincuentes del poder y podamos reconstruir al país.

De ahí que no atino a adivinar cuál es o será el plan B si muchos meses antes de las tan aclamadas elecciones el régimen muestra el músculo del gangrenado Estado que está al servicio exclusivo e incondicional del Ejecutivo y la mayoría de sectores opositores se niegan a asumir posturas sin medias tintas. ¿Será esto parte del descalabro moral que padece la sociedad venezolana? Porque debemos asumir que el código moral construido por nuestra sociedad desde la primera escaramuza mantuana en el siglo XIX ha sido desplazado por un aberrante conformismo cotidiano en el que todo, absolutamente todo, pasa sin que se produzca una enjundiosa reacción lo que es algo alarmante. ¿Qué hace falta para que el país entero plante cara y caiga en cuenta de la destrucción que en todos los órdenes de nuestra vida ha provocado este régimen totalitario? 

Debemos marcar desde ya y con nitidez la frontera de lo que se va a permitir y lo que no respecto al antes, durante y después del 6-D, de lo contrario seguiremos condenados a un tiempo que solo para Dios tiene carácter perfecto porque el nuestro venezolano solo se ha concretado en una vida degradante.

Visto lo visto, es fácil predecir y conservar la esperanza apocalíptica de que Venezuela al fin será libre gracias a un despertar colectivo y así será, para ello hay que trabajar con posiciones firmes para que la consecuencia del 6-D sea una desinhibida respuesta que ponga fin a este caos.

No faltará quien relativice mi perplejidad respecto a la MUD y a algunos sectores opositores, reconociéndole un alcance meramente radical, alarmista y acaso divisionista. Yo no creo que sea así. Hay que desterrar de la oposición la infalibilidad política de algunos. Venezuela necesita ser motivada por ideales superiores al logro de una Asamblea Nacional opositora. Necesitamos un movimiento de calle y de conciencia que reactive los valores nacionales que hemos perdido por culpa de la perversión moral que ha sembrado el régimen, esto nos conducirá a una regeneración democrática. Hay que fortalecer sin duda a la Unidad Opositora a través de una auténtica alianza nacional que nos conduzca a una verdadera salida, tengamos por principios los viejos aforismos del arte de la guerra: La “Acción de Conjunto” (concurrencia de esfuerzos), y la “Voluntad de vencer”, unida a la “Fe en la Victoria”.

Recuérdese la máxima del Contrato Social: «no se está obligado a obedecer sino a los poderes legítimos». En Venezuela ningún poder es legítimo.

Robert Gilles Redondo
robertgillesr@gmail.com
@vanpoper26

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