jueves, 13 de agosto de 2015

JOSÉ VICENTE CARRASQUERO A., VENEZUELA TIENE HAMBRE

Sin ánimo de sonar trillado quiero recordar que me inscribo entre quienes piensan que a la actual clase política no la mueve la inteligencia sino la ausencia absoluta de escrúpulos y su subordinación a un proyecto político impuesto desde La Habana por los hermanos Castro, gracias a la característica de comprador de espejitos que distinguió a Chávez.

Venezuela está sumida en el peor momento de su historia. Esto no admite mayor discusión si recordamos que entre 1999 y este momento, a Venezuela le ha entrado por concepto de venta de petróleo y endeudamiento irresponsable más del doble de la sumatoria de todo lo que le entró a los gobiernos desde 1811 hasta 1999 por todos los conceptos que usted tenga a bien considerar.
Dicho esto, uno tiene que ponerse las manos en la cabeza ante la desastrosa situación que se lee todas las mañanas al revisar los titulares de la poca prensa independiente que queda en el país. Por ejemplo, y seguimos con los números, en Venezuela es muchísimo más probable resultar víctima de un asesinato que ganarse la lotería. Con una pequeña diferencia, no tiene que comprar billete de juego, se lo gana y punto. Para rematar la tristeza de esa historia, un asesinato en nuestro país tiene más de un 90% de chance de quedar impune.
El asunto del desabastecimiento clama ante los ojos de Dios. Es un problema generalizado que donde más se nota, como es de esperarse, es en el sector alimentación, medicinas y productos de aseo personal. Básicamente porque, si Maduro no se ha enterado, hay 30 millones de clientes potenciales para esos rubros que faltan. Mal puede un gobierno incapacitado para desempeñarse con eficiencia y eficacia pensar que puede asumir responsabilidad en esos temas.
El asunto de la escasez es mucho más grave de lo que vemos. El tráfico en las grandes ciudades se ha visto reducido porque la obsolescencia de los vehículos los saca de circulación, la escasez de repuestos básicos como baterías y cauchos es patéticamente notoria. Recuerdo que cuando el gobierno decidió intervenir las fábricas de baterías le dije a un técnico en un establecimiento de una afamada marca de acumuladores que las colas le iban a dar la vuelta a la cuadra. No hay que ser adivino. Lo que el gobierno toca lo seca, lo mata. ¿Desde cuando no ve un litro de leche Los Andes? ¿En qué parte del pensum preparan a militares para manejar empresas?
Muchos de quienes leen estas líneas saben que hay ascensores que funcionan porque canibalizan el de al lado para de dos hacer uno. Hay alerta en los edificios ante el robo de piezas de los elevadores. El mantenimiento de los condominios se ha hecho extravagantemente costoso. Esto es, por supuesto, una carga adicional sobre los depauperados bolsillos de la clase media.
El venezolano ha venido siendo reducido a unas dimensiones de calidad de vida que apenas permiten la supervivencia. Tengo suficiente edad para recordar y comparar graves momentos del pasado y puedo decir categóricamente que este es el peor de los últimos 55 años. Saque la cuenta que en medio de la mayor liquidez de la historia, no hay billetes de “alta” denominación para movilizar la ya tristemente exigua moneda.
Pero, hay un agravante. Es la inacción de la cúpula gobernante. Pareciera que se hacen los locos ante lo que está pasando. Uno tiene que comenzar a hacer escenarios a partir de esta locura de parálisis. Al menos Luis Herrera Campins tuvo la osadía de tomar medidas económicas (chucutas) en 1983, a la sazón año electoral. Esta gente pareciera estar esperando se hagan realidad aquellas palabras que sonaron a renuncia ante una anunciada goleada en contra: “Dios proveerá…”.
Algo está más que claro. Maduro ha decidido que es más importante cumplirle a los juegos del capitalismo que a los venezolanos. Los pocos dólares que hay, se destinan en su mayoría al pago del servicio de la deuda y a cancelar vencimientos de bonos. Todo para seguir en el círculo vicioso de endeudarse cada vez más e imponerle más restricciones a los venezolanos.
Diputados oficialistas vienen anunciando modificaciones del control de cambio. Esa es una pésima noticia. Lo único que salva a Venezuela en estos momentos es su eliminación. Primero porque el control del cambio no cumplió con su cometido y en los últimos doce años se fugaron más capitales que entre 1958 y 1998. Segundo, porque este nefasto mecanismo lo que ha hecho es enriquecer a parte de la nomenclatura chavista de forma grosera. Ya se lee en la prensa de las ostentosas fiestas y de los costosísimos viajes en aviones privados de altos personeros del régimen.
Venezuela tiene hambre. Primero porque no hay suficientes alimentos para todos. No se entiende cómo Maduro no ha destituido a quien finge ser ministro de alimentación. (Lo escribí adrede… finge). Sería una manera de lavarse la cara con los millones de venezolanos que pasan trabajo consiguiendo algo de comer..
Venezuela tiene hambre de justicia. Sabe que la corrupción y los corruptos son los responsables de las atrocidades que nos golpean en la cara día tras día. Millones de millones de dólares dilapidados en obras inconclusas, en obras ni siquiera comenzadas en regalos al exterior.
Venezuela tiene hambre de cambio. Ese deseo está en el ambiente y tiene cada vez más adeptos. Y la mayoría espera el 6D para satisfacer esa hambre de cambio. Ese movimiento luce indetenible. Y aún quienes ayudan al gobierno pidiendo “salvar su voto”, se agregarán a la avalancha de votos castigo que le enseñarán al chavismo que al pueblo se le respeta.
Jose Vicente Carrasquero A.
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@botellazo

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