La semana pasada fue dura en lo personal y en
lo político. En lo personal por la muerte de un grande amigo, el ingeniero
Erwin Arrieta Valera. Ocupó bastantes de las posiciones más importantes de la
industria petrolera venezolana y fue reconocido nacional e internacionalmente
como uno de los valores técnicos y
humanos sobresalientes que Venezuela ha generado. Nos conocimos a la caída de
Pérez Jiménez. Se convirtió en un sólido dirigente de la naciente Juventud
Revolucionaria Copeyana del Zulia. Fue jefe indiscutido de la Democracia
Cristiana Universitaria, dirigiendo con acierto y coraje la lucha contra la
izquierda insurreccional de los años sesenta. Me correspondió ser Secretario
Juvenil de la JRC en el Zulia y presidente de la DCU cuando Erwin aceptó ser
candidato a la presidencia de la Federación de Centros. Le faltaron pocos votos
para ganar, pero arrasó en Ingeniería y despejó el camino para un triunfo
avasallante un año después.
La Universidad del Zulia fue escenario vivo de la
primera gran derrota sufrida por el castro-comunismo. Erwin vivía en la
residencia estudiantil desde donde operaba la subversión organizada contra la
democracia. Eran muy pocos los copeyanos allí, rodeados por cuanto factor
negativo podamos imaginar.
Las tareas universitarias las compartíamos
con responsabilidades que progresivamente asumíamos en el Partido para hacerlo
crecer y convertirlo, como lo hicimos, en el primero y más grande de los
partidos del Zulia. Casi todos los protagonistas de aquellas luchas están
muertos físicamente. Ahora se incorpora Erwin a esa legión inolvidable. Buen
amigo, buen compañero, buen profesional. Buen hombre. El patrimonio humano del
país queda disminuido.
Pero no es lo único que nos ha afectado en
estos días. El cierre de la frontera con Colombia y la nueva militarización de
la zona, especialmente en el Estado Táchira es uno de los más perversos y
negativos disparates del régimen. Todo agravado por las disonantes y groseras
declaraciones de la dupla Maduro-Cabello. De lado y lado viven seres humanos
interconectadas por la historia y la relación familiar. Al régimen no le
importa. Mientras tanto todos sabemos que esto no resuelve nada y todo queda al
servicio de quienes ejercen el control. Sin complicidades al más alto nivel
cívico-militar no hubiera ni contrabando, ni bachaqueo, ni brutales asesinatos.
Fracasados en la política frente a Guyana, ahora provocan algo mucho peor con
relación a Colombia.
Oswaldo
Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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