"Es hora de reconocer nuestros conflictos no
resueltos, para entender el presente y encarar el futuro"
Hace días sostuve un interesante debate, con dos
respetados y buenos profesores: Gilberto Carrasquero y José Vircente
Carrasquero. La tertulia se centró en
las perspectivas políticas de Venezuela. Pero os confieso, nos quedamos cortos
o si acaso anclados, en un criticismo, que no da con ; l'état de la question...
La realidad política, social, económica y ética que
atravesamos, redunda analizarla, escribirla, taladrarla más. Repetir que el
socialismo es un modelo peligroso, promotor de la cultura del "dámelo
todo, del resuélvemelo tú, porque yo me lo merezco", es una tautología
dañina por el simple hecho de fijar la agenda. Centrar la atención en las
distorsiones sistémicas que ha producido esta versión tropical de
"revolución", despreciativa de
la condición creativa e inteligente del ser humano, lo que hace es publicitar
nuestra tragedia grupal, que no es otra que una utopía pro-colectivista,
gendarme y aborigen, que nos divide y nos violenta. El origen: El abandono de
unos y la codicia de otros. El
desenlace: por ahora, un continuismo de división y lucha de clases.
El desastre que sufrimos viene de desprecios y
frustraciones acumuladas de quienes no han tenido oportunidades. De una vulnerabilidad grupal, inducida por un
Estado rentista y castrador. De la anomia devenida de la borrachera petrolera.
Y todos naufragamos en ese bacanal, en ese clientelismo redentor. Un perverso
acomodo donde lo ciudadano, fue absorbido un alguacilato.
Insistir que andamos mal, que el paralelo anda desatado,
la inflación indetenible; la inseguridad incontrolable, la corrupción va por
libre o el default es inminente, es baladí. Son análisis a flor de labios, cuya
sinfonía fatalista y terminal, no aliviará
la patología de reflujos sistemáticos. El bolívar no se revaluará por
repetir que el control de cambios es obsoleto.
Tampoco eliminándolo. La cosa es más a fondo, más humana,
más originaria. La inseguridad seguirá cobrando vidas, si seguimos delegando en
los políticos, nuestro deber de "devolver al mestizo y al negro marginado
de su historia, la importancia de su papel en la génesis y en el desarrollo del
país" (Dixit Herrera Luque). Decir
que Maduro es malo o María Corina es buena, no resuelve la convivencia. El país
y su laberinto, son mucho más complejos que la suma de sus actores
políticos. Echarle el hueso a los
militares, a Dios que nos olvidó, o a nuestras desviaciones sicopáticas
(Ob.Cit), no es otra cosa que apostar
que otro resuelva este berenjenal, mientras yo me quedo analizando,
contemplando y sobreviviendo, !hasta que aparezca el nuevo hombre a caballo!.
El problema no se resuelve desdiciendo de nosotros mismos
sin revisarnos. Un pueblo de adversidades, devenido en zamarro y desconfiado,
que vive del mito del dorado. Es hora de reconocer nuestros conflictos no
resueltos, para entender el presente y encarar el futuro. Mínimamente
conflictos que se resuelven, aliviando la carga displicente y violenta del
discurso. ¿Cómo? La madre María Teresa de Calcuta dijo: "Las manos que
ayudan son más sagradas que los labios que rezan". Qué diremos de los
labios que nos satanizan como sociedad. Cambiar de actitud, es hablar bien de
nosotros. Es salir del mar de fondo braseando la ola, no nadando en su contra.
Y negar nuestros desplazamientos y exclusiones sociales, sin recoger las velas
del perdón, es nadar contra la corriente.
La ruta equivocada y palaciega fue convertir el petróleo
en el epicentro de una dependencia inhabilitante, que transformó al venezolano,
en accesorio y pedigüeño. En un apéndice
electoral. Pasamos de montoneras rurales a disputas entre AD y
Copei, al recién MUD vs. PSUV,
donde-antes-mediaba la tierra, y ahora, el petrolero, debajo de la misma
tierra... Pasamos del peón, esclavo y relegado, al numerario electoral, sumiso y subyugado, a
una pretendida social-democracia. Las masas se ajustaron al diseño de gobierno.
Su decisión de vivir del Estado, jamás fue consciente y reflexiva. El "pacto
social", (más de elites y de partidos),
obligó a "aceptar" la
oferta política de turno. Y teniendo el Estado los recursos para hacernos la
vida fácil y gratuita, decidimos concitar con esa golilla. Y todos fuimos
enejenados. Porque lo ha sido tanto el
que recibe, como el que nada da. Ahora el modelo se agotó. Sin comida, sin
garantía de vida, ni esperanza. Donde las masas se rebelan-intuitivamente-para
sobrevivir. En medio de ese desbordamiento de necesidades y carencias, la peor
estrategia, es la crítica, el desafecto, el retiro y la desunión.
Acercarse a las masas, es reconocer los errores. Nuestras
banalidades, nuestros egoísmos. Es extender "las manos que ayudan" y
que los labios digan: ¡te quiero, te respeto, me importas y aquí estoy! ¡Hemos
aprendido la lección! Tengo el sinsabor
que seguimos patinando en la diatriba crítica, esto es, en un presenteísmo
inoficioso e inútil.
Nos falta ser más asertivos y precisar dónde está el
enclave histórico que nos ha arrastrado más de 500 años. Esa fascinación hacia
"macho alfa", hacia el hombre de poder, que se alza frente al súbdito
sobre un buey, que aun nos acompleja y nos debilita, desenfadadamente...
Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
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