Los marxistas, expertos en ocultar escenarios
conflictivos abusando de la compulsiva propaganda a través de múltiples medios
bajo su égida, ahora se sienten sacudidos ante la dura realidad. La “faceta
romántica del marxismo” que alguna vez cautivó a moceríos de todas partes del
mundo, hoy a nadie seduce. De allí que se recurra al dominio coercitivo para
tapar las miserias visibles en cualquier calle del país. El legado de los
Castro, expertos en manipular con la pobreza, ya no rinde los efectos buscados.
En esta era cibernética, ¿qué pasa con nuestros jóvenes con edades entre 14 y
26 años?
Maduro y sus coadjutores, no obstante la
inocultable crisis, persisten en corear para todo evento “frases patrióticas”
tratando de disimular o negar los conflictos brotados de esta destructiva
utopía. Es más cómodo apuntar hacia blancos imaginarios que afrontar la dura
realidad como por ejemplo la expansión incontrolada de la delincuencia. Resulta
ahora que ésta es promovida por la Derecha, Paramilitarismo y hasta por el
imperio norteamericano a través del Pentágono. “Al fin y al cabo la violencia
es una creación imperial”.
Los menores de 16 años, obviamente no nacidos cuando llegó Chávez al poder, y el joven de 26 que apenas tenía 10 años en 1998, carecen de suficientes parámetros cronológicos para cotejar sus opciones de progreso con las que tenían sus iguales en los vilipendiados 40 años de democracia. Pero sí tienen conciencia crítica para percibir cómo se hunden en el atraso ante el acoso institucional velado por un colectivismo empobrecedor y chocarrero.
El gobierno la tiene cuesta arriba. ¿Cómo
puede un joven concebir la cuota diaria de robos y asesinatos con su realidad y
de su familia que viven constreñidos por facinerosos cuando se dirigen al
trabajo, al colegio o, a sus casas? ¿Cómo puede conciliar su miedo originado
por un maremágnum de conflictos turbulentos? Entretanto el aparato nacional
oficial de fabricación de mensajes insiste en señalar que la violencia es una
“falsa percepción” maquinada por el enemigo; que la delincuencia es un
signo de carácter individual tanto en su
expresión como en su origen. Revisemos algunos argumentos del gobierno:
“Toda
distorsión dirigida por el enemigo fracasará ante el éxito gubernativo
benefactor de los pobres. La violencia no se forjó en el actual socialismo y
tampoco actúa de modo sistemático. Hay buenos y malos como en toda sociedad”.
“Tampoco es cierto que la segmentación social instituida contra la clase media
sea obra de nuestra política inclusiva”. Veamos algunos mensajes de influyentes
revolucionarios para “dignificar” a nuestros jóvenes.
De Tareck El Aissami, importante exégeta del
régimen, a jóvenes nacidos o crecidos en este socialismo que tanto reverencia:
"Mientras uno más consigue pobreza hay más lealtad a la revolución y más
amor por Chávez, mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto
revolucionario" (Diario El Nacional, 4-9-14).
Nada menos que el Ministro de Educación,
Héctor Rodríguez, en su condición de forjador de nuestro joven de 16 años, en
el marco de una campaña oficial contra la pobreza: “no se debe sacar a los más
necesitados hasta la clase media, ya que, podría generar que éstos intentaran
convertirse en escuálidos" (El Universal, 25-feb-14).
Transcurridos más de tres quinquenios nuestro muchacho de 16 años y el hoy hombre de 26, sí saben. Saben por ejemplo que el interés gubernativo se encauza en dirección distinta, o peor, opuesta al progreso. Sus desvelos por ascender no es cuestión prioritaria para este extraño socialismo. Preguntar a El Aissami o a Héctor Rodríguez que los prefiere humillados y suplicando en una cola que verlos en institutos superiores que suscitan el conocimiento y ascenso. ¿Queda alguna duda para el 6-D?
Miguel
Bahachille M
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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