miércoles, 5 de agosto de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., ¿QUE NO ESTAMOS VIENDO?

El venezolano, sumergido en una penumbra institucional, avasallado por tantas fealdades, no avista el fondo de esta trama social. Colas, delincuencia, inflación, escasez, son eventos que colman el sermón familiar diario mientras nuestros hijos y nietos pierden la ruta hacia el progreso. El régimen ha logrado falsear todo juicio superior vinculado con la civilidad para constreñirnos por debajo; por ejemplo a pugnar por una canilla o una medicina simple como acetaminofén. En otras palabras, a degradarnos en los hechos y en la expresión. 

El término “alienación”, excesivamente usado y ya desgastado en la discusión de las concepciones marxistas, ahora ha sido retomado para alienar al pueblo. Sin darnos cuenta nos quedamos en esbozos simples tratando de captar lo que no se advierte en un abasto con las riñas para adquirir un litro de aceite. El gobierno intenta reducir todo a fichas polarizadas como patriota o apátrida mientras el proceso alienante amplía la brecha entre la patética realidad del “hace colas” y del gubernativo privilegiado al talante cubano.

La alienación seductiva, valga la plétora, ya no seduce ni al más lerdo. El ejemplo de Cuba es muy ilustrativo no solo para Venezuela; también para todo el mundo. ¿Qué puede hacer un arquitecto en La Habana siendo que las glorificadas edificaciones históricas se desmoronan gradualmente y tampoco existen nuevos desarrollos urbanos? Lo mismo ocurre con otros profesionales.

Hoy el cubano alienado durante más de cinco décadas está más pendiente de los acuerdos con “el imperio” para resarcir sus penurias, que de seguir propagando su modelo fallido. El arquitecto, entretanto, al igual que sus colegas licenciados, seguirá en las esquinas buscando formar parte en alguna de las tantas trovas.

¿Qué no estamos viendo? Los deformantes fenómenos sociales, no advertidos a tiempo por la mayoría en toda su magnitud y jerarquía, hoy se han hecho sistemáticos. Al principio pareció más fácil seguir con el desorden derivado de agasajos ideológicos que proceder al análisis más profundo ligado con el desarrollo. La mayoría, alucinada con las pautas desquiciantes de Chávez, ha comenzado a entender que son imposibles de perpetuarse con Maduro ni con cualquier otro populista. ¡Fin de una era!

Este chusco socialismo no ha dado un solo paso para activar a los grupos de desarrollo, ni como prefieren reseñarlo los izquierdosos, concordantes con nuestro patrón cultural y tecnológico. Por el contario, se ha ido desprendiendo de “todo eso” para proseguir con  una utopía históricamente fracasada en URRSS y luego en Cuba. Así pues el asunto trasciende las colas para cristianizarse en una abstracción enfermiza del régimen que se resiste a razonar con grupos disímiles. Por contrario, opta por reprimirlos.

Luego de 16 años se hace difícil, no imposible, bregar con el desasosiego que trajo esa especie de neurosis populista. Cálculos del sociólogo e investigador de la USB, Iván de la Vega, apoyado en registros formales de migraciones y censos de países y organismos multilaterales de 5 continentes, millón y medio (5% de la población) emigrados hacia Estados Unidos, Canadá, Australia, Panamá, España, entre otros, confirma la creación de un nuevo género de venezolano: “el emigrante”. Ese millón y medio avista el asunto más allá de las colas para concretarse en una “formalidad” que mutila su esperanza.

El dominio de grupos anárquicos y autónomos (colectivos) en medio de una gerencia amorfa, deja sin efecto cualquier metáfora frívola como la cansona evocación, por demás impolítica, de “Patria” para todo evento. Se ha creado un indeseable reflejo condicionante en el pueblo (tipo Pavlovl) que irónicamente vincula las colas, carestía, delincuencia, con cada mención populista del vocablo Patria.

Al gobierno nada le importa cómo está conformada nuestra sociedad ni el éxodo de nuestros valiosos muchachos. La concepción inicial del régimen arrancó como algo revuelto y desconcertante y así se preserva. Toca a la mayoría (6-D) emprender el giro político preciso no sólo para traer al millón y medio emigrado sino para redimir a 30 millones cautivos. ¡Es hora de ver el resto del bosque!

Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29

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