miércoles, 5 de agosto de 2015

JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA, EL DIVORCIO IMPOSTERGABLE, POR ADULTERIO POLÍTICO

Repitamos la cartilla como los maestros de escuela, a ver si por fin hacemos lo que debemos hacer:

1) Estamos bajo el dominio de Cuba, concretamente de la monarquía comunista cubana. No tenemos, pues, gobierno propio, porque la soberanía fue cedida a Cuba por el difunto, el más grande traidor a la patria, a quien sucedió el títere escogido por los monarcas cubanos. Es como si tuviéramos otra vez a Emparam y fuese nuestro país Capitanía General. Peor aún, ya no existe Venezuela. Vivimos en Cubazuela.

2) No es el gobierno títere el que dirige la política interior, sino Cuba, que ha trasplantado aquí su modelo político: la tiranía comunista. Todos los poderes públicos están bajo el control de Cuba. Lo que existe aquí es una administración colonial, a la cual se le premia su traición a la patria con el saqueo de la renta petrolera y el narcotráfico.

3) No es el gobierno títere el que traza y ejecuta la política económico-financiera, sino Cuba, que ha trasplantado aquí su modelo de economía comunista. Todas las decisiones las toma Cuba, quedando a cargo del gobierno títere sólo su ejecución. El colapso económico de Cubazuela viene precisamente de imitar a Cuba. Si los comunistas cubanos arruinaron a Cuba, no podía esperarse de ellos otra cosa que la ruina de Cubazuela, su copia, que ha traído por consecuencia lógica el empobrecimiento general de la población, agravada porque Cubazuela sostiene a Cuba.

4) No es el gobierno títere el que dirige la política exterior, sino Cuba que la maneja de acuerdo con su interés nacional. Fue Cuba la que decidió que Cubazuela cediera parcialmente el territorio limítrofe con Colombia a las FARC para que le sirva de refugio y ruta de salida de su negocio: el narcotráfico. Fue Cuba la que decidió que Cubazuela renunciara al Esequibo. Y es ahora Cuba la que decide revivir la reclamación territorial porque sus aliados perdieron las elecciones en Guyana.

5) Así como la monarquía española recurrió a criminales como Monteverde, Zuazola y Boves, entre otros, para reprimir con crueldad a los patriotas instaurando el terror, la monarquía cubana ha recurrido con el mismo fin a criminales organizados en “colectivos” para-militares y bandas de malandros, cuyos jefes o pranes, de nombre semejante a los asaltantes de camino del siglo XIX (Gómez  acabó con ellos en el XX), son llevados a La Habana donde reciben adoctrinamiento y entrenamiento para convertirlos en “criminales comunistas” al servicio de Cuba. Mientras aquellos bandidos españoles hicieron una guerra declarada después de la Declaración de Independencia, los criminales entrenados por Cuba nos hacen una guerra no-declarada (matan más de 25.000 venezolanos cada año, aparte de los heridos, secuestrados y asaltados) sin haber declarado la independencia. Una guerra asimétrica, en la cual los civiles patriotas estamos inermes porque los militares nos han traicionado.

En estas circunstancias liberarnos de Cuba es el objetivo primero y supremo, único modo de que, recuperada la soberanía, volvamos a ser Venezuela y así podamos tener gobierno propio y decidir sobre el modelo político, sobre el modelo económico y sobre las relaciones internacionales. Y para liberarnos de Cuba hay que salir del gobierno títere. Y para salir del gobierno títere hay que hacer renunciar a Maduro; o sea, repetir el 19 de abril de 1810 iniciando el proceso de recuperación de la independencia perdida. No hay otra alternativa.

¿Sirven las elecciones parlamentarias para forzar la renuncia de Maduro sin la cual es imposible que haya cambio de gobierno y mucho menos ruptura con Cuba?

Tal como están planteadas no sirven, porque como los colaboracionistas han usurpado el rol de oposición han desviado a los electores del objetivo (la renuncia de Maduro) hacia la cohabitación con Maduro.

Ahora bien, cohabitar con Maduro es cohabitar con Cuba, lo que han venido haciendo los colaboracionistas todos estos años. Tal como están planteadas las parlamentarias, lo que se busca es prolongar el adulterio político entre títeres y colaboracionistas en mejores condiciones para la pareja hasta ahora tratada como inferior. Siempre con Cuba de proxeneta. Un adulterio en el cual el traicionado es el elector de oposición.

Hay que acabar este funesto adulterio político, consumando el divorcio con la repetición del 19 de abril.

Jesus A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta

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