lunes, 3 de agosto de 2015

LUIS DANIEL ÁLVAREZ V., PORRAZOS APLAZADOS, ARGENTINA, DEMORACIA Y DICTADURA,

El pasado 29 de julio se cumplieron 49 años de una de las más bochornosas jornadas contra el pensamiento libre, en la que la agresión militarista y cuartelaria se  ensañó contra las universidades y su representación del saber y la cultura en el marco de una política absurda de represión sustentada en el supuesto moralismo y en una exagerada decencia.

Juan Carlos Onganía había llegado al poder por medios violentos, deponiendo al Presidente Constitucional Arturo Illia e instaurando una dictadura militar que no escatimó en aplicar una grotesca censura de prensa, limitó los espectáculos públicos, persiguió a los ciudadanos que incurrían en prácticas homosexuales o en relaciones extramaritales e incluso trató de imponer determinados cortes de cabello a los hombres y regular el uso de pantalones por parte de las mujeres.

El 29 de julio de 1966, un mes después de haber asumido el gobierno, se dio el bochornoso episodio de La Noche de los Bastones Largos en el que las fuerzas de seguridad recibieron órdenes de reprimir un conjunto de manifestaciones que se estaban presentando en la Universidad de Buenos Aires contra la decisión del gobierno de anular el régimen autonómico e intervenir la institución. Muchos de los detenidos sufrieron los embates de una agresión que además de condenable es humillante, pues cercena la dignidad que termina postrada ante los designios de la fuerza.

El daño no sólo lo llevaron quienes debieron soportar la saña de unos bastonazos que castigaban a los disidentes, sino el país, que empezó a observar como sus académicos y profesores abandonaban Argentina para ubicarse en lugares mucho más tranquilos para desarrollar sus investigaciones. De esta forma la dictadura puso a la Universidad de espaldas al país y trató de silenciar su clamor natural, dando un paso más hacia la consecución de su ideal de perpetuidad y violencia.

El recuerdo triste de la dictadura argentina que con tal de mantenerse en el poder fue capaz de destruir la Universidad, sigue latente. Muchas veces los bastonazos se presentan como carencias presupuestarias, bajas remuneraciones o pocas promociones a la investigación, tratando de cumplir los mismos objetivos que intentó Onganía con sus humillantes porrazos: provocar que los sueños de libertad, la razón social y la academia pierdan su esencia ante el abandono por parte de los integrantes de la comunidad, para convertirse en instituciones silenciadas, al servicio de proyectos personales y violatorios de la dignidad humana.

Luis D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva

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