Venezuela va deslizándose hacia una crisis
humanitaria. Las informaciones sobre su último bajón económico o el capricho
político más reciente del presidente Nicolás Maduro tienden a eclipsar este
desastre en cámara lenta. Sin embargo, el peligro de una implosión venezolana
crece.
Usted ya sabrá, seguramente, que Venezuela
tiene la tasa de inflación más alta del mundo, una moneda que se derrumba y
todas las perspectivas de no honrar sus deudas el año próximo. Habrá leído,
quizá, sobre la escasez de bienes de consumo (de todo, desde leche y pan hasta
cerveza y preservativos), y el esfuerzo requerido para obtener efectivo (una de
las maneras es secuestrar perros de raza para venderlos en Brasil).
Miseria de Venezuela
Hay algunas cosas que tal vez no sepa. En el
país con las reservas petrolíferas más grandes del mundo, los pacientes de
trasplante han recurrido a medicamentos veterinarios para seguir con vida. Los
coagulantes para tratar la hemofilia sólo se consiguen para urgencias. Cada vez
es más difícil encontrar medicamentos fuera de las ciudades. La malaria y el
dengue avanzan; como ocurre con la desnutrición, sólo que el gobierno frenó la
publicación semanal de boletines epidemiológicos en noviembre pasado y niega
que miles de médicos están renunciando y emigrando.
Todos los días, los venezolanos forman colas
en tiendas que están casi desabastecidas. El 31 de junio, un hombre fue
asesinado y varias docenas de personas arrestadas en la ciudad de San Félix
cuando compradores furiosos saquearon almacenes y atacaron vehículos estatales.
El potencial de alteraciones más frecuentes y fatales del orden público es
patente, especialmente ahora que Maduro intensificó las redadas militares sobre
los “acaparadores” que acumulan bienes de “contrabando”.
Los venezolanos que tienen puestas sus
esperanzas en las elecciones parlamentarias de diciembre probablemente se verán
decepcionados. Los principales líderes de la oposición han sido encarcelados o
inhabilitados para ser candidatos. Maduro ha prometido excluir a los veedores electorales
de la Unión Europea o de la Organización de Estados Americanos. Ha dicho que se
negará a aceptar la derrota del partido gobernante. La oposición cuenta con
ventaja en las encuestas, pero está dividida.
Arreglar la economía de Venezuela exigirá medidas
–poner fin a los subsidios y los controles de precios, liberar los tipos de
cambio, recortar el gasto público- que resultarán dolorosas por haber sido
postergadas durante largo tiempo. Un plan de ese tipo requiere cooperación
política, no la creciente represión a la que recurre Maduro.
Los vecinos de Venezuela tienen un interés
especial en evitar este desastre. Brasil y Colombia están distraídos con sus
propios problemas, pero no pueden permitirse ignorar la agitación en sus
fronteras –sobre todo porque Maduro utiliza las disputas territoriales para
encender el fervor nacionalista. Desde el exterior de la región, China ha
costeado el despilfarro de Venezuela con más de US$50.000 millones en préstamos
que bloquean suministros de petróleo y acuerdos preferenciales; también le
convendría que su deudor no cayera en el abismo.
Lo que pueden hacer los de afuera tiene un
límite. Pero los grandes vecinos y acreedores tienen influencia y deberían
comenzar a ejercerla. El mes pasado, Naciones Unidas convocó a Venezuela para
que explique su uso de la detención preventiva, los abusos en materia de
derechos humanos, la censura y la venganza contra quienes llevan denuncias a la
ONU.
Por su parte, los Estados Unidos deberían
intentar una diplomacia creativa. La administración Obama puede servirse de su
apertura con Cuba, y su próxima reunión con el presidente chino, Xi Jinping,
para presionar a ambos países de manera que impulsen un mejor comportamiento
venezolano. También deberían intensificar sus propuestas recientes a Maduro. Es
cierto que éste ha dado pocos motivos a los Estados Unidos para levantar las
sanciones y las prohibiciones de viajar que fueron impuestas justamente a un
puñado de funcionarios venezolanos.
Al mismo tiempo, deberían ofrecer asistencia
humanitaria –provisiones de medicamentos indispensables, leche en polvo y otros
alimentos básicos- al pueblo venezolano. Su pelea es con los gobernantes de
Venezuela, no con sus víctimas.
José Angel Borrego
periodistaborrego@gmail.com
@periodistaborr1
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