La expresión "capitalismo de estado" se ha hecho más frecuente
que sus equivalentes: socialismo, comunismo y economía planificada (quizás con
la posible excepción de la palabra "izquierda"), aunque todos ellos
pretenden designar a un mismo y único sistema, como claramente lo explica el
profesor Ludwig von Mises:
"Conviene distinguir netamente la economía de mercado de aquel otro sistema
- imaginable, aunque no realizable- de cooperación social, bajo un régimen de
división del trabajo, en el cual la propiedad de los medios de producción
correspondería a la sociedad o al estado. Este segundo sistema suele
denominarse socialismo, comunismo, economía planificada o capitalismo de
estado. La economía de mercado o capitalismo puro, como también se suele decir,
y la economía socialista son términos antitéticos. No es posible, ni siquiera
cabe suponer, una combinación de ambos órdenes. No existe una economía mixta,
un sistema en parte capitalista y en parte socialista. La producción o la
dirige el mercado o es ordenada por los mandatos del correspondiente órgano
dictatorial, ya sea unipersonal, ya colegiado."[1]
Curiosamente, no es extraño que con la fórmula "capitalismo de
estado" mucha gente quiera aludir -a veces inconsciente e instintivamente-
a un régimen de "economía mixta". Pero de momento que el término
capitalismo apunta a un sistema donde los bienes de capital son de propiedad
privada, lo que implica el uso y disposición de los mismos por parte de su
titular (es decir, donde es el particular el que tiene la dirección y el
control del bien en cuestión) va de suyo que esto excluye de plano un control
semejante por parte del órgano estatal. De donde deviene –a su turno- por
completo contradictorio emplear la expresión "capitalismo de estado".
Pese a ello, los autores socialistas, (en particular los marxistas) hicieron y
siguen haciendo uso de tan equívoca fórmula, pero con un sentido totalmente
diferente al enunciado en último lugar.
"«Capitalismo de Estado», versa sobre las políticas acumulativas
adecuadas para llevar al Estado paso a paso a lo largo del camino de su
«autorrealización». Su efecto consiste en cambiar el sistema social de forma de
maximizar el potencial de poder discrecional y poner al Estado en condiciones
de realizar plenamente dicho potencial."[2]
"Autorrealización" involucra pues la maximización del potencial
de poder discrecional del estado-nación, que sólo puede obtenerse mediante la
minimización del poder real residente en la sociedad civil (por oposición a la
sociedad política). Este fue el objetivo que se propusieron los teóricos y
líderes comunistas. En nuestro propio lenguaje, diríamos que el cambio del
sistema social vendría dado por su politización, que es el modo más idóneo
mediante el cual el poder estatal puede alcanzar su plena realización.
"La agenda para acrecentar el poder discrecional («¿Qué hacer?») debe
abordar primero el problema de disminuir la autonomía de la sociedad civil y su
capacidad de consenso. Las políticas por las que tiende a dejarse llevar el
Estado democrático que dirige una «economía mixta» erosionarán
inconscientemente una gran parte de los fundamentos de esta autonomía, la
independencia de los medios de vida del pueblo. Lo que el Manifiesto Comunista
llama «el triunfo en la batalla de la democracia» para «arrebatar, poco a poco,
todo el capital de la burguesía, centralizar todos los instrumentos de
producción en manos del Estado» constituye la culminación de este proceso. De
este modo, el Estado socialista pone fin a la monstruosidad histórica y lógica
de que el poder económico se encuentre difuso por toda la sociedad civil,
mientras que el poder político está centralizado. Sin embargo, al centralizar y
unificar los dos poderes, crea un sistema social que es inconsecuente con las
normas democráticas de adjudicación de la tenencia del poder estatal y que no
puede funcionar adecuadamente conforme a ellas. La socialdemocracia debe
evolucionar hacia la democracia popular o algo muy parecido, siendo entonces el
Estado lo suficientemente poderoso como para imponer este desarrollo y evitar
el fracaso del sistema."[3]
El mecanismo por el cual comienza la erosión de "la autonomía de la
sociedad civil y su capacidad de consenso", principia entonces con el
sistema de "Estado democrático" (equiparado a la
"socialdemocracia" conforme se infiere de la última parte de la cita
anterior). Aunque este autor parece avalar la factibilidad de una «economía
mixta» (la que L. v. Mises reputa imposible, conteste ya hemos visto en la
primer cita) concluye que las políticas que tienden a dirigir ese tipo de
economía "erosionarán inconscientemente una gran parte de los fundamentos
de esta autonomía, la independencia de los medios de vida del pueblo." Lo
que luciría acorde con la postura de L. v. Mises, por la cual los intentos de
formalizar una "economía mixta" conducirán –inexorablemente- por el
camino al socialismo, hasta caer de lleno en el. Esta consecuencia es
forzosamente cierta. No obstante, queda pues la incertidumbre de conocer hasta
qué punto dicho proceso es consciente o inconsciente, pero -concediendo el
beneficio de la duda- podemos dar por innegables las "buenas
intenciones" del "estado democrático", las que pese a su
"bondad" llevarán ineluctablemente a la sociedad hacia el abismo
económico. Es decir, que -según el marxismo- el "estado democrático"
(siempre entendido como el que pretende dirigir una "economía mixta")
es un simple (pero necesario) eslabón o paso previo al "estado
socialista". Inmediatamente, el "estado socialista" (mal llamado
"capitalismo de estado") importa la fusión de los dos poderes: el
político y el económico en uno solo: el estatal (en rigor el gubernamental).
Sin embargo, la concentración de ambos poderes conlleva a la aniquilación de
"las normas democráticas de adjudicación de la tenencia del poder
estatal", esto es: la desaparición del mecanismo democrático de elección.
La contracara de esta visión es la del estado liberal o capitalista,
instrumentado mediante la democracia liberal o capitalista, cuya característica
distintiva es –precisamente- la contraria: la más amplia dispersión del poder
político y económico dentro de la sociedad civil. En otras palabras, el pleno
auge de aquella autonomía que el socialismo procura exterminar.
[1] Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión
Editorial, S.A., cuarta edición. Pág. 398-399
[2] Anthony de Jasay. El Estado. La lógica del poder político. Alianza
Universidad. Pág. 22/23
[3] Anthony de Jasay. El Estado. ..ob. cit. Pág. 22/23
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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