Lo de Venezuela, al parecer no tiene remedio
por su propia decisión. Es una sociedad que espera todavía una solución mágica o providencial para
ponerle fin a esta tragedia. Lleno de complejos y resentimientos, de hábitos
inmediatistas y de soluciones fáciles en todos los órdenes, nuestro pueblo es
incapaz de reconocer nuestra cruda y peligrosa realidad.
Envilecido por años de democracia populista y
al amparo de la cultura de los petrodólares y del estado complaciente, el
venezolano actual concurre absorto a una situación que no identifica claramente
y si lo hace la tergiversa para adaptarla a un esquema mental que ha sido su
único referente ante la crisis que atraviesa: Por quinceava vez, irá a las elecciones y dejará todo en manos de Los
líderes de los desprestigiados partidos políticos porque “ahora si no habrá
fraude”.
Esta actitud se comprueba, con los graves
acontecimientos que dejaron un saldo de decenas de muertos en las protestas
ciudadanas. Toda esa furia desatada se les entrego mansamente a unos oficiantes
políticos, disfrazados de demócratas ecuánimes (colaboracionistas). Quienes
lograron para el gobierno lo que el mismo no pudo con la violencia criminal. El
apaciguamiento del pueblo.
Cuando una sociedad justifica tales desmanes
haciendo chistes, mofas y caricaturas de su propia realidad, ha descendido al
último estadio del ser humano. “La sumisión cobarde”. Otros siguen esperanzados
en que los Marines, la DEA, y el FBI, hagan lo que no hacemos los hombres de
este país.
No hay en ninguno de los sectores de
Venezuela, reacción determinante y llena de coraje, salvo algunas pocas
excepciones. Los empresarios, trabajadores, la mayoría de los estudiantes y la
población en general, casi todos desconocen por igual su justa libertad y su
verdadera servidumbre. Maldicen sus grillos, pero a veces pareciera que se
jactan de ellos.
Alborotos, eventos deportivos, fiestas y
aguardiente, playa y rumba, vacaciones, obras de teatro y conferencias de
gurúes internacionales, todo es válido, cualquier cosa es suficiente para
evadir la cruda realidad que nos destruye como pueblo y que nos hunde en la
indignación moral. El valiente tiene miedo del contrario, el cobarde de su
propio temor.
Los documentos y denuncias ante la ONU, OEA y la CIDH, son calistenia jurídica. Se convertirán en un fajo de papeles amarillentos o de vencidos Megabytes, por el bostezo del tiempo. El caso Cubano, es un ejemplo real aunque detestable del modo de operar del mundo internacional actual, que evidencia una crisis de valores. Otorgan un premio que aparentemente recibe ahora su régimen por 50 años de crímenes y opresión.
El que haya saqueos, y asesinatos dentro del
mismo gobierno, es un síntoma de descomposición, pero eso no se derrumbará
solo, como sueñan los débiles de esfínter. La historia no enseña sino por
analogía, no hay un manual de instrucciones, solo se puede aplicar en
situaciones relativamente comparables. La esperanza no es resignación ni
pasividad y el valor radica en hacer lo que más tememos hacer. Recordemos que
la derrota es huérfana, pero que la victoria no tiene sustituto.
Cesar
Guillen Citterio
cesarguillencittrerio@gmail.com
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