viernes, 14 de agosto de 2015

CARLOTA SALAZAR CALDERÓN, DEL “SÁLVESE QUIEN PUEDA” AL “SALVÉMONOS TODOS”.

La revolución venezolana, personificada en su gobierno, ha producido una de las mayores crisis de su historia, en lo político, polariza: socialismo vs. Democracia, derecha vs. Izquierda, socialismo vs. Capitalismo, malos vs. Buenos, patriotas vs. Apátridas…en medio del conflicto permanente descalifica cualquier acción política opositora, desde acusaciones infundadas de magnicidio y guerra económica, inhabilitaciones, hasta presos políticos; en lo económico, estatiza la economía para controlar, todo: desde que el que necesita comprar la comida para alimentar a sus hijos hasta el que necesita ejecutar una obra multimillonaria. Todo pasa por el gobierno: los dólares, vehículos, casas, licores… que reparte discrecionalmente a través de sus incondicionales a quienes extorsionan: con dinero o con la misma incondicionalidad. 

Ahora, si bien es cierto que responde a una política de Estado, no es menos cierto que cristaliza por del individualismo que ha recrudeciendo el “Sálvese quien pueda”, la misma actitud que hizo que la cultura del caudillo se tatuara en el comportamiento del venezolano. Ello, por la descomposición social que produjo el orden colonial, entre españoles, criollos, esclavos, mestizos, pardos, peones, comerciantes, ricos, cimarrones… cada quien buscó resolver sus asuntos por los “caminos verdes”, sobornando, corrompiendo, asaltando o tomando las montañas,  sin correspondencia con la legalidad y sin el más mínimo sentido de sociedad. El caudillo venezolano es una figura heredada de los españoles, el hombre fuerte que organiza sectores desposeídos, excluidos o desplazados, primeo con fines delictivos para asaltar hacienda y repartirse el botín y luego para acceder al poder político. Para lograr su objetivo, el caudillo, debe tener el dominio absoluto de la situación, en una relación de ordeno y mando, no tiene aliados, sino, incondicionales y no tiene adversarios, sino, enemigos que debe destruir. Este comportamiento impregna la cultura del venezolano con tanta fuerza, que pasa a ser una forma de conducción política y social, que reemplaza la institucionalidad.  

Comportamiento que se ha ido ajustando al zeitgest, al espíritu de los tiempos: vandalismo - guerra – montoneras – dictadura – democracia. Con ello, la fortaleza del gobierno descansa en el caudillo de turno y no en sus instituciones y la fortaleza de la sociedad en los más fuertes o en los más vivos. De allí que cuando la revolución, para mantenerse en el poder, crea este caos político y económico, lo hace porque hay un caldo de cultivo.

  Pero lo más grave es que los sectores del país que se autodenominan “democráticos”, han caído en el juego del gobierno, al engancharse en los temas: de la democracia, del capitalismo, del patriotismo, la derecha política, sin exigir los reales cambios que necesita el venezolano, que están en su comportamiento, en que no podemos seguir siendo individualistas, vivos y oportunistas, que esos antivalores debemos cambiarlos, pero debemos cambiarlos todos, no sólo el “chavismo” “todos”.

Debemos recuperarnos del abandono familiar y exigir responsabilidad a los padres, educar en familia, aprender a escuchar, no podemos oír sino aprendemos a escuchar, reconocer al otro que no es saber y decir que está allí sino asumir que tiene un valor importante y necesario, humanizarnos en la convivencia, adquirir la conciencia de grupo de equipo, lo grupal por encima de lo individual, la organización social para ser libres y no esclavos de una parcialidad partidista. Entender en definitiva que el poder está en nosotros en la sociedad en conjunto que debe adquirir la capacidad de canaliza sus demandas. Sólo con estos niveles de conciencia podremos abandonar ese tirano caudillo que como el diablo malo nos habla al oído. 

Cuando este desgobierno corrupto, irresponsable y propagandero, de íconos y consignas vacías, tenga al frente un modelo de Estado Ciudadano, que proponga los cambios reales que necesita el país para salir adelante en paz, nos “Salvaremos todos”.

Carlota Salazar Calderón
carlotasc@gmail.com
@carlotasalazar

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