El rostro del sacerdote se alargó sin
transmitir una mueca de expresión, solo un pequeño rictus labial que denotaba
estupor, enojo, sorpresa, desagrado o quizás desconcierto, que logró captar la
cámara del fotógrafo, cuando el papa Francisco con los brazos caídos a sus
costados observó el singular crucifijo que, a manera de regalo y bienvenida, le
ofrecía Evo Morales a su invitado.
En esos microsegundos, cuando escuchaba las
explicaciones del origen de la singular talla de madera donde se encontraba
yacente el Jesús de los cristianos, ha debido pensar cómo responder ante tamaño
despropósito, sin dejar entrever
desagrado.
Ofendido no ha debido sentirse, su fe y el
significado de la cruz va más allá de una imagen o talla, es solo un símbolo
que recuerda al cristiano el significado de su fe y su compromiso con la
Palabra.
Lo demás es liturgia, ritualismo, adornos de
identificación externa que ayudan a mantener el compromiso de vida libremente
aceptado, una manera de alabar al Señor en comunión con otros peregrinos.
Pero el ser humano tiende a respetar en el
otro, lo que considera le hacen particular. Por ejemplo la bandera de una
nación, el escudo del Barça o del Real Madrid, el goleta del Magallanes, la
estrella de David o la cruz para el cristiano. Es una manera de compartir al
ser miembro de algo más allá de su individualidad. Difícilmente uno
representaría al Buda sentado sobre un buey degollado, más que una broma de mal
gusto o de humor negro, sería una falta de respeto al otro, a su dignidad como
ser humano, a sus creencias, etnia o modo de vida. Claro, ésta es una reflexión
que parte de la aceptación de la pluralidad, la libertad, la democracia y la
convivencia basada en el respeto.
Cuando cayó la dictadura comunista checa, y
el pueblo clamaba venganza, Vaclav Havel se encargó de apaciguarlo solo con
esta frase: “No les hagan daño. “No
somos ellos” .
También el mal tiene otros símbolos que le
identifican, por ejemplo: la cruz gamada de los nazis, el fascio para los
fascistas y, la hoz y el martillo de los comunistas.
Y precisamente el crucifijo que le entregó
Morales al Papa Francisco estaba incrustado en una hoz y un martillo de madera.
De allí el rostro adusto del Papa, que se limitó a recibirlo y pasarlo a su
asistente.
El objetivo de su viaje iba más allá de caer
en la primera provocación del singular presidente. ¿Hizo Evo Morales esto por
diferenciarse, ubicarse, alertar, humor negro, irrespeto o por ser gracioso?
Pueden ser una o todas ellas juntas. Pero la ignorancia estaba presente, porque
después de la vida el más preciado don para el cristiano es la libertad. Y el
comunismo es la negación de la libertad. Pero así son ellos.
Juan
Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
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