Mucho se habla
del "poder" de las "grandes" corporaciones en alusión a
empresas multinacionales privadas. Pero poco respecto del temible poder mucho
más peligroso y real de las grandes corporaciones burocráticas estatales y
gubernamentales, cuyo imperio económico supera varias veces al de las compañías
privadas más grandes.
Este problema viene de antigua data, en manera alguna es
"nuevo", y los liberales tuvieron buena parte de culpa en el crecimiento
del poder de las burocracias gubernamentales:
"En contraste con la hostilidad de los liberales del siglo XVIII hacia el Ejecutivo y la burocracia, los liberales del siglo XIX toleraron e incluso aceptaron de buen grado la acumulación de poder por parte del Ejecutivo y de una cantidad de empleados del Estado afianzados en la oligarquía y en la burocracia." [1]
Son las
burocracias estatales las que manejan los hilos del poder, a tal punto que sin
su soporte los gobiernos no podrían operar, o tendrían que hacerlo en niveles
muy bajos y breves. La burocracia es el motor del gobierno y cualquier decisión
que el gobierno adopte jamás podría llevarse a acabo si no fuera por medio de
la burocracia, siendo -por lejos- está la parte más grande de cualquier
gobierno, ya sea que se considere a sus miembros en conjunto, o bien al
presupuesto que insume. Este presupuesto es una de las partidas de lo que en
economía se conoce como El Gasto Público, y es históricamente una de las
partidas más grandes de todos los presupuestos nacionales. Pero para ello, es
requisito previo el establecimiento de una alianza:
"la antigua
alianza entre los intelectuales y las clases dirigentes del Estado. La alianza
se basa en un quid pro quo: por un lado, los intelectuales difunden entre las
masas la idea de que el Estado y sus dirigentes son sabios, buenos, y a veces
divinos, o por lo menos inevitables y mejores que cualquier otra alternativa
concebible. A cambio de este despliegue ideológico, el Estado incorpora a los
intelectuales a la élite gobernante, garantizándoles poder, estatus, prestigio
y seguridad material. Además, son necesarios para integrar la burocracia y
"planificar" la economía y la sociedad." [2]
Esta es una de
las razones por las cuales la gran mayoría de los intelectuales apoyan ideas de
izquierda, estatistas, socialistas, populistas, en una palabra, colectivistas,
y también es uno de los motivos más poderosos por el cual la mayoría de las
personas creen que todo lo importante en la vida debe hacerse a través de los
gobernantes o del poder del estado nacional; que el gobierno debe intervenir en
todo y –lamentablemente- son los que propagan la terrible falacia de que los
gobiernos son "siempre buenos" e "infalibles". Es este mito
lo que ha instalado la falsa idea que de que para que un gobierno sea
"bueno" sólo se necesita de políticos honestos, ignorando que la
realidad indica históricamente algo muy diferente a esta divulgada fábula.
"la
tendencia natural del Estado es acrecentar su poder, no reducirlo; pero aquí
tenemos la peculiar situación en la cual el gobierno inicialmente intensifica
el poder de los sindicatos y luego clama por restricciones contra ese poder.
Esto recuerda los programas agrícolas del Estado, en los cuales una rama del
Departamento de Agricultura les paga a los agricultores para que restrinjan su
producción, mientras otra rama de la misma agencia les paga para que la
aumenten. Sin duda, esto es irracional desde el punto de vista de los
consumidores y los contribuyentes, pero perfectamente racional desde la perspectiva
de los agricultores subsidiados y del creciente poder de la
burocracia."[3]
La clave para
entender este comportamiento bien llamado irracional consiste en reparar que
los fondos con los que las burocracias hacen estos desaguisados son fondos
ajenos, es decir, no salen de los bolsillos ni de los políticos al frente del
poder, ni de los jerarcas burócratas que manejan dineros que no les pertenecen
y se apropian de bienes que corresponden a consumidores y contribuyentes. La
burocracia siempre tiene un comportamiento irracional, por la sencilla razón de
que opera extra muros del mercado, y el mercado es su enemigo, al que combate
en forma encarnizada. Hay que recordar también que, todo subsidio otorgado por
el gobierno retorna indefectiblemente a las arcas del gobierno vía impuestos,
que se sufragan por contribuyentes de hecho y de derecho, pero nadie quedará
sin pagar impuestos, excepto, claro está, los miembros del gobierno y sus
poderosísimos aparatos burocráticos.
"es
inherente a toda burocracia gubernamental ajustarse a un conjunto de reglas e
imponerlas de manera uniforme y autoritaria. Si no fuera así, y el burócrata
decidiera sobre los casos individuales ad hoc, se lo acusaría, con justo
derecho, de no tratar a cada contribuyente y ciudadano de manera igual y
uniforme. Sería acusado de discriminación y de brindar privilegios especiales.
Además, desde el punto de vista administrativo es más conveniente para el
burócrata establecer reglas uniformes en toda su jurisdicción. A diferencia de
la empresa privada, cuya finalidad es obtener ganancias, a la burocracia
gubernamental no le interesa ser eficiente ni servir a sus clientes lo mejor
posible. Al no tener fines de lucro, y a salvo de la posibilidad de sufrir
pérdidas, el burócrata puede descuidar, y de hecho lo hace, los deseos y
demandas de sus consumidores-clientes. Su interés principal es "no hacer
olas", y esto lo logra aplicando equitativamente un conjunto de reglas
uniforme, no importa lo inaplicable que pueda ser en cualquier caso puntual."
[4]
Sin embargo, a
pesar de ser cierto lo anterior, también es verdad que los burócratas
discriminan, y es precisamente esto último lo que se conoce con el nombre de
corrupción, fenómeno cuya extensión -sobre todo en Argentina- ha llegado a
niveles alarmantes batiendo todos los récords históricos hasta el presente. En
realidad, como ha demostrado la Escuela de la Public Choice -con James Buchanan
y Gordon Tullock a la cabeza- los burócratas si, tienen fines de lucro como
cualquiera, pese a que no ofrecen nada a cambio de ello.
[1] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The
Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904). Pag. 27
[2] Murray N. Rothbard, ob. Cit. idem. Pág. 69-70.
[3] Murray N. Rothbard ob. Cit. idem. Pag. 103
[4] Murray N. Rothbard. ob. Cit. idem. Pág. 149-150
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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