Jugar a la guerra
puede terminar siendo sumamente peligroso. Así lo muestra la historia… Sólo con
recordar la tragedia que significó para el pueblo japonés el error histórico de atacar la base naval de
Pearl Harbor, es un excelente ejemplo de ese riesgo. Permitió al gobierno de Franklin Delano
Roosevelt romper el aislacionismo de su pueblo e intervenir en la Segunda
Guerra Mundial. En la América Latina, el doloroso caso de la Guerra de las
Malvinas debería hacernos reflexionar para no cometer los mismos errores. El 2
de abril de 1982, los argentinos se
despertaron con la noticia de que las islas Malvinas habían sido recuperadas
por un sorpresivo desembarco del Ejército. El criterio estratégico que imperó
fue que Inglaterra no enviaría tropas a recuperar las Islas. Craso error. El
verdadero objetivo del régimen militar era fortalecerse ante el desastre
económico y las graves denuncias por violación de derechos humanos. El
resultado: la derrota y la muerte de cerca de 650 jóvenes argentinos.
La creación de la
Zona de Defensa Integral de la Fachada Atlántica debería haber sido la
respuesta necesaria ante la provocativa e intransigente posición mantenida
tanto por el anterior como por el actual gobierno de la República Cooperativa
de Guyana. Lo que no es fácil de
explicar es la rectificación del decreto 1787, alegando “fallas en los
originales”. La nueva versión del
decreto, aparecida el 8 de junio de 2015, tras indicar las mismas coordenadas
plantea “que existe un área marítima por
delimitar que será determinada una vez
se resuelva la controversia pendiente
entre la República Bolivariana de Venezuela y la República Cooperativa de
Guyana según el Acuerdo de Ginebra”. Esta rectificación deja en claro que los
puntos T, U, V en la práctica no existen. El colmo es que en ese mismo decreto
se creó la Zona de Defensa Integral Occidental produciendo tal grado de
preocupación en Colombia que su gobierno emitió una nota de protesta, la cual,
según creo, no ha tenido respuesta..
Crear esta crisis
con Colombia es inexplicable. Nuestras relaciones se encontraban totalmente
normalizadas después de la firma del Acuerdo de San Pedro Alejandrino entre los
presidentes Barco y Pérez y el reconocimiento por ambos gobierno de los
principios de la bilateralidad y de la globalidad. Es verdad que las relaciones
durante estos últimos años han sido muy
complejas, pero nunca los delicados enfrentamientos se originaron por problemas limítrofes.
Ahora, volvemos de nuevo al doloroso pasado que parecía superado. Regresar a
tensiones militares como la producida
por la presencia de la Corbeta Caldas en aguas territoriales venezolanas no es
lo más conveniente para ninguno de los dos países. Después de haber superado
tan delicada situación, surgió un período realmente positivo en nuestras
relaciones que permitieron fortalecer importantes vínculos económicos y
comerciales. Reconstruir ese pasado reciente debería ser el objetivo del
liderazgo democrático.
En verdad,
Nicolás Maduro está conduciendo a Venezuela a
un delicado enfrentamiento internacional difícil de superar sin graves
consecuencias para Venezuela. Lo curioso, es que se haya escogido un momento de
marcada debilidad de nuestro país para provocarlo. Generar, al mismo tiempo, un
incremento de tensiones militares con Guyana y Colombia no tiene sentido. Al
analizar la situación con Guyana se requiere tomar en cuenta que ese país tendrá un firme apoyo de la
Comunidad del Caribe y del Reino Unido, motivado a sus estrechas relaciones
históricas. Tampoco se puede olvidar la reciente reunión realizada en Jamaica
entre el presidente Obama y el Caricom y las difíciles relaciones entre
Venezuela y Estados Unidos. En el caso de Colombia, su potencialidad militar es
similar a la de Venezuela, pero se debe considerar como un factor fundamental sus privilegiadas
relaciones con los Estados Unidos.
Lo inaceptable,
como lo entiende perfectamente bien el pueblo venezolano, fue tratar de hacer
creer que la maniobra de crear la Zona de Defensa Integral de la Fachada
Atlántica era una respuesta a la posición de Guyana de rechazar “una solución
práctica de la controversia” como lo establece el Acuerdo de Ginebra. Si
hubiese sido así no se habría rectificado, de manera mucho más discreta, dicho
decreto manteniendo que tres de los cuatro puntos que definen dicha Zona Estratégica está en
discusión con Guyana. En definitiva, el real objetivo de esta maniobra ha
sido tratar de obtener la mayoría en las
elecciones parlamentarias. No creo que se logrará. Es demasiado el descontento
nacional. Además, la experiencia de la Guerra de las Malvinas indica que es un
grave error histórico diseñar una política
exterior que sólo busca satisfacer objetivos de un gobierno en particular y no verdaderos
intereses nacionales.
Fernando Ochoa Antich.
fochoaantich@gamil.com.
@FOchoaAntich
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