Volvamos hacia atrás las páginas de la
historia. Después de la invasión de Saddam Hussein a Kuwait se interrumpió la producción
petrolera tanto de Kuwait como de Irak.
Los mercados petroleros, ávidos,
voltearon la mirada hacia Venezuela.
Siempre habíamos sido capaces de aumentar
nuestra producción petrolera en momentos de crisis. Pero esa vez no podíamos
hacerlo. Nuestro potencial había
mermando. PDVSA requería urgentemente de inversiones, pero no estaba en
condiciones de realizarlas porque las prioridades del Estado eran (con toda razón) la salud, la
educación, la justicia, la seguridad y la defensa. Los recursos no alcanzaban.
Además, el país cayó después en una
gigantesca crisis financiera.
Existían grandes proyectos en gas y petróleo,
pero como la industria se había nacionalizado había limitaciones legales. Lagoven, una de las filiales de PDVSA,
consultó a la Corte Suprema de Justicia. En una enjundiosa Ponencia de Román
Duque Corredor, la Corte señaló los mecanismos y las condiciones que
permitiesen incorporar capitales privados sin violar el artículo 5 de la Ley de
Reversión. Allí nació la Apertura Petrolera.
Entendiendo sin embargo que el problema era más político que
jurídico, PDVSA se dirigió entonces al Congreso Nacional pidiéndole determinar
las bases de negociación que permitiesen abrir un proceso de negociaciones con
el sector privado.
Ya con las bases aprobadas por el Poder
Legislativo y con la bendición del Poder Judicial, PDVSA emprende la
negociación de las Asociaciones Estratégicas en la Faja del Orinoco. Uno de los
cuatro grandes proyectos contratados fue el de Cerro Negro, en asociación con Exxon.
Exxon se comprometía a desarrollar la
tecnología para explotar crudos extrapesados de la Faja del Orinoco y a
instalar una enorme planta de mejoramiento en Jose para producir petróleo sintético cuyo procesamiento final
se haría en una refinería en los EEUU que pertenecería en un 50% a PDVSA y un
50% a Exxon.
Esa fue la refinería de Chalmette, de enorme importancia estratégica. Con
capacidad de 190.000 barriles diarios y
estaría dotada de gran flexibilidad para procesar tanto crudos pesados como
ligeros y dispondría, además de un
terminal portuario, de poliductos que la comunicaban con el Oleoducto
Colonial, parcialmente propiedad de CITGO y le daba fácil salida a sus
productos a través de la gigantesca red (más de 14.000) estaciones de servicio
CITGO, empresa que a su vez pertenecía en un 100% a PDVSA.
Ya suscrito el contrato de Cerro Negro con
Exxon, PDVSA -en un exceso de prudencia- decidió enviarlo para su ratificación
final al Congreso Nacional, cumpliéndose exhaustivamente con todos los extremos
legales. El proyecto comenzó a desarrollarse con gran ímpetu y éxito.
Pero entonces Chávez ganó las elecciones y
decidió pedir a la Corte Suprema de Justicia que anulara todo lo relacionado
con la Apertura. Casi dos años después de estar al frente de la Primera
Magistratura, la Corte Suprema de Justicia decidió ratificar todas las
actuaciones de la Apertura Petrolera en Ponencia de su presidenta Cecilia Sosa.
Un Chávez enfurecido decidió tomar vías
diferentes. Optó por cambiar vía habilitante la Ley de Hidrocarburos, con lo
cual modificaba las condiciones de los contratos que se habían suscrito. A las
empresas signatarias les pidió aceptar todas las nuevas condiciones o marcharse
del país. Muchas aceptaron porque los precios del petróleo habían aumentado
sustancialmente y además porque las nuevas condiciones les permitían ser
propietarias y poner en sus libros el valor de las reservas petroleras del
subsuelo que antes pertenecían íntegramente a la nación.
Sin embargo, algunas no aceptaron esas condiciones
y entre ellas estuvo Exxon Mobil. Nadie niega el derecho soberano de una nación
a modificar sus leyes. Lo que sí debería criticarse es la falta de criterio
para cometer soberanas estupideces y eso fue lo que hizo el gobierno
venezolano.
El caso pasó a un arbitraje internacional,
que finalmente perdimos. Ahora vamos a pagar las consecuencias. Tendremos que
pagar a Exxon una indemnización que parece escapar de las posibilidades de
PDVSA en las actuales circunstancias. Una de las secuelas es que tuvimos que
vender nuestra participación en la refinería de Chalmette .
Pero las secuelas podrían ser mucho peores.
Ya excluida de Venezuela, Exxon Mobil comienza a explorar en búsqueda de
petróleo en aguas que Venezuela considera parte de su fachada Atlántica. Para
ello contó con la bendición implícita del presidente Chávez, quien visitó
Georgetown en el 2004 levantando el veto que tradicionalmente Venezuela había
establecido a los inversionistas que se arriesgasen a invertir en la Zona en
disputa y que había impedido que Exxon explorase las concesiones que allí había
recibido desde 1999. Chávez lo hizo por consejo de Fidel Castro buscando el
voto de las naciones del Caricom a fin
de elegir un Secretario General de la OEA que resultase favorable a sus proyectos.
Fue otra decisión soberana y a la vez otra soberana estupidez cuyas
consecuencias hemos pagado duramente.
Exxon consiguió petróleo en esas aguas. ¡Antes no se hubiera atrevido para no arriesgar sus intereses en Venezuela! Perdimos el arbitraje internacional en el CIADI con lo cual tendremos que indemnizar a la Exxon Mobil. Asfixiados por falta de recursos, tuvimos que vender nuestra participación en la refinería de Chalmette que teníamos en asociación con Exxon Mobil. Y quien sabe que ocurrirá en el diferendo con Guyana.
Estamos hablando de un cúmulo de soberanas
estupideces que le están causando un monumental daño a nuestro país. Y todo lo
que falta …
Jose Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
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