martes, 30 de junio de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, INFLACIÓN, PODER ADQUISITIVO Y NIVEL DE PRECIOS

"Cuando rige el sistema de trueque, si el precio de una docena de huevos es de un kilogramo de manteca, el poder adquisitivo de una docena de huevos será, inter alía, de un kilogramo de manteca. El poder adquisitivo de una docena de huevos será también una décima parte de un sombrero, etcétera. A la inversa, el poder adquisitivo de la manteca equivale a su precio en términos de huevos; en este caso, el poder adquisitivo de medio kilogramo de manteca es media docena de huevos. Después de la aparición del dinero, el poder adquisitivo de una docena de huevos es igual a su precio monetario, que en nuestro ejemplo es un dólar. El poder adquisitivo de medio kilogramo de manteca será cincuenta centavos de dólar, el de un sombrero diez dólares, etcétera. "[1]

Los debates sobre la inflación, que se han puesto de moda nuevamente en virtud de las altas tasas inflacionarias existentes sobre todo en los países latinoamericanos, suelen centrarse en un aspecto que -en el fondo- resulta irrelevante y que es el del aumento de los denominados "índices generales de precios", soslayando de esta manera el verdadero problema que representa la inflación, y que consiste en el paulatino o acelerado deterioro del poder adquisitivo del dinero, explicado este último concepto de manera clara por el formidable profesor Rothbard. Lo determinante del proceso inflacionario es que descalabra el precio de cada unidad monetaria, lo que genera -del lado inverso- aquel efecto al que se le llama aumento de precios. En rigor, lo que exactamente sucede es que la inflación ocasiona la baja del precio del dinero. Es por esto que decimos que la inflación consiste en un fenómeno enteramente monetario, y no debido a otro tipo de causas. Porque la emisión que es su origen y que en un contexto de curso forzoso y legal repercute sobre el precio del dinero en forma directa y principal, sólo secundaria pero inexorablemente lo hace en el precio de los demás bienes y servicios.

"¿Cuál es, entonces, el poder adquisitivo, o el precio, de un dólar? Será una vasta gama de todos los bienes y servicios que pueden adquirirse con un dólar, es decir, de todos los bienes y servicios existentes en la economía. En nuestro ejemplo, podríamos decir que el poder adquisitivo de un dólar es igual a una docena de huevos, o a un kilogramo de manteca, o a una décima parte de un sombrero, etcétera. En suma, el precio o poder adquisitivo de la unidad monetaria será una gama de las cantidades de bienes y servicios alternativos que pueden adquirirse con un dólar. Dado que esta gama es heterogénea y específica, no puede resumirse en alguna cifra de nivel de precios unitaria."[2]

La explicación demuestra la inutilidad de la pretensión de tratar de unificar las diferentes variaciones de precios en relación a un precio o índice común a todos ellos. Lo que en otras palabras nos dice la cita es que no hay un solo poder adquisitivo para el dólar (o la moneda que fuere en cada país) sino que habrá tantos poderes adquisitivos diferentes para una moneda específica de acuerdo a las diferentes valoraciones que las partes contratantes otorguen a dos tipos de bienes diferentes, a saber: por un lado, la moneda que será medio de intercambio, y por el lado siguiente, al bien o servicio que será el objeto de intercambio final. De este entrecruzamiento de valores (que también será diferente de conformidad a las particulares subjetividades de las partes contratantes) saldrá como resultado el verdadero poder adquisitivo de la moneda en cada caso particular. Es decir, el poder adquisitivo variará conforme a cuál sea la derivación de cada operación particular e individual de intercambio.

"Mises también pone de manifiesto la falacia del concepto de “nivel de precios” cuando analiza precisamente cómo aumentan los precios (es decir, disminuye el poder adquisitivo del dinero) en respuesta al incremento de la cantidad de dinero (suponiendo, desde luego, que los planes individuales de demanda de saldos en efectivo o, en términos más generales, las escalas de valores individuales permanecen constantes). En contraste con la hermética concepción económica neoclásica que separa el dinero y los niveles de precios de los precios relativos de los bienes y servicios individuales, Mises demostró que un incremento de la oferta monetaria influye de manera diferente en las distintas esferas del mercado, y con ello modifica inevitablemente los precios relativos. Supongamos, por ejemplo, que la oferta de dinero aumenta un 20 por ciento. El resultado no será, como da por sentado la economía clásica, un simple aumento general del 20 por ciento en todos los precios. Imaginemos, a título de suposición, el caso más favorable, que podríamos denominar el modelo del Arcángel Gabriel, según el cual el Arcángel Gabriel desciende de las alturas y de la noche a la mañana incrementa el saldo de caja de todo el mundo precisamente en un 20 por ciento. Ahora bien, no todos los precios aumentarán simplemente un 20 por ciento, porque cada individuo tiene una escala de valores diferente, un ordenamiento ordinal diferente de las utilidades, incluso las utilidades marginales relativas de los dólares y de todos los otros bienes de su escala de valores. A medida que aumenta el stock de dólares de cada persona, sus adquisiciones de bienes y servicios variarán de acuerdo con la nueva posición que éstos ocupan en su escala de valores respecto de los dólares. Por lo tanto, variará la estructura de la demanda, al igual que los precios relativos y los ingresos relativos de la producción, y se modificará también la composición de la gama de bienes y servicios que constituyen el poder adquisitivo del dólar."[3]

Lo que constituye a nuestro juicio en la refutación más lúcida que se haya dado del concepto falaz de "nivel general de precios" o de "índice de precios" en el que insisten muchos economistas, y cuyo valor solamente puede ser estadístico o meramente académico.

[1] Murray N. Rothbard, "La teoría austriaca del dinero", Revista Libertas Nº 13 (Octubre 1990) Instituto Universitario ESEADE, pág. 2-3
[2] Murray N. Rothbard idem nota anterior.
[3] Murray N. Rothbard, idem nota anterior.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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