Este
régimen surgió de la sangre y la muerte. Eso fue el 4 de febrero de 1992. Violaron la constitución y el juramento
militar, engañaron a los soldados que participaron en el golpe y masacraron venezolanos en nombre de la probidad y la justicia. La
vida carcelaria de los máximos responsables expresó la generosidad y el
espíritu democrático fraguado por los venezolanos luego de padecer largas
dictaduras.
La democracia, no solo respetó los derechos ciudadanos de los
presos, si no que les permitió beneficios que estaban más allá de lo que les
correspondía legalmente. Recibían visitas de todo tipo, todo el tiempo,
disponían de televisores, radios,
teléfonos celulares, y finalmente, los indultó. Posteriormente pudieron actuar
en política y ganar unas elecciones contando con un organismo electoral
institucional que cumpliendo con su deber, proclamo el triunfo de Chávez.
A la
violencia y los muertos del cuartelazo del 4 de febrero del 92, se unieron los
del 27 de noviembre del mismo año, y hoy, a 23 años de esos actos criminales la
instigación a la violencia, a la destrucción entre venezolanos, al fomento del
odio, constituyen una política de estado.
A escasos dos o tres días de la abortada cita con el Papa, el señor
Maduro gritaba en cadena nacional “prepárense para un tiempo de masacre y
muerte si fracasara la revolución bolivariana”.
No hay que prepararse por “si
fracasara” la tal revolución, hay que prepararse para sacar del gobierno a esta
desgracia que ha producido la destrucción material, espiritual y moral de
Venezuela. Masacre y muerte padecemos
desde hace 15 años. De 194 países que existen en el planeta, Venezuela ocupa
hoy el segundo puesto en cantidad de homicidios. La tasa de homicidios de
acuerdo a cifras del Observatorio Venezolano de la Violencia, es hoy de 82 por
cada 100 mil habitantes, Venezuela está muy por encima de países con conflictos
armados. Baste mencionar para darse una
idea de la terrible realidad que padecemos, que los Estados Unidos, con 90% más
de habitantes, tiene una tasa de 5, por cada 100 mil habitantes. A la violencia de la delincuencia común
estimulada por un régimen que en 15 años ha elaborado más de 20 inútiles planes
para combatirla, hay que agregar la violencia directa del gobierno contra los
ciudadanos.
La persecución a la disidencia de cualquier tipo, la prisión de
dirigentes políticos, la destitución de funcionarios electos por el pueblo, el
espaldarazo público a actos criminales como los ocurridos en la Alcaldía
de MBI, la existencia de zonas de la
capital y de otras del país como refugios particulares de grupos armados
utilizados para agredir y amedrentar a la ciudadanía, y todo esto violando con
cinismo el estado de derecho, son manifestaciones concretas de violencia.
Lo es
también la corrupción, a la cual solo falta erigirle una estatua, mientras en
Venezuela (Giordani Dixit) y el mundo,
se denuncia con nombre y apellido a bandoleros que han robado millones de
dólares que hubieran podido emplearse en obras útiles para el país. Es
violencia y agresión a los ciudadanos imponerles interminables y cotidianas
colas para tratar de proveerse de medicinas y alimentos que escasean por la
inaudita incapacidad del gobierno. Se podrían citar muchas otras formas de
violencia gubernamental. Mas amenazas de “masacre y muerte” expresan el terror
que siente el gobierno ante la obligación de realizar elecciones
parlamentarias, sabe que la única duda está en si la oposición UNIDA, sin
liderazgos mesiánicos, ganará por mayoría simple o si obtendrá los 2/3 de la
Asamblea. Y esto no es un asunto baladí. Si los venezolanos somos capaces de
salir a votar en avalancha para reconstruir el país, y en consecuencia
obtenemos los dos tercios, se evitara prolongar la destrucción y la barbarie
hasta el año 2019. Ellos saben que esto es posible, de allí que insistan en no
anunciar la fecha de las elecciones.
Algunos de quienes están en huelga de hambre siempre han dicho que
estamos en plena dictadura, sería
sensato entonces pensar en la suerte que corrió Franklin Brito, un ciudadano
humilde, que en nada “desestabilizaba” al régimen, y aún así le dejaron morir.
Es tiempo de luchar en equipo, y no olvidar jamás que la MUD no es un partido
político, sino un ente coordinador de más de 26 organizaciones, todas con
iguales derechos a proponer alternativas y a que estas sean discutidas, pero
eso sí, en el entendido de que tan democrático es proponer una estrategia
determinada, como aceptar el resultado de su discusión. No hay cabida para el
estilo Jalisco, “que si no gana, arrebata”. Estamos quizá, en uno de los más
delicados momentos de estos largos 15 años, es hora de aprender el valor y la
necesidad de la madurez política. Nadie puede decir “la unidad soy yo”, quien lo haga será
responsable no solo de impedir un triunfo que debe ser clamoroso, si no de la
consolidación de lo que podrá ser, ahora sí, una dictadura sin cortapisas.
Freddy
Ignacio Nuñez Martinez
freddynm6311@gmail.com
@freddynm6311
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