Nicolás Maduro y la camarilla
gobernante están convencidos que los venezolanos no tienen memoria. Están
equivocados. Es verdad que nuestro pueblo nunca ha guardado resentimientos ni
odios, pero han sido tantos los errores cometidos por este régimen que difícilmente
nuestra historia olvidará que Hugo Chávez y sus cómplices han sido los
responsable de este doloroso período de destrucción nacional. No sólo despilfarraron un inmenso ingreso
nacional, provenientes de los elevados precios petroleros, sino que endeudaron
a Venezuela de tal manera que, en la
práctica, estamos quebrados. La pobreza, el violencia, la inflación y la
escasez son los nuevos símbolos de la sociedad creada por el chavismo. Ahora,
Maduro de manera irresponsable, sin medir las consecuencias, nos está
conduciendo a un delicado enfrentamiento internacional creyendo que, de esa
manera, podrá fortalecer su decaída popularidad y ganar las próximas elecciones
parlamentarias. Ilusiones. Ese objetivo es imposible de alcanzar.
Sencillamente, están derrotados
Los venezolanos conocemos
perfectamente, aunque ahora surjan filípicas patrioteras, que por más de
dieciséis años la política exterior del chavismo se caracterizó por su
debilidad y contradicción. Era una política que lo único que buscaba era fortalecer
la figura de Hugo Chávez sin importar comprometer los intereses vitales de
Venezuela, entre ellos las relaciones con los Estados Unidos que, en este
momento, serían fundamentales si ocurriera una tensión militar. El caso de
Guyana lo he tratado en varios artículos anteriores. Voy a resumir los graves
errores cometidos durante estos años que nos han conducido a la actual
situación. Irresponsablemente, Hugo Chávez dio dos declaraciones que
comprometieron nuestra posición. En el
2004 sostuvo: “Venezuela no se opone a ningún proyecto de desarrollo en
el Esequibo, autorizado unilateralmente por Guyana, si beneficia a su pueblo” y
en el 2007 mantuvo: “Venezuela inició la reclamación del Esequibo por presiones
de los Estados Unidos para desestabilizar el gobierno de Chaddy Jagan”.
Esa misma
posición la tuvo el canciller Maduro al no reaccionar, en el año 2009, ante el informe del embajador de
Venezuela en Guyana Darío Morandi, que sostenía: “al revisar el mapa anexo
queda evidente que con esta acción Guyana le cerraría a Venezuela su salida al Atlántico, lo
cual sería estratégicamente
inconveniente, además de los perjuicios económicos que representaría para
nuestro país perder el acceso a los recursos marítimos y petroleros”. Pero el colmo fue haber mantenido como jefe
de Estado una visita a Georgetown conociendo que Guyana había entregado en
concesión el bloque “Roraraima”, ubicado en la fachada Atlántica del Delta,
espacio marítimo venezolano. En lugar de suspender la visita y dar una
terminante declaración rechazando la posición de Guyana, guardo un inexplicable
silencio. Esta manifiesta debilidad pudo haber generado un Estoppel por
aquiescencia. Todos estos errores, y complicidades son la causa de la actual
posición de Guyana.
Ésta complaciente
política exterior sólo reaccionó, en marzo de 2012, ante la absurda e
inaceptable solicitud realizada por Guyana ante la Secretaría General de las
Naciones Unidas para ampliar su plataforma continental a 350 millas, sólo consultando a Barbados,
Trinidad y Tobago, y Surinam, y sin considerar que su solicitud limitaba
totalmente nuestra proyección marítima generada por el Delta del Orinoco y
desconocer la controversia territorial con Venezuela por el territorio
Esequibo, la cual se rige por el Acuerdo de Ginebra, firmado en 1966, por
Venezuela, el Reino Unido, y Guyana,
próxima a independizarse. La respuesta de Guyana a ese comunicado de Venezuela
desconoce totalmente las consecuencias jurídicas de ese Acuerdo. Esta inaceptable
posición justifica el decreto presidencial 1787, creando las zonas de Defensa
Integral Marítima e Insular Atlántica e
iniciar de nuevo el tradicional patrullaje con buques de la Armada para poder
garantizar la soberanía venezolana en nuestro mar territorial, zona económica
exclusiva y plataforma continental.
Recientemente, en
una inteligente entrevista con César Miguel Rondón, el general José Antonio
Olavarría y el embajador Emilio Figueredo, expertos en el tema, clarificaron
los delicados errores cometidos por Nicolás Maduro al emitir, de la forma en
que lo hizo, el decreto 1787. El primer y más grave error es no haber
considerado la existencia de importantes y convenientes acuerdos bilaterales
con Colombia. El segundo, no entender
que el decreto 1787, aún siendo de derecho interno, tenía que considerar con
precisión los derechos marítimos venezolanos para evitar que surgieran
reacciones en otros países por
considerar vulnerados sus intereses y tercero, no entender que ese decreto
tenía que ser orientado específicamente como una respuesta ante la
intransigente y abusiva posición de Guyana. Hacerlo como se hizo tenía que
generar tensiones con otros países, La respuesta de Colombia era de esperarse.
En diplomacia y en la guerra se necesitan aliados. Generar adversarios de
manera innecesaria no sólo es un absurdo sino que compromete intereses vitales
de Venezuela.
Fernando Ochoa Antich.
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich.
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