martes, 9 de junio de 2015

EJILDO LUJAN, PRIMER CAMPANAZO Y EL PUEBLO ESTÁ BRAVO

Lo que está sucediendo en Venezuela, es inédito en la América del Sur y, tal vez, en el resto del mundo.

Todos los países de estas latitudes, en repetidas oportunidades, han sufrido grandes sacudones sociales por las reiteradas elecciones de malos Gobiernos signados por el populismo engañoso de pueblos incultos y de pobreza extrema, o bien por golpes de Estado, generalmente de procedencia militarista, que  terminaron imponiendo regímenes dictatoriales.

Todos, invariablemente, han  cumplido un ciclo de uno a veinte años, terminando su mandato en una rebelión popular, donde las autoridades del régimen  resultan detenidas, muertas o en fuga permanente por el resto del mundo. Para luego de unos años, repetir el ciclo y, muchas veces, con los mismos actores. Es el caso que se dio en Argentina, Ecuador, Colombia y en varios países de Centro América, entre tantos otros.

Es oportuno señalar que las características de todos estos malos Gobiernos que, generalmente, se autodenominan revolucionarios, como es el caso de Cuba, de países africanos y otros del Medio Oriente, han estado fundamentados en un populismo reiterativo. Y, por supuesto, con bajos presupuestos en educación, para  mantener la ignorancia del pueblo, su engaño, una actitud de sumisión en el medio de una pobreza crítica, como su sometimiento dócil por carencias vivenciales de todo tipo.           

En el caso inédito de Venezuela, en 1998 no hubo un golpe de Estado. El país, por errores del Gobierno de turno y de los que le antecedieron, entró en una preocupante recesión económica; los partidos políticos desvirtuaron su razón de ser por muchos años y le dieron la espalda al pueblo. Fue así como surgió un líder que ofreció cambios importantes, a saber: seguridad, pulcritud administrativa, justicia y progreso. Los ciudadanos concurrieron a unas elecciones y ese nuevo dirigente, prácticamente novato en política, ganó las elecciones con amplitud.

Ese ganador electoral nunca propuso ni habló de Socialismo del Siglo XXI durante su campaña de ofertas. De hecho, fue Fidel Castro quien definió claramente dicha propuesta como Comunismo.

Luego de ser electo, cambió las condiciones con pausa y sin prisa. Primero con una Constituyente, y luego con interpretaciones sucesivas y subjetivas de  la Constitución, hasta llegar a un incumplimiento flagrante de la misma, y terminar allanando el camino fértil para la instauración de un régimen comunista en Venezuela.

Las consecuencias han sido terribles. El país petrolero que registró durante los últimos 16 años el ingreso de más divisas que en todos los de vida Republicana, hoy, sencillamente,  es una Nación que presenta un cuadro económico y social deplorable. Lo distinguen altos niveles de pobreza crítica, inseguridad, escasez, deterioro dramático de su estructura productiva. Asimismo,  la inflación más alta del mundo, y, como si fuera poco, un colapso general de la confianza del Gobierno en la población, y de ésta en quienes le gobiernan, con lo cual se plantea una situación que anula alternativas viables para avanzar en la generación de soluciones por la vía del diálogo y del entendimiento.

Lo que hace inédito el caso venezolano, es que, a pesar de las duras incidencias que ese cuadro tiene en el sistema de vida de cada ciudadano, Venezuela y su población no han procedido a intentar un cambio violento de sus autoridades por la vía de un golpe de estado ni nada parecido. De hecho, cada denuncia de “golpe”, no ha pasado de ser una charada más de la estructura propagandista gubernamental, para atacar la disidencia y encarcelar al liderazgo democrático emergente.

La población, por el contrario, ha optado por la recurrencia a las alternativas constitucionales de cambio, demostrando cultura política y madurez cívica. Ha concurrido reiteradamente a procesos electorales, aun  en condiciones adversas. Ha sabido resistir, con no poco sufrimiento y pérdida de libertades, hasta llegar a  diseñar sus propias fórmulas organizativas, y crear escenarios de un auténtico cambio de rumbo. Sin duda alguna, en esta última fase su mayor conquista ha sido la  promoción de la idea de que Venezuela sí necesita superar el duro momento que está viviendo, apoyándose en las ventajas de la participación voluntaria, racional y libre . Y lo ha hecho sentir en la opinión Internacional, argumentando la inconveniencia política y social del Gobierno, especialmente a partir de su continua violación de los Derechos Humanos.        

Prueba de dicho avance se refleja en que el 30 del pasado mes de mayo,  se materializó la convocatoria a una marcha de protesta pacífica de uno de los líderes de la Oposición, Leopoldo López, quien se encuentra preso injustamente en una cárcel militar desde hace más de un año. Es un detenido a la espera del cumplimiento del debido proceso, y que se le enjuicie por delitos ciertos y no  por haber protestado públicamente, como lo han dicho sus abogados defensores.

La convocatoria fue hecha en contraposición al criterio de la Mesa de la Unidad Democrática(MUD), un Partido de la oposición que aglutina casi una treintena de organizaciones políticas, más no al grueso de la gran población opositora, identificada por su condición independiente. Esa diferencia hizo suponer que la población no concurriría a la marcha de  protesta. Sin embargo, sucedió lo contrario: acudió masivamente al llamado en casi todas las ciudades del país con una multitudinaria concurrencia. Lo hizo demostrando y reafirmando el espíritu democrático y apego e identificación con la trascendencia de la necesidad de justicia social que predomina entre los venezolanos, en claro rechazo a la actual situación que agobia al país y a cada uno de sus ciudadanos.

En lo que dicho evento se ha traducido, es en otro mensaje en el que los ciudadanos democráticos le advierten al Gobierno y a la MUD –que desconoció el llamado a participar- que el pueblo sí cree en la Unidad como expresión de integración  de fuerzas democráticas, pero no como franquicia de la MUD. De igual manera, que  no se somete a la voluntad del sectarismo grupal, y mucho menos signado por una mezquina pretensión dedocrática.

Es tiempo de corregir. Y la posibilidad de que eso suceda, es válido para el partido de gobierno, como para la propia Mesa de la Unidad Democrática. Si no lo hicieran, una vez más, se estaría repitiendo otro episodio político tradicional en la historia venezolana, en la que se actúa con incapacidad para entender en qué consiste en la vida de los pueblos la aparición del "Primer Campanazo de un Pueblo Bravo".

No entenderlo con sabiduría pudiera traducirse en pérdida de paciencia y de compostura. Y, peligrosamente, en la  derivación de  una incontrolable reacción de violencia. Diálogo es la consigna. Y que Dios guíe los pasos de los llamados a hacerlo posible.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan

Enviado por
Edecio Brito Escobar
edecio.brito.escobar@hotmail.com

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