Hay
una pequeña diferencia, no tan sutil, entre Buhonero y Bachaquero. En mis
tiempos mozos, un buhonero era un trabajador informal quien adquiría al mayor
algunos víveres y diversos artículos (considerados baratijas o de mala calidad)
y los vendía más baratos en las calles, sobre las aceras, donde eran perseguidos
porque representaban una competencia, que llamaban desleal, al comercio formal;
porque, no pagaban impuestos, ni tenían los gastos “overhead” propios de una
empresa del comercio organizado.
En
un cierto momento, los mismos comerciantes tenían sus testaferros buhoneros en
las mismas aceras al frente de sus negocios.
Es decir, cortaban orejas y rabo, o como las hojillas Gillette, cliente
que se le “pasaba” o escapaba del negocio, su propio buhonero lo “repasaba”. En
Puerto Cabello, en razón directa de su naturaleza de puerto y cercanía con
islas como Curazao y Aruba, se venden, ya no baratijas sino ropa de marca y
perfumes, incluso el whiskey, de buena
calidad a precios muy asequibles y la cosa se transformó; pues, venia gente de
todas partes no sólo a comprar, sino a vender como buhoneros. Las calles se
abarrotaban y no se podía circular y, a lo largo de los últimos años, hay que
reconocer que se han tomado medidas para reorganizar este comercio en nuevos
espacios construidos al efecto, lo que transformó el mercado original y lo
elevó a ser un suerte de centro comercial
a cielo abierto. El viejo mercado municipal (insuficiente) quedó de
ornato y recuerdo turístico. El mercado de Tejerías sigue adelante y el nuevo,
el Mercado de la Noria, adosado al terminal de pasajeros de igual nombre, no
parece calar en el gusto ni de los buhoneros ni de la clientela; pero, esto es
harina de otro costal y no del presente
escrito. Eso sí, las calles están desalojadas de buhonería y se puede circular.
Este
buhonero, que mi hermano en Caracas graciosamente llama "buhonegros",
representaba una suerte de héroe popular a lo Robin Hood, quien ayudaba los
venezolanos a redondear la arepa. Ellos no gozaban de las prestaciones sociales
de un empleo productivo formal, con seguridad social (salud y pensiones), pero
tenía que pagar la vacuna del funcionario que se hacía de la vista gorda para
dejarlo operar en su “punto”.
Por
cierto, en un cierto momento el gobierno, agobiado por las críticas de la
oposición por el alto nivel de desempleo, decidió incluir a los buhoneros en su novedoso baremo de
clasificación de actividades productivas y lo considero empleo formal, para
engrosar sus amañadas estadísticas. Aún recuerdo el día que el ciudadano
Eljuri, presidente del Instituto Nacional de estadísticas (INE), publicó la
cifras de desempleo la cual rondaba el 45 % y el difunto le armó un zaperoco en
público y al siguiente día realizó los arreglos necesarios, como por arte de
birlibirloque, para llevarlo a un 12 % y prometió que pronto sería de un
digito. El argumento del presidente era
que esos buhoneros eran trabajadores tan dignos como los comerciantes y
merecerían libertad y apoyo del gobierno. Es decir, un poema de populismo y
demagogia a los que nos tenía acostumbrados.
El
19 de diciembre de Elías Eljuri declara
estas perlitas: “Hasta noviembre de 2011 el desempleo en Venezuela se ubica en
6,2%, índice que muestra una reducción de 1,5 puntos porcentuales al compararlo
con el mismo indicador para 2010, que entonces fue de 7,7%” “Eljuri destacó que
el índice de desempleo se ha reducido progresivamente desde la llegada del
presidente, Hugo Chávez, en 1999”.
El
caso es que con la destrucción del aparato productivo perfeccionado en 15 años
desgobierno, el desabastecimiento y a la escasez, combinada con una bestial
inflación, nos lleva a la estanflación que nos abruma, y es el signo de la
grave crisis por la que atravesamos.
Bien
lo dice Samuelson, premio nobel de economía, que la respuesta racional del
comerciante es la de comprar cuanto pueda y depositar estos bienes para irlos
ofreciendo en la medida en que le sea rentable, lo que incide en los aumentos
de los precios de mercado. Baja oferta y alta demanda producen altos precios,
simple, ¿no?
Como
bien me apunta mi economista privada, mi capitana y patrona, el nuevo buhonero
o bachaquero, ante la ausencia de empleo formal, se rebusca y el gobierno no lo
persigue de un todo, porque no pueda ofrecerle empelo productivo. Ya es el jefe
de casa, mujer u hombre, quien sale a la calle y hace colas y compra lo que
sea, para revender. Ahora a precios más caros y el único que se beneficia es él
o ella, e indirectamente el gobierno, porque el bachaquero repite. “Así, así,
así es que se gobierna”.
Este
comerciante informal ya no es solo aquel que tenía los “puntos” establecidos en
la ciudad, sino que pasó a ser todo aquel que tuviera algún dinero y contactos
en las cadenas de distribución para adquirir de todo y llevarlo nuevos puntos; pero, en las ciudades
fronterizas o en los mismos puntos acostumbrados; pero, ¿adivine qué?, ahora a
precios más caros que lo que era la práctica común de un comerciante informal
del pasado.
La
práctica no solo se aplica a los víveres y demás mercaderías, sino que llegó a
ser la de adquirir, en connivencia y cohecho con el alto funcionario, dólares a
6,3 bolívares y revenderlos al precio del mercado negro o paralelo. O sea,
nació la buhonería o bachaquería del dólar.
Eddy
Barrios
eddybarrios@gmail.com
@eddybarrios2
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