El resto de su vida
lo pasará en prisión el más alto funcionario de seguridad del gobierno del
Presidente chino Xi Jing Pin al haberse convertido en el nuevo foco de atención
de la campaña de adecentamiento del gobierno y del Partido Comunista. El juicio
que dictaminó la dura sentencia de prisión perpetua a Zhou Yongkan hace pocas
semanas fue mantenido en silencio desde sus inicios hace dos años, pero en voz
baja todos comentaban lo que sería el duro fin de quien fue la mano derecha del
mandatario en asuntos de seguridad interior, por haber metido la mano en
negocios turbios y tráfico de influencias.
Desde su advenimiento
a la cabeza del Partido Comunista y poco después a la cabeza del gobierno, Xi
se dedicó no solo a hurgar en cuestionables negociados que se producían aguas
abajo en la cadena de autoridad, sino además a hacerles ver nítidamente a sus
colaboradores de todo rango cual podría ser el fin de su carrera si eran
atrapados haciendo parte de los mismos.
Tanto a los “tigres”
o jerarcas comunistas como a las “mosquitas” o funcionarios de bajo rango en la
administración-como los ha calificado el propio Presidente - la advertencia fue
temprana e inequívoca.
Sin previo aviso de
sus superiores, contingentes importantes de oficiales gubernamentales eran
sustraídos unas horas de sus ocupaciones habituales, un día cualquiera de una
semana cualquiera, para llevarlos en transportes colectivos a hacer una visita
de cortesía a aquellos colegas que ya habían recibido, en pellejo propio, el
peso entero de la Ley anticorrupción y reposaban con sus huesos en prisiones
estatales.
La Comisión Central
para Inspección Disciplinaria, desde el año 2012 hasta nuestros, días había
sometido a investigación a más de 120 altos oficiales por corruptelas y se
cuentan por decenas de miles los ciudadanos privados de libertad en los estratos administrativos inferiores.
Se evidenciaba así que el apego de Xi a esta limpieza de sus cuadros oficiales
no podía ser ignorado.
Además, algunos casos
ejemplarizantes no han dejado duda ente la población que la cosa va en serio.
Ya en el año 2013 otro sonadísimo caso, el de Bo Xilai, también un alto
funcionario del Buró del PC, había marcado el tono de lo que sería una guerra
sin cuartel contra corruptelas protagonizadas desde dentro de las filas del
Ejército de la Revolución o del Parrido Comunista, sin miramientos en cuanto a
los cargos que los acusados ocuparan.
Si en el caso de
Xilai la alta jerarquía permitió que los ríos de tinta derramada por la prensa
local alcanzaran la prensa mundial, de manera de explicitar las verticales
intenciones del mandatario, en esta ocasión ha sido más hacia el interior del país
que mensaje ha sido dirigido. Hasta las filtraciones de torturas infringidas a
los acusados forman parte del menú puesto a la disposición del público
interesado en conocer los pormenores de los casos. Zhou como figura cimera del partido y como el
oficial de mas alta gradación acusado de corrupción, es bastante más
protuberante que Bo y mas cercano aun a Xi,
de allí que el primero haya sido convencido que ganaba más admitiendo su
culpabilidad que esquivándola.
Dentro del corolario
de este episodio, lo que sí ha quedado demostrado para quienes están al
servicio dela República del Pueblo, es que autodisciplina e integridad son
exigencias inexcusables de la actual administración.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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