lunes, 11 de mayo de 2015

ZENAIR BRITO CABALLERO, “A PROPÓSITO DE LAS CRISIS”

Está enfermo. Se la pasa lamentándose de la suerte que tiene y protesta por todo: porque no hay plata, porque hace frío, porque la novia lo dejó, porque no se halla, en fin…Por cualquier tontada llora, la comida le cae mal, no duerme, se vuelve irascible y piensa cosas sin sentido. Asume el más detestable de todos los roles: el de ‘pobrecito yo’. Es el ‘quejón’, el amargado, el aburrido, ese que jamás le encuentra el rumbo a su mundo.

¿Conoce a alguien así? Es fácil de identificar: se le ve triste, desanimado, casi depresivo. Vive cansado, no se concentra en nada y hasta piensa en morir. Lo peor es que en ese afán de buscar consuelo, el ‘pobre hombre’ termina refugiado en la lástima que le ofrecen los demás. Es más, se atreve a decir que Dios lo abandonó y, por supuesto, le vive echando la culpa a Él de todo lo que le sucede.

De alguna forma y en esta época en la que el mundo entero habla de crisis, todos podríamos llegar a ser unos “pacientes espirituales”. Los problemas de plata, el desamor, los quebrantos de salud y las angustias del día a día terminan enfermándonos el alma.

Si eso le ocurre, usted puede estar sujeto a dos salidas viables. Primera: ir al médico de tal forma que pueda recibir un diagnóstico y un tratamiento. ¡No! no es que esté loco; es que necesita ayuda profesional. Segunda: descansar en Dios. Porque debe saber que no está solo. Sí, sin siquiera notarlo, cuenta con la intervención de alguien que desde arriba lo acompaña, cualquiera sea el momento por el que esté atravesando.

Usted puede sentirse hundido y hasta creer que no vale nada. Pero no es así. Por muy oscura que sea la noche, al fin amanece y de todas formas, en las tinieblas o en la claridad, Dios escucha al que padece. Además de tener fe, si estamos depresivos y buscamos a Dios, finalmente evitamos un mal muy común en estas épocas, que hemos decidido bautizar así: “hipocondría espiritual”.

Ojo: experimentar esa sensación no es que sea un delito, ni mucho menos un pecado. ¡Ni más faltaba! Lo grave es no hacer nada para salir de esa situación de derrota permanente. Mejor dicho: no pierda tiempo, deje de protestar por su vida y póngase a trabajar ya. ¡Actuar siempre será bueno!

De ahora en adelante, cuando crea que usted es un ‘pobrecito’, lo mejor será buscar la mejor cápsula y la más efectiva receta que doctor alguno le podrá recomendar: ¡Dios! Por ello, le conviene dejar de aburrirse por todo lo que le ocurre. Lamentarse no resuelve su situación. Además, si usted asume el papel de “quejador”, las personas que lo rodean se fastidiarán y terminará aburriéndolas.

Siga las siguientes recomendaciones para que el mundo no le parezca tan “desabrido”: 1. No envidie a nadie. 2. Vaya a su trabajo con entusiasmo. 3. Evite pensar en cosas desagradables. 4. Si encuentra alguien en su camino, salúdelo siempre sonriendo. 5. Jamás juzgue a una persona por su aspecto. 6. No comente sus problemas con extraños. Es más, evite hablar demasiado. 7. No les demuestre a los demás lo que usted no es en realidad. ¿Para qué aparentar? 8. Enfrente las situaciones que le ponga la vida con fuerza y valentía. 9. Realícese en su hogar y disfrútelo. 10. Agradezca siempre a Dios por lo que tiene.

¡Decídase! Desde hace mucho tiempo usted está postergando la solución de su problema. Es hora de “tomar el toro por los cachos”. Use de manera racional su buen sentido para resolver su problema, pero sin precipitación alguna. Permanezca en silencio y pida ayuda divina. Una voz muy clara y límpida le señalará el camino a seguir. Aprenda a escuchar la voz interior que existe en su interior. Ella tiene las soluciones para todos sus problemas. Y una vez decidido, siga el rumbo aconsejable: ¡camine hacia adelante!

Lo siguiente fue dicho alguna vez por Albert Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucedernos porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura”.

Es en la crisis que nace la inventiva amigos lectores. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y sus penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la “crisis de la incompetencia”.

Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque en crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.

Zenair Brito Caballero 
britozenair@gmail.com
@zenairbrito

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