Ya frente al ocaso de la segunda guerra mundial, en 1944 se reunieron las potencias vencedoras en el hotel conocido como, Bretton Woods, New Hampshire, para establecer los cimientos del nuevo edificio financiero mundial.
Ahí mismo, de la mente de Keynes, nacían el Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial, y se establecía el dólar como moneda de referencia, siempre que la FED sostuviera el patrón oro cotizando el dólar a $35 la onza. Las economías del mundo iniciaron un activo desarrollo bajo condiciones de estabilidad entre 1944 y 1971. En este período, EEUU se consolidó como la potencia mundial.
En el año de 1971, cortesía de Nixon, EEUU abandona el patrón oro y el valor del dólar pasa a sostenerse exclusivamente en la confianza que le dan sus poseedores. Se inicia la flotación de las monedas y el dinero fiduciario. Los bancos centrales del mundo, ya sin el arnés de los acuerdos de Bretton Woods, salivaban ante la oportunidad de control vía manipulación del valor de sus monedas.
A partir de este evento, el mundo ha vivido bajo la tiranía de los bancos centrales y, en especial, la del FED. Estas instituciones se convirtieron en arma letal para guerras comerciales, políticas y, en especial, económicas que, siguiendo la tradición keynesiana, ante economías enfermas, o, si tenemos elecciones en puerta, se procede a imprimir dinero como remedio milagroso.
Ante una depresión iniciada hace casi 30 años, el Banco de Japón realizó una sorpresiva maniobra al aumentar la dimensión del programa de flexibilización cuantitativa que durante años ha llevando a cabo, es decir, incrementar la cantidad de dinero que inyecta en su patuleca economía que no responde. Ello provocó que la bolsa japonesa se elevara a la estratosfera y el yen se hundiera en las profundidades devaluatorias.
El yen ya había caído un 11% frente al dólar y la noticia del Banco de Japón, ha provocado continúe desplomándose y la economía no responde.
Lo que el Banco de Japón ha hecho, es declarar abiertamente una guerra de divisas. ¿Por qué? Sus problemas económicos ha durado décadas y sus niveles de deuda están fuera de los límites razonables. En tal situación, la impresión de dinero parece la solución más fácil. Pero, como la historia nos ha demostrado, esa estrategia siempre ha provocado arribar a objetivos totalmente contrarios a los perseguidos.
El Banco de Japón asume una conducta tan irresponsable que, incluso, ha superado la demencia de la Reserva Federal de EEUU en su desbocada carrera. Los japoneses están destruyendo la credibilidad de su moneda en un desesperado esfuerzo, estilo keynesiano, para impulsar el crecimiento económico a corto plazo.
¿Por qué devaluar su moneda?
Hay muchas razones por lo que naciones miopes se aplican este harakiri. Piensan que al devaluar se hace más fácil manipular sus pasivos. La deuda pública en Japón alcanza ya el 250% del PIB y la deuda total, incluyendo la deuda corporativa y privada, alcanza el 600% del PIB. Cuando se inundan los mercados con emisiones irresponsables de dinero flotando sin control, afrontar esos agobiantes niveles de deuda se vuelve, en su miopía, algo soportable.
En segundo lugar, esas mismas naciones devalúan sus monedas porque con ello consiguen sus productos sean más baratos en el mercado mundial, sin entender que, con ello limitan el poder de compra de sus ciudadanos afectando sus niveles de vida. Es decir, "rebajando el precio" ayuda a vender productos en los mercados mundiales, pero no a comprar a otros países lo que se necesita y no se tiene en casa, o, es ridículamente caro. Adam Smith afirmaba que, "la única razón para exportar, era tener suficientes divisas para importar".
Pero este proceso perjudica a los exportadores de las otras naciones.
Lo que el Banco de Japón acaba de hacer, está teniendo graves consecuencias para los fabricantes de automóviles de Corea del Sur. De inmediato en Seúl, las acciones de los fabricantes de automóviles Hyundai Motor y Kia Motors se vieron muy afectadas. Las compañías surcoreanas y japonesas compiten en los mismos mercados mundiales, en particular en el de automóviles, electrónica, y lo que para unos representa una ventaja, para los otros implica una injusta desventaja.
Al estimular exportaciones mediante devaluaciones de moneda, afecta seriamente la capacidad de competidores en otros países y, en última instancia, naciones afectadas se ven obligadas también a devaluar (bajar precios) sus monedas, intentando mantener su competitividad, provocando con ello un serio conflicto económico internacional.
De esta forma se inician las “guerras de divisas”.
Las acciones japonesas subieron casi un 5% y alcanzaron su nivel máximo en siete años. Los inversionistas de corto plazo aman la inyección de dinero, también llamada flexibilización cuantitativa, y se han mostrado muy complacidos por lo que el Banco de Japón ha decidido hacer. Su estrategia la definía mi abuelo cuando afirmaba; "el que venga atrás que arree".
Algo parecido sucede en EEUU mediante las diferentes rondas de flexibilización cuantitativa de la Reserva Federal. Pero a pesar de la euforia que viven los mercados, la realidad es que toda esta impresión de dinero ha hecho muy poco por la economía real y, por el contrario, el problema se está endosando a las generaciones futuras.
A pesar de las porras a la política económica del primer ministro japonés, Shinzo Abe, conocida como Abenomics, el PIB real de Japón se ubica en un nivel más bajo de lo que reportaba a principios de 2013, mientras que sus cuentas comerciales han continuado deteriorándose y los salarios reales han empezado a caer bruscamente.
Si esta política ha fracasado ¿imprimir aún más dinero va a producir resultados diferentes? Pero además, hay informes de que el Banco Central Europeo se prepara para hacer algo similar y, para no quedarse atrás, regresar a la flexibilización cuantitativa, sobre todo ahora que deba lidiar con la quiebra de Grecia y otros en la lista de espera.
Aparentemente los bancos centrales en todo el mundo están cada vez más desesperados buscando soluciones y la tentación de imprimir más dinero, es extremadamente seductora como irresponsable. Es como la cerveza que, muy temprano, se le da al crudo para despojarlo de ese horrible malestar pero, tarde o temprano deberá abandonar ese artificial estado y, luego de temblar un buen rato, regresar a la sanidad.
El temor de economistas liberales y solo "unos cuantos" políticos responsables, es que estas acciones representen un "llamado a las armas" que pueda desembocar en una verdadera guerra, no solo económica, sino en una guerra real como ya amenaza Putin, quien culpa a EEUU y estos acontecimientos por los deprimidos precios del petróleo.
El mundo ya vivió una guerra comercial y de divisas en la década de 1930 y sabemos lo que sucedió. Ahora ¿quienes serán los ganadores y perdedores en un espeluznante conflicto como este? Habrá muchos perdedores y un solo ganador, los especuladores de monedas estilo George Soros, que ya se frotan las manos.
Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
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