La
intemperancia del régimen llega a extremos inauditos para con los medios de
comunicación social, que por el solo hecho de publicar informaciones que
dibujan la realidad de todo cuanto acontece en el país, utiliza
subrepticiamente métodos propios de gobiernos dictatoriales enemigos de la
libertad de expresión y de prensa, al negarles a diarios como El Nacional, El
Impulso, El Carabobeño y otros cuantos más de provincia, el abastecimiento de
papel a través de un una supuesta corporación que lleva el nombre de un
conocido hombre de izquierda, que seguros estamos, en vida se hubiese opuesto a
esta patraña, que a la luz de los acontecimientos marca más aún a Venezuela
como país forajido, en el que se vulneran todos los derechos ciudadanos.
Ya
en el escenario internacional, vale decir ONU, OEA, CDHH, Comunidad Europea y
otros tantos, existen denuncias sobre la violación de la carta magna y de los
derechos humanos, y del salvaje atropello de que han sido víctimas mujeres y
hombres que ejercen la profesión, a manos de delincuentes disfrazados de
defensores de la revolución bolivariana, que no pierden ocasión para hacer
alarde de su valentía con armas de guerra, que lucen a la vista de la Guardia
Nacional, CICPC, Policía Bolivariana y demás cuerpos de inteligencia.
Denunciar
es encarar con valentía, distinción y coraje, para desnudar la verdad sin
desdibujar imágenes o lacerar la dignidad de personas e instituciones, públicas
o privadas. Nuestro país que tanto se preciaba de ser el paraíso y mina de
recursos en general, enfrenta situaciones que desdibujan su imagen, como
consecuencia de la descarada corrupción, falta de alimentos y medicinas,
desempleo, una galopante inseguridad, represión contra quienes enfrentan las
políticas del régimen, ineptitud, incapacidad y negligencia en el manejo de la
cosa pública, amén de la grosera descalificación que expone al escarnio público
a hombres y mujeres, que se empeñan en dar al traste con esta horrible
pesadilla.
La
Venezuela maravillosa revestida de paz y de bonanza, de pronto se ha visto
severamente comprometida y afectada con tantos escándalos y exabruptos, algunos
de los cuales fueron denunciados hace mucho tiempo, pero que gracias a la actitud cómplice de quienes detentan el
poder aún no ha sido corregidos, pese a que en el propio seno del partido de
gobierno, quien fuera Ministro de Economía, Jorge Giordani denunciara en cierta
ocasión, que empresas de maletín habían obtenido más de 24 mil millones de
bolívares. A esto se suman otras tantas denuncias, que desde antes de fallecer
el autor de la debacle económica, social y política que estamos viviendo los
venezolanos, algunos medios de comunicación la hicieron pública. La respuesta
de quienes se dicen ser víctimas de estas denuncias que las califican de
difamación, a la postre fueron entorpecidas dejando en evidencia una descarada
complicidad e impunidad por parte del régimen, que tomó el atajo de acallar
dichas acciones fraudulentas mediante cobardes acciones, propios de seres
viles.
A
diario se escuchan tópicos que marcan el avance del siglo, de las ciencias, de
los caminos de la excelencia, del exterminio de la corrupción, de la
implementación de la tecnología y sin embargo, contemplamos como pretenden
acallar temerariamente, a quienes solo cumplen su sagrado deber de informar
oportuna y verazmente, en su afán de sacar a la luz pública verdades y
realidades que molestan e indisponen a quienes se creen dueños del país. Se ha tornado cotidiano, que
el insulto y descalificación sea el arma de guerra, de tal manera que desde
Maduro, el Presidente de la Asamblea Nacional y unos mozalbetes que utilizan la
señal del canal, otrora de los venezolanos,
en supuestos programas de opinión (¿), insultan a su libre albedrío a
quienes adversan al régimen.
Esta
torpe reacción de los oficialistas enchufados en el poder, se puede interpretar
como su poca o ninguna actitud de tolerancia, para confrontar y afrontar los
juicios basados en el compromiso que tenemos los periodistas, de fiscalizar y
comprobar la corruptela enquistada en quienes manejan los recursos del estado y
el erario nacional, y que al verse descubiertos pretenden convertirse en
víctimas y negar a troche y moche las barbaridades que han cometido,
desconociendo por antonomasia que quienes prestamos nuestros servicios
profesionales, somos unos trabajadores sociales al servicio del colectivo y que es nuestra
ineludible obligación defender sus intereses, y por último denunciar lo
corruptible, lo corrupto y al corruptor.
La
convicción en el pueblo venezolano de que la libertad de expresión es inherente
a la vida democrática, aflora más aún ante posibles desviaciones en el
ejercicio cotidiano de ese derecho, contemplada en la propia Constitución
Nacional, calificada por el extinto Chávez como “la bicha”, la cual contempla
entre otras cosas, que “todos los venezolanos y venezolanas tienen derecho a
expresar su pensamiento de viva voz o por escrito y de hacer uso para ello de
cualquier medio de difusión, sin que pueda establecerse censura previa; pero
quedan sujetas a pena, de inconformidad con la ley, las expresiones que
constituyen delito”.
El
régimen acusa a los medios independientes de estar aliados con sectores
golpistas, y para ello utiliza los inmensos recursos del estado, y financia
medios impresos, radioemisoras y televisoras para con el pretexto de
“combatirlos”, mantener un inmenso poder mediático, con los que hace alarde de
supuestos logros, siempre con el marcado tinte populista y demagógico en sus
mensajes. Para colmo, y haciendo alarde de su extremada “convicción
democrática” ordena la prohibición de salida del país a 22 editores y
periodistas.
Son
procedimientos que se reflejan en el estado de ánimo de los venezolanos, que no
solo repudian los mismos, sino que los consideran violentos por no entender y
valorar la libertad. Maduro y su régimen, se ufanan de que en el país se ejerce
una libertad de expresión sin límites ni sanciones, pero al mismo tiempo
condena y persigue a quienes manifiestan su repudio, demostrando de esta manera
su talante autoritario, pues usa la ley para su provecho y se torna inmune e
impune ante ella.
Si
observamos que a lo largo de estos 16 años las libertades públicas han sido
menguadas, comprenderemos sin duda alguna que estamos en presencia de un
régimen autoritario y dictatorial, que se niega a admitir el ejercicio de la
libertad de expresión formal o simbólica.
Carlos
E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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