martes, 19 de mayo de 2015

JOSÉ TORO HARDY, EL POPULISMO ES EL OPIO DEL PUEBLO

 “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo”, decía Carlos Marx en su “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”.

Marx estaba equivocado. La historia demostró que el verdadero opio del pueblo es el populismo. El populismo es el recurso más perverso que algunos dirigentes, cargados de ignorancia, usan para engañar a las masas. Si la tesis de Marx es su opinión sobre la religión, la antítesis  es la frase de Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.

Bolívar había comprendido algo que Marx nunca entendió. Mientras más educación tienen los pueblos menos se dejan engañar por las palabras huecas de la demagogia.

Marx en cambio necesitaba un pueblo ignorante, un proletariado para enfrentarlo al capitalismo. Para Marx toda la historia de la humanidad es una confrontación entre clases sociales. Necesitaba una contraproposición de intereses materiales incompatibles. Sin proletariado no podía haber revolución.

Nada ilustra mejor el punto de vista populista y a la vez marxista que aquella frase de un Ministro de Educación: “No vamos a sacarlos de la pobreza para que después se transformen en escuálidos”. Y por supuesto, viene también al caso las palabras de otro ministro socialista que afirmó: “lo primero es mantenerse en el poder …  El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así”

El populismo puede adoptar caminos extremos de derecha o de izquierda. Por el extremo derecho recurre al ultra nacionalismo o al racismo. Por el extremo izquierdo se abraza el marxismo. Populistas  fueron hombres como Hitler y Mussolini, pero también lo fueron los marxistas que para imponer su ideología engañaron brutalmente al pueblo.

Veamos lo que los padres del comunismo afirmaban ya desde 1847. En diciembre de ese año se reunió en París el II Congreso de la Liga Comunista. Se analizó un documento denominado Principios del Comunismo que sirvió de base al Manifiesto del Partido Comunista. Afirmaba: "se establecerá ante todo un régimen democrático"… "sin embargo, no puede conducir a otro desenlace que la victoria del proletariado"… "La supresión de la propiedad privada es la expresión más breve y más característica de esta transformación de todo el régimen social … "La democracia sería absolutamente inútil para el proletariado si no la utilizara inmediatamente como medio para llevar a cabo amplias medidas que atenten directamente contra la propiedad privada...".

Según Marx, al quitarle a los capitalistas privados el usufructo de todas las fuerzas productivas, de los medios de comunicación y del cambio, la economía experimentaría un desarrollo extraordinario: "Este avance de la industria brindará a la sociedad suficiente cantidad de productos para satisfacer las necesidades de todos. Del mismo modo, la agricultura  experimentará un nuevo auge y ofrecerá a disposición de la sociedad una cantidad suficiente de productos. Así, la sociedad producirá lo bastante para organizar la distribución con vistas a cubrir las necesidades de todos sus miembros".

¿Tuvo Marx razón? ¡NO! También allí se equivocó. Para muestra basta un botón. Lejos de un desarrollo extraordinario, lejos del auge que ofrecía en la industria, la agricultura y la abundancia de productos, sus ideas están provocando una inmensa crisis en Venezuela.

   No existe ni un solo ejemplo de algún país que habiendo aplicado los preceptos de Marx haya alcanzado los objetivos por él previstos. Sin excepción los gobierno de inspiración marxista se transformaron en estados policiales, suprimieron la libertad de expresión, destrozaron la economía, empobrecieron a su población, provocaron escasez, racionamiento y violaron sistemáticamente los derechos humanos.

Alguien podría argumentar el caso de China. Pues bien, gracias a Deng Xiaoping, la economía china avanza inspirada en un osado capitalismo y, gracias a Mao, conserva las estructuras policiales del comunismo. Al primero se le debe el crecimiento económico y al segundo la violación de los DDHH.

Quizá el ejemplo más insidioso de los logros del comunismo lo podemos ver en Corea del Norte. Allí, Kim Jong Un -el más joven de un clan de dictadores comunistas hereditarios- mantiene a su población en una pobreza aberrante mientras desarrolla armas nucleares y ajusticia a sus súbditos lazándolos para ser devorados por perros hambrientos o, como acaba de hacerlo con su Ministro de la Defensa, lo ejecuta utilizando un cañón antiaéreo.

Hoy, mediante una tosca demagogia y el más descarado populismo, pretenden dirigir a Venezuela hacia el matadero del comunismo. La agenda avanza. Ya tenemos la más alta inflación y uno de los déficit fiscales más elevados del mundo. La escasez y el racionamiento campean por sus fueron. La inseguridad desatada. La salud y la educación están en estado crítico. La libertad de expresión está feneciendo y la justicia ya no es tal, la independencia de los poderes ha desaparecido, la pobreza crece y los jóvenes cerebros huyen del país.

El populismo y el marxismo son el engaño elevado a su máxima expresión.

José Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy

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