martes, 5 de mayo de 2015

EGILDO LUJAN NAVAS, DEFENDAMOS LOS SALARIOS

El Diablo de toda economía es la inflación.

Los términos económicos generalmente no significan mucho para la gran mayoría. Inflación, deflación, descapitalización, términos porcentuales y muchos más son términos que no son del vocablo coloquial. Pero, lamentablemente, sus consecuencias muchas veces son devastadoras para la economía familiar.

El término inflación, que es el que más preocupa, señala el incremento en moneda que el consumidor  paga por un determinado bien o servicio en un lapso de tiempo, que generalmente se estima en función anual. Es decir, cuánto costaba a principios de año y cuánto cuesta al final. Ahora bien, la inflación va de la mano con la valuación o la devaluación de la moneda.

En el caso venezolano, nuestra moneda se devaluó en relación al Dólar en sólo dos años, de Bs.6.300 a Bs.196.000, oficialmente en el entendido de que hay un mercado paralelo o mal llamado “negro” que refleja una mayor devaluación. Me permito recordar que, por Decreto, le eliminaron tres ceros al valor del Bolívar. Consecuencialmente, la inflación ha hecho polvo los salarios y, obviamente, el dinero no rinde. Ha reducido a todos los venezolanos a niveles graves de pobreza.

Lamentablemente, los que tienen menos ingresos, es decir, los más pobres, son los más afectados y arrastrados a niveles de pobreza crítica. Gran parte de la clase media que, normalmente, conforma el músculo de desarrollo de todo país, ha pasado a engrosar las filas de pobreza. Los alimentos y los medicamentos, además de escasear, se han disparado en una escalada de precios. Es decir, todos nos hemos hecho más pobres al destruir la producción nacional y depender de una economía de puertos y dolarizada.

Y esa es la verdadera “GUERRA ECONÓMICA” que está planteada.

La “Guerra” debería ser contra la pobreza, sus causas y sus efectos. Y tendría que comenzar por dignificar los salarios. Llevarlos a niveles que superen las famosas canastas, tanto la alimentaria como la básica. Y que a quienes los reciban, tengan capacidad de ahorro y bienestar, lo que llaman "Calidad de Vida". Esto sólo se logra creando empresas privadas; facilitando el desarrollo, la producción; fomentando competencia para defender precios y calidad; ampliando el mercado interno e incentivando la exportación, y reduciendo las importaciones con una creciente producción nacional.

Toda economía que permita una justa y digna remuneración salarial, es una economía sana.  Y eso únicamente lo puede garantizar una economía en la que la empresa privada sea la que lidere la inversión, la producción y las posibilidades multiplicadoras de salarios dignos. Los Gobiernos con pretensiones de empresarios siempre conducen al fracaso, al dolo, a la corrupción y finalmente, a un incremento indetenible de la inflación.

Los monopolios públicos, fachada clientelar de gobiernos políticamente débiles, por su parte, conforman otra variable de la sustracción de dineros: del Fisco o del bolsillo de los ciudadanos Para muestra, en Venezuela hay un rosario de ejemplos: la electricidad, el servicio telefónico, la producción de cemento y de acero, los astilleros, la producción de azúcar de caña, el negocio petrolero y sus derivados, y muchos más. En definitiva, todo lo contrario a la que debería ser la guerra contra las causas de la pobreza.

En Venezuela, los trabajadores no pueden seguir siendo obligados a vivir  con un sueldo mínimo de pobreza crítica de $ 0,80 diarios, cuando en USA devengan $ 64.  Comparándolos con un país similar, en Panamá o Ecuador, por ejemplo, devengan el equivalente en bolívares más de 2.000 diarios, contra  sólo 200 que, aproximadamente, percibe en suelo venezolano.  Esto, por supuesto,  es una vergüenza para un país petrolero. El salario digno es enemigo de la pobreza y es en donde tenemos que enfocarnos.

No podemos seguir destruyendo empresas y puestos de trabajo. Las divisas que ingresan al país, tienen que ser para su inversión en el desarrollo de empresas; en la producción y beneficios sociales; en buena educación y en salud de calidad. No para regalárselas a otros países, ni para hacer proselitismo político, alimentando el karma populista y electoral a la venezolana.

Los dólares no son propiedad del Gobierno. Son de los ciudadanos. Lo que sí le pertenece al Gobierno, es el ejercicio responsable de sus decisiones monetarias, fiscales y económicas para no destruir el valor de la moneda. Y eso incluye no continuar alimentando el crecimiento desmedido de los gastos improductivos. No seguir en el ataque ideológico y el acoso obsesivo a la empresa privada, porque eso sólo tiene un resultado visible: la destrucción de fuentes de trabajo; la negación a promover la generación de salarios dignos.

En Venezuela, la mayoría de sus ciudadanos ya no cree en el cuento de los falsos enemigos. Está perfectamente clara en que la empresa privada equivale  a solución productiva, salarial, además de una alternativa para poder vivir cada día mejor.

Es decir, que si en el país hay más pobres,  pobreza y empobrecimiento, es porque se insiste en mantener a un Estado incompetente, ineficiente y penetrado por la corrupción hasta su soporte medular. Y, además, saturado de dependencias injustificadas y costos sin cabida en los presupuestos públicos.

Proponemos  una gran cruzada en defensa de nuestras empresas privadas y la dignificación de un salario justo, en defensa de la capacidad de compra de los trabajadores.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan

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