Cuando las autoridades de Shanghai decidieron
promover la adquisición de carros eléctricos a través del regalo a sus
compradores de los costosísimos gastos de matriculación, todos aplaudieron la
iniciativa partiendo de la premisa de que el gobierno local le apostaba
fuertemente a contener la contaminación. Los fabricantes chinos de las marcas
eléctricas se frotaban las manos, ya que este era un gesto decisivo en la
promoción del uso de este tipo de vehículos.
La realidad es que fue otra razón la que
movilizó a los jerarcas de la segunda y populosa urbe de la nación china: se
está haciendo imperativo promover a la industria automotor dentro de la
población objetivo, ya que el frenazo de la economía está generando estragos en
este importante segmento de la actividad económica, la que le da empleo a
millones de ciudadanos. Ello sin mencionar el hecho de que el sector acusa el
impacto, además, de una sensible desaceleración de la propensión a invertir por
parte de las grandes empresas automotrices.
La industria mundial del automóvil es
centenaria y ella produjo, en sus despegues, la más importante revolución
social de todos los tiempos. En China el fenómeno ha sido similar: se cuentan
por centenares de miles los trabajadores que salieron de las clases de
trabajadores de salario mínimo, para convertirse en componentes de la clase
media gracias al dinamismo que este sector le imprimió al empleo.
China se ha consolidado como el gran
productor de vehículos del siglo XXI. De toda la industria a escala planetaria
que en el año 2013 sacó de sus plantas 66 millones de unidades, China también
es la líder con más de 30% de esa cifra.
19 millones de unidades se produjeron en su suelo generando empleos a
millones de ciudadanos. Además de haber propulsado el ascenso social de estos
trabajadores, hoy por hoy los salarios del sector en Shanghai – ciudad que
aspira a convertirse en la Detroit del presente siglo- son superiores en casi 20% a los de los
trabajadores del mismo rango en la industria manufacturera.
Por ello, uno de los más sensibles temas para
la estrategia de evolución económica de la gran nación es todo lo atinente a
temperar los efectos del frenazo que el enfriamiento de la economía está
provocando en esa sociedad. Si el poder
adquisitivo del chino se va a encontrar mermado o la sabiduría del hombre de la
calle le aconseja esperar tiempos mejores para adquirir un medio de transporte,
es preciso evitar que tal desaceleración alcance a tan básica industria.
Por ello han proliferado los estímulos
económicos a la adquisición de híbridos y por ello, otras regiones del planeta
se han convertido en inmediatos objetivos para la exportación o para el
establecimiento de plantas productoras.
Por ejemplo, 40 marcas chinas ya tienen presencia y planes comerciales
de largo plazo en Perú y 10 más esperan para entrar. Chile y Brasil son
mercados prioritarios y los siguen Colombia, Uruguay y Ecuador. Venezuela va
atrás por la crisis económica que el país atraviesa. Lo mismo pasa en el sector
de camiones en donde Brasil y Chile son clientes muy preferidos.
Así es como un muy poderoso nicho se está
formando en nuestro vecindario para darle salida masiva a unidades chinas y a
generarle un mercado sólido y de largo plazo. A través de esta industria los
chinos parecen estar reescribiendo las reglas del capitalismo y hay que
reconocer que están teniendo éxito.
Saber aprovechar esa ventaja a nuestro favor
es todo un reto.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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