En la actual coyuntura, 2015, y en ciernes
las importantes elecciones parlamentarias, se hace necesario reiterar el
compromiso democrático de todos los sectores, así como la voluntad política de
transitar un diálogo constructivo en una situación llena de dificultades pero
que no puede desviarnos de los principios fundamentales del respeto, la
convivencia y la paz.
Para los sectores y factores que de una u otra manera
aspiran a un cambio de gobierno, este año trae la posibilidad de iniciar un
cambio político pacífico si la oposición logra ganar las elecciones
parlamentarias a pesar de las desventajas conocidas como lo son un CNE
parcializado y un gobierno que abusa de sus ventajas.
Si hacemos un breve
repaso por los resultados electorales
más importantes y dada la difícil situación económica y social y la disminución
evidente del apoyo popular al gobierno, es razonable pensar que la oposición si
hace bien las cosas pudiera ganar este proceso. Chávez en su mejor momento
electoral gana la presidencia en 1998 con el 56.4% de la población (porcentaje
parecido al triunfo de Lusinchi en 1983, 56.75% y al de CAP en 1988, 54.56%).
Para aprobar la nueva Constitución vía
Referéndum, si bien se obtuvo un 80% de respaldo, pero la abstención se ubicó
en 55.62%.
En la reelección del 2006, Chávez recibe el
54.42%, y en su tercera reelección, violando de manera flagrante la
Constitución, obtuvo un 54.42%. Chávez gozó de un respaldo electoral importante
y sin menoscabo de sus méritos personales, sin lugar a dudas, la bonanza petrolera
y el populismo dadivoso tuvo mucho que ver con este respaldo.
En la actual
coyuntura, las cosas han cambiado de manera radical, con el fallecimiento del
Presidente y la caída de los precios del petroleo la situación de Maduro y el
oficialismo cada día luce más difícil y precaria.
En ese sentido, Maduro es
electo el 14 de abril del 2013, en un proceso electoral con fuertes dudas sobre
los niveles de fraude y logra un 50.6% frente a
Capriles que a pesar de las desventajas logra un 49.1%. Todavía hoy,
muchos piensas o dudan de la victoria del presidente Maduro.
En sana lógica, si no hay un acontecimiento extraordinario, el gobierno seguirá deteriorándose en la misma medida que el país siga deteriorándose y en este sentido la crisis progresiva y casi terminal es inocultable. De allí que no es descabellado pensar en un posible triunfo de la oposición siempre y cuando vaya unida y sepa hacer las cosas bien.
La historia siempre depara sorpresas, pero
las sorpresas no pueden ser anticipadas, de allí que en términos de
racionalidad política no nos queda sino apostar a un proceso electoral, en
donde la observación internacional es fundamental y que la oposición
lícitamente puede aspirar a ganar.
Ángel Lombardi
alr.lombardi@gmail.com
@angellombardi
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