El humor es el lenguaje de Dios. No puede ser
de otra manera. En Venezuela, ha habido una serie de talentosos representantes
de esta disciplina. Uno de los
precursores del humor nacional fue Francisco Pimentel o «Job Pim». Hoy cuando
la Arepa venezolana ganó el primer lugar como el mejor desayuno del mundo, es
bueno recordar el homenaje que «Job Pim» le hizo a la arepa: «En idioma español
de buena cepa… Pan de maíz titulase la
arepa… Pero es preciso ser de nuestra tierra… para saber lo que la arepa
encierra»
El reloj de la patria está marcando una de
sus horas más turbias y devaluadas.
Los minutos apenas alcanzan para descubrir
que las élites del poder cumplen su tarea de sepultureros de la libertad a
través de una prepotencia uniformada,
haciendo de las instituciones un remedo y una grotesca imitación de
democracia que intenta llevar al pueblo
a una desbandada en su esperanza. En esta hora menguada de suspiros de
confianza, recordamos a Federico García Lorca, el gran poeta granadino quien
sentenció que «El más terrible de los
sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida», por eso nos
empeñamos en buscar cualquier resquicio que nos devuelva el orgullo y nos saque
de este estado de postración.
En este tiempo recordamos que un diecinueve de abril fue el día de la revelación de la conciencia nacional, el de la cristalización definitiva del sentimiento de nación, el de la ruptura de las veredas del servilismo para transitar por caminos de libertad. Hoy las élites del poder con vocación de siervos retornaron a los estadios de la sumisión, por eso con renovadas esperanzas estamos obligados a ser profetas para regalarle a la patria los mejores piropos amorosos de quienes deseamos que se limpie el rostro y que se maquille para que vuelva a ser hermosa.
El profeta no es solo quien denuncia lo que
no funciona, también anuncia el bien posible. El profeta anuncia los triunfos
para que la luz llegue a desplazar todas
las sombras. En medio de este tsunami de desconfianza hace falta que a mucha
gente le lleguen palabras de certidumbre, aliento y credulidad. En esta hora se
requiere de personas que se conviertan
en apoyo de quienes andan más encorvados, de gente que nos recuerde que, aunque
a veces Venezuela parezca un territorio donde va a reinar el egoísmo y la prepotencia, estamos convencidos de que al final brillará el
humanismo, la libertad y el amor.
A pesar de que la oscuridad invade todo, de
pronto se desata una luz poderosísima que nos permite salir de las tinieblas y
dejar de ser las personas que éramos hace sólo un momento. A pesar de silenciar
los triunfos, el reloj marca otros
minutos y se dilata mágicamente el
tiempo, como en aquellos días tan largos de la infancia. En esta hora preñada
de peligros y de amenazas aparecen esperanzadores mensajes de nuestras
potencialidades mucho más allá de los permanentes errores de las élites del
poder.
Recientemente la Arepa venezolana ganó el
primer lugar en una lista de los mejores desayunos del mundo, desde una
prestigiosa clasificación elaborada por
un reconocido sitio web, que se especializa en comidas y bebidas
internacionales. La arepa se ubicó por encima de exquisitos platos de otros
países del mundo.
En el portal se asegura que la arepa como
«protagonista del desayuno, almuerzo o cena del venezolano es coronada por su
versatilidad pues su relleno puede ser de queso, mantequilla, distintos tipos
de carnes, pollo, huevo, aguacate, chorizo, que garantizan total satisfacción».
La arepa se ubicó por encima de platos como
el desayuno americano o la Feta de Turquía.
No es la primera vez que se reconoce el
prestigio de este plato venezolano, pues hace poco se hizo acreedora a un Record
Guinnes cuando se confeccionó la arepa más grande del mundo con una mezcla de
setecientos kilogramos de harina, sal, aceite y agua.
Muy a pesar de la siembra de desconfianza en
nuestras potencialidades que han venido cultivando las élites del poder, es hora
de reencontrarnos con nuestro propio orgullo. José Alfredo Jiménez compuso un
bolero que es un himno de amor. Asegura el autor que «Si nos dejan, nos vamos a
vivir a un mundo nuevo… Si nos dejan, yo creo podemos ver el nuevo amanecer de un nuevo día… Si nos
dejan podemos ser felices todavía... Si nos dejan, buscamos un rincón cerca del cielo… Si nos
dejan hacemos con las nubes terciopelo».
Que este triunfo de este plato típico sirva
para renovar nuestra esperanza y que la arepa se siga paseándose muy oronda por
el mundo entero como parte de nuestra gastronomía.
Francisco Pimentel, el genial «Job Pim»
escribió: «Y yo que a duras penas la consigo… Hoy sus virtudes quiero difundir…
Para enseñanza del que no las sepa… Puesto que un día le hemos de erigir… Una
estatua a la arepa».
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
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