La desenfrenada actividad mediática que ha
venido desarrollando el régimen, es para tratar de imponer en la conciencia del
ciudadano, el culto al madurismo-chavismo.
Se pretende establecer un
proceso que procura construir una nueva
épica en torno a la figura del improvisado y desangelado líder, al tiempo
que concienzudamente trata de destruir
el pasado histórico de Venezuela.
El
régimen esparce por doquier la semilla de su propia deificación mediante un
pertinaz, tosco pero eficiente adoctrinamiento, que funciona en parte debido al control que tiene sobre los medios
de comunicación.
Al arroparse con el
engañoso manto del altruismo para mostrarse implacable con los supuestos
enemigos de su causa como un acto de lealtad con el pueblo, creen que se garantizan
la sumisión total a su liderazgo. Saben que el desarrollo del culto a la
personalidad es una forma de dominación. Se valen de una retorica rimbombante y
falaz en la cual no falta la autocompasión y la feroz agresión a sus
adversarios , sino que también se presentan
como trágicos héroes que
enfrentan a un enemigo colosal al
que supuestamente están llamados a combatir por voluntad de designios divinos.
El
régimen se vende como la encarnación de
una revolución reivindicadora que le exige se convierta en una dictadura dotada de autoridad
omnímoda que concentre, en sí misma,
lealtad y obediencia absolutas. En este modelo de exaltación del culto
al poder, por el poder mismo; la desinformación y la opacidad de la gestión de
gobierno ocupan un lugar preponderante. La verdad es la más grave amenaza a
esos propósitos. Y la verdad es que la República que hoy tenemos es el
resultado de una combinación de incompetencia y brutalidad del gobierno con un
pragmatismo corrupto para hacer buenos negocios al amparo del Estado. Se
pretenden ocultar las dificultades y limitaciones que han creado con la
exaltación de una mitología patriotera, repleta de fanatismo, intransigencia y
odio. Son acciones de poder que demuestran que los hombres al servicio del
régimen disfrutan más castigando que aceptando, hiriendo, más que aliviando los
dolores de otros, acusando, más que comprendiendo.
El miedo es otro componente de este infamante
proyecto. Saben cómo el miedo afecta la esencia del ser humano y mediante el miedo, se edifica el culto al
régimen. Se castiga y persigue a quiénes
tienen la osadía de de pensar de un modo que no sea el decretado por los
jerarcas del régimen que se creen propietarios de las únicas interpretaciones
de la realidad. Por ello, muchas
personas no se atreven ni siquiera a
pensar. La inducida falta de objetividad
de los asalariados del gobierno es otra
característica; jamás se oye alguna observación crítica al régimen de
parte del funcionariado a su servicio. Asimismo, el dueto que ha gobernado en
los últimos quince años no ha tenido
escrúpulos para usar a altos oficiales militares para reforzar el culto
a ellos por parte de la Fuerza Armada. Para lograr todo esto, han creado un ambiente de terror que paraliza
y neutraliza a sus colaboradores, le gana la adulancia de ciertos grupos de la
clase media y la devoción de los sectores más humildes y vulnerables que son el
producto de década y media de pobreza repartida a conciencia. Tiene el poder
absoluto y éste no puede ser desafiado so pena de ser tildado de traidor. Como
instrumento de dominación han hecho de la justicia del país una gigantesca
componenda de intereses y corrupción. Es un modelo que invisibiliza a los
ciudadanos y les confiere la aberrante condición de no ser.
La pretendida simbiosis del culto al régimen
y la lucha de clases forman parte del plan de subyugación de los venezolanos.
Al que usufructa el poder, la visión liberal del manejo de la economía le
molesta. No soporta que la vía capitalista sea de éxito y que el modelo que
propugna haya resultado un verdadero desastre. Se siente dolido cada vez que
los hechos reales demuestran su incompetencia como gobernante y por ello
necesita reforzar considerablemente su autoridad, para lo cual su propia
deificación resulta imprescindible. Por eso trata de mimetizar su figura con la
del Estado: Si él es amenazado, la Patria también lo está. Si deja de gobernar,
el país seria ingobernable. Solo oye lo que quiere oír.
Afortunadamente, el pueblo cada vez atiende menos el llamado vocinglero de este egolatrismo demencial y está persuadido que a la larga impondrá y defenderá la vigencia de una mejor opción para su futuro y el de los suyos.
Pedro
Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria
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