miércoles, 29 de abril de 2015

MIGUEL BAHACHILLE, ¿FIRMAS PATRIÓTICAS CONTRA EL HAMBRE?

Es difícil, por no decir imposible, concebir cómo en los últimos 15 años se ha abierto una escabrosa tensión social siendo Venezuela un país bendecido por pródigas riquezas naturales y una envidiable condición geográfica. Mientras algo no encaja y se amplía el número de víctimas (los ciudadanos), el gobierno se vitorea apertrechado con un catálogo de coartadas majaderas para justificar el desastre; como por ejemplo “la injerencia de Obama”. Sin embargo la dura realidad se revela a través de la creciente pobreza e inestabilidad institucional.

Los efectos son inocultables. Un significativo número de trabajadores, más y menos capacitados, aunados con estudiantes y una clase profesional erigida a alto costo, buscan emigrar ante tan azorada sensación de inseguridad y anarquía. La tarea de todo demócrata, sobre todo los encarnados en la MUD, será concentrarse en inmunizar a los “sectores sanos” que se quedan en el país (la gran mayoría) ante este humillante proceso de degradación. “El socialismo del siglo XXI”, de inútil, se ha hecho destructivo.

Existen serios estudios, no indicios, para aseverar que el malestar se ha extendido a buena parte de jóvenes de la clase obrera que sienten cómo “la revolución”, lejos de dignificarlos como tanto lo divulgan, los humilla. Hoy son los más feroces críticos “de algo” que mutiló parte de su ilusión futurista. Se sienten impedidos de progresar personal y profesionalmente confrontados con un contexto urbano violento que además le cercena toda opción para adquirir una vivienda; tampoco arrendarla.

Por su parte los resteados revolucionarios se han hecho expertos en eludir sus débitos arguyendo una conciencia socialista amparada en un retorcido ceremonial bolivariano. Incluso han incorporado “a su ideal” a consabidos destructores como los Castro, El Che, Mao, etc. El régimen cree poder obviar la rabia colectiva que día a día se va revierte en su contra. El “orden gubernativo” ya es percibido por el pueblo como un mero arreglo para manipular y corromper.

El precepto constitucional que en teoría y práctica viabiliza las democracias desarrolladas, ha sido depuesto en Venezuela. Ahora subsiste un difuso canon público trasformado en factor nocivo que acaba con la economía libre que aún queda y con la libertad personal. Las regimentaciones gubernativas, enmascaradas de revolución, persisten en disipar el Derecho Soberano.

¿Firmas para qué? si el grado de opción individual como parte de las primacías de la heredad legitima ha sido devastada. El gobierno podrá hacer alarde no diez sino veinte millones de firmas, aunque con 100 mil firmantes, para satisfacer su arena política. Ello carece de preeminencia para quien está en cola para adquirir “cualquier cosa” o para el transportista varado por falta de repuestos.

El régimen persiste afirmar que la libertad no es un asunto personal y que los derechos del individuo deben quedar sometidos a prácticas revolucionarias que privilegian el tiempo del ocio; es decir, el desempleo tal como sucede en Cuba desde hace 50 años. Bajo esa compelida mutualidad, los estímulos personales se limitan a repartir limosnas bajo nuevas formas en los Mercales y Bicentenarios, por sólo citar dos. El ingreso petrolero que trajo grandes beneficios entre 1914 y 1998, es hoy fuente de grandes corrupciones y causante de inéditos simas sociales.

¿Firmas para qué? si el venezolano es víctima de las amenazas de Maduro contra empresarios y la economía de mercado sobre todo a su regreso de Panamá. Los avances que sirvieron para preservar, con todas sus fallas, un statu quo de desarrollo durante el siglo XX, han sido compelidos por el régimen; con o sin Obama; con o sin firmas.

Como si no bastara, los sistemas de propiedad y producción confiscados por el régimen están no sólo en bancarrota sino colmados de corrupción y anarquía. El país no soporta más distracciones y reclama la atención en asuntos vitales como la seguridad y abastecimiento. ¿Firmas para qué? ¿Puede ocultase el caos firmando contra Obama? ¡Por Dios!

Miguel Bahachille 
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29

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