miércoles, 1 de abril de 2015

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, SOBRE FRENTES Y LIBERTADES

Es impresionante la habilidad que tienen los marxistas, neomarxistas, fascistas, nazistas, fundamentalistas e integristas de cualquier signo, ideología o religión para movilizar masas a su favor; directamente o por medio de organizaciones o movimientos que recogen sentimientos humanistas latentes en el hombre (me acojo al criterio  de la Real Academia de la Lengua Española sobre el género, para escribir hombre en sentido universal).

    Lo segundo que aún me asombra, es el desparpajo que tienen los jerarcas de esas expresiones totalitarias para asimilarse en perfecta simbiosis con el país, institución, partido, religión, patria o club al cual sirven. Si por ejemplo, un diputado comete una fechoría y la opinión pública reclama el debido reparo, de inmediato el diputado se arropa en la consigna de que se está atacando al partido, al poder legislativo o al propio Estado. Igual ha ocurrido con la Iglesia Católica, y ya vemos lo que ha pasado, hasta que llego Francisco a poner orden y separar los lobos de las ovejas. El que pecó y delinquió, pecó él. No la institución a la cual pertenece, en consecuencia se le da baja en el ejercicio de su sacerdocio (impedido de oficiar como tal) y se le entrega a las autoridades judiciales respectivas. Quizá por eso duerme en Santa Marta y no en las instalaciones del Vaticano, no sea que le ocurra lo mismo que a Juan Pablo I, aquel Papa que duró 33 días en su pontificado y murió en extrañas y sospechosas circunstancias.
     Este accionar, y poner las cosas en su sitio, a cualquier precio, no sucede en nuestra región. En Venezuela, por ejemplo, recuerdo que muchos años atrás si un médico era denunciado por mala praxis, de inmediato el Colegio Médico ponía el grito en el cielo, y pagaba largos comunicados en la prensa afirmando que se estaba desprestigiando al profesional de la medicina. Ni hablar si el delito era cometido por un miembro de las fuerzas armadas; allí sí era verdad que no había nada que hacer, pues hasta en sus propios tribunales tenían para ser juzgados, así fuera porque se pasó un semáforo en rojo y atropelló un ciclista, o si le cayó a golpe a su mujer y la dejo mal herida. Es el poder del gremio ante la propia ley.
      Yo se lo atribuía a la herencia española, a pesar que estudié en los textos del sabio Luis Jiménez de Asúa la teoría de la tipicidad, del delito y sus penas, etc. Pero en fin, también pequé al atribuirles  nuestras debilidades humanas, hasta que el embajador español Miguel Angel Fernández de Mazarambroz, en una calurosa  mañana hípica cabalgando en las vegas de Masaya, mientras discutíamos sobre la inestabilidad del gobierno de doña Violeta, ante el saboteo de los sandinistas que afirmaron que gobernaría desde abajo, y de los propios partidos que la apoyaron, el liberal y el Conservador, me espetó: Pero bueno, Juan. Asumamos que somos culpables de los primeros 300 años, pero de estos últimos 200 años todo lo que sucede es responsabilidad de ustedes, no de España. Que la ciudad esté sucia y no se recoja la basura, no tenemos la culpa los españoles ni el imperialismo americano. ¡Vaya lección que me dio el amigo!, la cual  agradezco todavía.
     Ahora en Venezuela, o en cualquier parte de nuestra región, el presidente maduro, los ministros, los diputados, los jueces, incluyendo los del tribunal superior de justicia (aclaro que las minúsculas son intencionales), muchos, muchos de la oposición oficial secuestrada por los antiguos partidos contra los que se alzó chávez, y hasta el mismo Cardenal Urosa Savino cuando los Estados Unidos sancionan por violación de los derechos humanos y corrupción a siete altos funcionarios militares y civiles de la dictadura (son más, irán saliendo nombres), ponen el grito en el cielo y afirman que se atenta contra venezuela, su integridad territorial e instituciones.
     No, no es contra Venezuela; es contra determinados personajes de la vida pública y testaferros privados responsables de los asesinatos, secuestros, suicidios inducidos, exilios de miles, centenas de miles de venezolanos; es contra los funcionarios públicos y civiles testaferros que han blanqueado no 100, 500, 800, siete mil millones de dólares, sino decenas de miles de millones de dólares del erario público a través de bancos estadounidenses, europeos,  centroamericanos, brasileros, uruguayos, ecuatorianos, argentinos. No es contra la patria venezolana que Estados Unidos toma cuidado, sino contra los terroristas del Medio Oriente que viajan por el mundo e ingresan a Canadá y los Estados Unidos con pasaportes venezolanos, tal como se ha comprobado.
     Sin embargo, la propaganda oficial dice que EE.UU ha sancionado a venezuela y hay que movilizarse para defender la patria. Y en ese accionar condicionado han arrastrado a sus amigos del continente y hasta de Europa, como lo hemos observado en los voceros de Podemos, antiguos asesores bien pagados del presidente chavez.
     También se inventan marchas por la paz e involucran a incautos, simpatizantes o usufructuarios del régimen venezolano, para formar un frente continental dizque por la paz. Obviando que el general Liber Seregni, llamado el “general de la dignidad”, se opuso y alzó contra la dictadura militar de su país que derrocó la democracia, y creó el Frente Amplio para convocar a todos los uruguayos en un solo objetivo: el retorno de la libertad.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

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