viernes, 10 de abril de 2015

ERNESTO GARCÍA MAC GREGOR, PERDONEN LA TRISTEZA

Existen dos maneras de enfocar el problema de la pobreza; una es aceptándola como inevitable y la otra es luchando contra ella.

Nosotros en Venezuela y en Latinoamérica escogimos la primera. No sólo la consideramos parte de nuestra identidad cultural y la cargamos cual pesado bulto que nos atasca en el subdesarrollo, sino que la disfrutamos al estilo de Alí Primera y la canción protesta, dando loas a la penuria.

Nuestra pobreza también ha servido como inspiración a ese deprimente cine de vanguardia latinoamericana, donde todo se va en puro llorar y llorar, entonado “qué triste se oye la lluvia en las casas de cartón”. Y ni hablar de la fábula del camello, el rico, el ojo de la aguja y la entrada al reino de los cielos.
De allí viene lo de ser rico es malo. Por eso es que frente a los cultos que nos visitan de otros países desarrollados, hay que disculparse por este goce masoquista diciendo ¡Señores, perdonen la tristeza!

Para colmo de males, lo mejorcito de nosotros emigra buscando nuevas oportunidades, al tiempo que todos los pobres de los paupérrimos países vecinos nos invaden atraídos por la piñata populista bolivariana de las misiones.

Estos nuevos pobladores son consumidores improductivos que se convierten en una pesada carga de difícil manejo y que poseen un bajísimo potencial de desarrollo.

Pero quienes más provecho le han sacado a la pobreza son los políticos. Populismo inclemente, costumbrismos truculentos, indigenismos exaltados, nacionalismos peligrosos, igualitarismos pasados de moda, explotando a las masas con su pan y circo, repartiendo peces en vez de enseñarlos a pescar. Y allí está esa muchedumbre solitaria, rumiando expectativas, llevando al poder a quien más promesas le ofrezca.

Está plenamente demostrado que si a los ricos les quitan sus riquezas y se las reparten a los pobres, al poco tiempo, los primeros recuperarían su fortuna y los segundos volverían a su pobreza. De modo que lo que hay que combatir es el conformismo y esa falta de superación innata de nuestros marginados y no a la clase media como hace el chavismo. La ranchofilia implica más pobreza espiritual que material. Que oiga quien tiene oídos…

Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor

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