martes, 21 de abril de 2015

EGILDO LUJAN NAVAS, CALDO MORADO Y “PICHE”

En los campos venezolanos, abunda un tipo de planta que los trabajadores agrícolas la citan con frecuencia, por tener una especie de sistema nervioso que se activa cuando la rozan y, automáticamente, retrae las hojas. Cuando eso sucede, deja entrever que ha caído en una especie de letargo. Muchos la llaman simplemente "dormidera"  y, como tal, se le cita en obras literarias, pero también en el ámbito político. Sobre todo, cuando se trata de entender qué es lo que sucede entre los venezolanos y en Venezuela actualmente.

Algunos líderes sociales del Llano, inclusive, afirman que Venezuela es como la “dormidera”: reacciona cuando el ambiente luce tenso; pero duerme plácidamente cuando se hacen presentes algunos de los abundantes “días feriados o de duelo” que llenan el calendario laboral venezolano. Y de la molestia, la rabia o la angustia,  pasa al solaz espacio para “cargar las pilas”, ir “a la playita” con la respectiva “cava”. Y si los días son varios y los reales lo permiten, hasta las sonrisas se multiplican, cuando de hacer “colas” se trata en cualquiera de los aeropuertos del país. 

Cuando no es Carnaval o Semana Santa, el 19 de abril o el Día del Trabajador, también se vale el aprovechamiento de un espectáculo, como  la Cumbre de Las Américas. Catalepsia pura. Sueño prolongado. Divorcio del país. En fin, da lo mismo que haya un apagón, se suspenda el servicio de agua y que un “comando” tome cualquier edificio del medio urbano, y actúe libremente en el saqueo de cinco o hasta diez apartamentos. Es lo que permite y facilita la “modorra”.

Recientemente, el aparataje gubernamental del país se abocó, en cuerpo y alma, a enfrentar un Decreto del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, porque incluía en su contenido la expresión administrativa de que Venezuela era una “amenaza” para la seguridad de dicha nación, y porque, de paso, afectaba la “honorabilidad” de siete funcionarios venezolanos. Se produjo una recolección de firmas voluntarias y obligadas, en ciertos casos, para exigirle al citado Presidente que echara para atrás su “antivenezolano” procedimiento.

Discursos, arengas, chillidos, gritos, amenazas y hasta una movilización militar dirigida a “prepararse para lo peor”, acaparó la atención de muchos. El medio ambiente nacional fue sobrecargado de expectativas. Pero todo pasó en menos de 24 horas.  Y los venezolanos, una vez más, quedaron en  el limbo. Cuba y los Estados Unidos lograron lo suyo. Colombia hizo gala de su especial atención a la educación. Honduras y Guatemala sembraron un paso histórico comercial en el Continente. ¿Y Venezuela?. Venezuela fue a resguardar sus “conquistas” de las últimas Cumbres: quedar fuera de contexto.

La representación gubernamental olvidó que había una agenda, para muchos de paz y de conciliación; para otros, de oportunidad para ofrecer a sus países como destino seguro y confiable para las inversiones y el riesgo financiero internacional. Prefirió montarse en la “guagua” del Siglo XIX y darle la espalda a los trenes de última generación con los que un buen número de países latinoamericanos surcan las oportunidades del siglo XXI. Definitivamente, no entendió que el discurso antinorteamericano de los sesenta, el mismo que se construyó con el ascenso de la más añeja tiranía regional de la región -y quizás del mundo-la cubana, ya fastidia, cansa, aburre.

Que el mismo llantén falsamente ideológico, interesadamente antidemocrático lo repitan los jinetes de Bolivia, Argentina, Ecuador, en nada ayuda a Venezuela. Y más cuando esos tres “aliados” están bien económicamente, porque, entre otras cosas, supieron hacer buen uso de los aportes y ayuda que recibieron de Venezuela, sin que hoy dejen de estar claros en que su dispensador de fondos de ayer, sencillamente, es un mercado más, otro importador  al que hay que cobrarle fondos contantes y sonantes. Después de todo, “chulear” no es delito y más cuando se produce con alguien que siempre está dispuesto a dejarse “chulear”.

Cubierta la fase de la tensión prepanameña, ahora se ha retomado la vocinglería antiempresarial, la gritería antiespañola y la búsqueda entre las sombras de útiles culpables de que la escasez y el desabastecimiento insistan en apuntalar su reinado, mientras se caen a codazos con una inflación que no tiene piedad con nadie. Es decir, la “dormidera” está de vacaciones momentáneamente, porque el caldo (la sopa) político se ha puesto morado y hasta se cree que se descompuso, que está “piche”. Se hizo incomible, peligrosamente digerible

La descomposición política  y la forma como se trata de adecuar para el consumo humano, sin embargo, le están haciendo un daño insuperable a los tímidos intentos de evitar que el desabastecimiento se proyecte en las dimensiones que se espera. Se anuncian acuerdos. Se ofrecen financiamientos. Se garantizan precios rentables a los productores. Sin embargo, los fondos no aparecen y son sustituidos con diferimientos de entrega que asustan.

Palabras amenazantes no estimulan riesgos financieros, como carencia de dólares pueden garantizar abundancias importadas. Como si fuera poco, el ir y venir con un sistema cambiario cuya utilidad sólo se percibe para los pagos de intereses de la deuda soberana, mientras se muestra reacio ante los requerimientos de los ciudadanos que producen, la impresión que se proyecta ahora es la de que mientras se le trata de hacer frente a los llamados “raspacupos”, el país naufraga en un ambiente de “raspaollas”. 

El pueblo venezolano ha dado demostraciones de paciencia, de tolerancia extrema y hasta de un inquietante acostumbramiento a esperar por soluciones que no aparecen. El hambre y la inseguridad, mientras tanto, amenazan con llevar al país a una peligrosa e indeseable explosión social.

0ficialistas y opositores democráticos, entonces,  tienen ante sí un mudo mandato de hacerle frente a las causas que conducen a la difícil y compleja situación que vive el país. No es posible ni explicable que el petroestado venezolano que pasó casi  diez años vendiendo su producto de exportación  a $100 el barril en promedio, haya dilapidado tan enorme fortuna,  y que hoy esté arruinado. Pero es la realidad. Es la verdad que vive Venezuela, y la cual ya es inocultable con gritos, amenazas, “cadenas” y condecoraciones  por guerras fantasmas. Urgen decisiones. El país clama por soluciones. 


El  Comunismo no sirve. La historia de los países en donde se le impuso describe que esas naciones terminaron en ruinas. Venezuela transita por el mismo camino y la ruina muestra su fea cara y los efectos dañinos que provoca en el sistema de vida de los ciudadanos.

Llegó el momento de demostrar el sentido de pertenencia de cada venezolano.  ¡Basta de regaladera de dinero dentro y fuera del país¡. Hay que mirar para adentro, de iluminar la casa donde se vive. ¡No más controles de cambio y de precios¡. ¡Sí a la unificación monetaria¡. ¿Por qué descartar la posibilidad de ir a una dolarización, cuando es evidente que el Bolívar dejó de ser una moneda útil para todo y que hoy no sirve para nada?. Es cuasicriminal someter a los trabajadores venezolanos a vivir de salarios que sólo alimentan un espejismo monetario. No es posible que un obrero en USA gane un salario mínimo $ 64 diarios y que un venezolano gane la miseria de $ 0,80.

Hay que dignificar los salarios, y eso sólo es posible en y con una economía que goce de autonomía para crecer, expandirse y tener la opción a una renta distinta a la que fijan los policías de precios. Hay que dejar que la economía funcione. Hay que  dejar que el capital y la empresa privada hagan su trabajo, supeditados a la obligación de cumplir con la norma que determine le lógica económica, y no la visión ideológica influenciada por la farsa política del populismo.

También hay que abrirle espacio al imperio de la ley. Delinquir y la delincuencia, definitivamente, no pueden seguir siendo el “sello” que honre a una forma de gobernar. Quien delinque, debe ser investigado y castigado, cuando se le compruebe su delito y se defienda con base en un proceso legal que no se defina y administre en cenáculos partidistas. ¿Qué sucede en Venezuela con la corrupción, que pareciera haberse convertido en otra forma legítima de vida?. El país no puede avanzar mientras aquel que trabaja y produce es un delincuente, y el que roba es exhibido casi como héroe nacional.

Educación de calidad. Salud de calidad. Servicios públicos de calidad.  Seguridad de calidad tienen que dejar de ser un objetivo aparentemente imposible en Venezuela. No es posible que aquellos que reniegan de la privatización, porque la médula mercantilista del sistema castiga al ciudadano, sean los mismos que avanzan de espaldas ante los escombros que va dejando un mal desempeño administrativo desde las instancias gubernamentales, a la vez que obligan al ciudadano a pagar lo que sea para poder sobrevivir y vivir.

El Gobierno tiene que cumplir con su obligación de gobernar, y de hacerlo con eficiencia, probidad, transparencia y honradez, y con resultados satisfactorios que honren su justificado funcionamiento. El Estado tiene que dejar de ser patrimonio de aventureros  de la política, y no insistir en su empeño de ser empresario para justificar la codicia de unos pocos que se empeñan en vivir del lucro no producido con trabajo.

Desde luego, si los oficialistas decentes y los opositores decentes no entienden que ese es el reto de la política, de los políticos y de la propia ciudadanía comprometida con la urgencia de impedir que Venezuela siga siendo terreno fértil y fácil  para la vagancia, el delito y la mentira, entonces, es muy probable que siga siendo inevitable  seguir viendo al país en otra Cumbre de Las Américas negándose a sí misma. Y seguir montada en un proceso inacabable de “dormidera”, salpicada por los residuos del consumo de caldo morado y maloliente. 

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan

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