jueves, 16 de abril de 2015

DANIEL ALBORNOZ, SILENCIO… LA MONTAÑA VA A DAR A LUZ, Y APENAS NACE UN RIDÍCULO RATÓN.

Venezuela y EEUU, asuntos de política doméstica y magnificación.

Salvo para los conocedores de la fábula horaciana del parto de los montes, el título de este escrito necesita explicación. Por supuesto, la explicación de la mano de un buen exemplum del discurso político norteamericano y venezolano del momento, para además comprender que los alcances de la fábula horaciana trascienden la literatura y los podemos palpar hasta en los constantes discursos de política doméstica de Venezuela y Estados Unidos,  así como en sus relaciones bilaterales.

La mejor muestra de la magnificación de los hechos lo constituye la euforia desatada a partir de  la orden de Obama de que se apliquen sanciones con las que se congela e inhabilita a algunos funcionarios venezolanos, principalmente militares, con bienes en EEUU, así como considerar que Venezuela constituye una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad interna y la política exterior.

Dentro del gobierno estadounidense no ha habido mayor revuelo por esta medida, pero no deja de ser sintomático que esta se haya tomado justo ahora cuando el país ha reanudado las relaciones diplomáticas con Cuba, el principal aliado del gobierno venezolano. La apertura de relaciones con Cuba tiene un precio político para el gobierno norteamericano; es evidente que a la mayor parte del sector votante latinoamericano no le ha simpatizado la medida y lo consideran una negociación que obedece a intereses económicos de grandes trasnacionales que invertirían en Cuba, dejando de lado una serie de asuntos relativos a los derechos humanos.

Esa lectura del sector anticastrista tiene plena validez, pero también hay que considerar que la estratégica apertura hacia Cuba por parte de EEUU puede obedecer a salvaguardar la imagen del gobierno ante otros sectores de la vida política nacional.

En efecto, un gobierno que tiene tantos frentes abiertos en el mundo entero necesita mostrarse como generoso y flexible donde y cuando sea preciso para sostener con argumentos morales los frentes más importantes.

En ese sentido, ya Cuba no es un frente importante para los Estados Unidos, tal como sí lo fue durante la Guerra fría, pero el sector anticastrista sí que sigue siendo una fracción importante a la hora de conseguir votos y sostener la imagen política.

Ese fragmento de la vida política norteamericana manifestaba radicalmente su descontento con la política de apertura diplomática y económica con Cuba, por lo que para recuperarlo era necesario algo que los volviese a enganchar con la imagen del gobierno que vigila por los derechos humanos del orbe.

Es entonces que el caso de Venezuela le ha caído como anillo al dedo. Solo tomar unas pequeñas medidas de sanción a siete funcionarios venezolanos, y declarar a Venezuela como un país que pone en riesgo la seguridad nacional, le ha creado la imagen de seguir siendo el gobierno que vigila por la democracia y los derechos humanos de los países de la región, sin necesidad de tomar ninguna medida realmente significativa.

No obstante, la reacción por parte de Venezuela, probablemente ya calculada por los Estados Unidos, haría de una pequeña medida un escándalo de grandes dimensiones bajo el pretexto de que se trata de una intervención foránea en los asuntos internos venezolanos, así como una amenaza de invasión militar.

Despertar la reacción exagerada de los radicales es una empresa fácil. El gobierno venezolano atraviesa un momento de dura crisis económica, principalmente por la inflación, una enorme escasez de alimentos y productos básicos, a la par de múltiples denuncias de corrupción, lo que ha conducido durante el último año a una caída descomunal en la popularidad del gobierno.

Todo esto con la cercanía de un proceso electoral legislativo. Si bien es cierto que el gobierno norteamericano saca provecho en política interna de las medidas que toma respecto del gobierno de Venezuela, y de la propia reacción que estos asumen a dichas medidas, no es menos cierto que en Venezuela la medida ha servido al gobierno para llamar a una unidad nacional y, bajo la excusa de que defiende al país todo de una amenaza internacional, ha podido dejar de lado la explicación de la terrible crisis de escasez y la alta inflación que afecta al país. Los anuncios de la Casa Blanca estadounidenses han ofrecido una nueva agenda a la política nacional venezolana para dejar de lado sus verdaderos problemas. En este sentido, las medidas de Washington han hecho un magro favor a la oposición venezolana que ha visto desplazados de la primera plana sus reclamos ante la ineficiencia económica y la corrupción.

Sea como sea, no pareciera que al gobierno de los Estados Unidos le importara la política interna venezolana más que su propia imagen, ni que el gobierno de Venezuela estuviera realmente preocupado por una invasión militar estadounidense, pues es realmente poco creíble, pero cada uno ha sabido sacar provecho del otro haciendo un escándalo donde no es meritorio, pero es rentable políticamente hablando. Cada quien ha anunciado ruidosamente que la montaña va a dar a luz, pero hasta ahora el hijo de la inmensa montaña no pasa de ser el muy minúsculo ratoncito.

Víctor Daniel Albornoz
albornozdan@gmail.com
@albornozdan

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