Algunos individuos se apuran en tratar de
buscar semejanzas con Stalin, el hombre que con mano dura dirigió por casi
treinta años los destinos políticos de la Unión Soviética y cuyo legado aún
ensombrece la historia de Rusia y de buena parte de Europa y el mundo que aún
recuerda con desprecio la crueldad a la que el secretario general del Partido
Comunista de su país recurrió con tal de mantener el poder.
Fue ejecutor de un perverso culto a la
personalidad y de una política económica que se dedicó a confiscar tierras en
todo el país, haciendo que la producción de rubros disminuyera notablemente y
que la escasez se volviera una realidad. Sin embargo, esto no impidió que
arreciara la persecución hacia cualquier asomo de disidencia, incluso hacia
personas que anteriormente habían estado cerca al gobernante.
En este tipo de regímenes hay un macabro
sistema de delación que además de inmiscuirse en la vida íntima de los
ciudadanos, presiona a los detenidos para tejer conspiraciones que resultan
extremadamente fantasiosas y el líder habla de manera frecuente, a través de
los medios de comunicación y en asambleas y actos, buscando exacerbar el
nacionalismo y reafirmando su lealtad.
Uno de los que se ufanaba en parecerse a
Stalin implementó un sistema basado en la división social y en agravar las diferencias
presentes en su país, agregándole que constantemente dibujaba una atmósfera en
la que un enemigo externo, bien sea Estados Unidos o un país vecino, es una
amenaza que exige estar vigilantes. Además, se hizo costumbre hablar de la
libertad y la justicia en otros países, mientras que en el propio las
condiciones para la práctica de la política resultaban precarias.
No hace falta tener un bigote poblado o una
sonrisa tétrica para parecerse a Stalin. De hecho, Enver Hoxha, de quien
estamos hablando y que gobernó Albania durante muchos años, puede considerarse
un promotor del gobierno estalinista para su país. La persecución a la
religión, el discurso nacionalista, la admiración por China y la actitud
desafiante hacia la vecina Yugoslavia hicieron de este dictador el dueño
absoluto de su país y sumieron a Albania en un falso mito de modelo ideal. Los
hombres como Hoxha, con o sin bigote, pueden parecerse mucho a Stalin.
Luis D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva
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