Venezuela está
en malas manos.
Quienes toman las decisiones económicas han reducido al país a
la penosa situación de importar hasta papel sanitario.
Cada día cierran
empresas y aumenta la incertidumbre. La administración de los servicios
públicos es de una precariedad vergonzosa: ciudades a oscuras, llenas de
basura, transporte público insuficiente y de pésima calidad.
Los canales
regulares no funcionan y los ciudadanos han tomado las calles para demandar atención
de los organismos públicos. La respuesta ha sido represión y violencia por
parte de las autoridades.
Todo ese cuadro
ha generado un intenso debate desde diversos frentes de la sociedad. Gremios,
sindicatos, asociaciones de productores, centros de estudiantes, partidos
políticos, empresarios organizados, páginas de opinión, ciudadanos en la plaza
pública, en todos esos escenarios los venezolanos discutimos nuestros problemas
y asomamos soluciones.
Sin embargo, el
sistema político que a golpes y porrazos se ha ido imponiendo en Venezuela no
permite que esas propuestas circulen entre las instituciones encargadas de
procesarlas y ponerlas en práctica. Estamos ante un gobierno cerrado, blindado,
que sólo se oye a sí mismo.
Ese aislamiento oficialista coincide con un sistema de partidos también aislado de las comunidades, de las fincas, de las fábricas y universidades, de los sindicatos y los colegios profesionales. Tampoco los miles de activistas que sirven de soporte a los partidos políticos tienen entrada al exclusivo círculo de la toma de decisiones.
Un reducido
número de directivos de algunos partidos políticos se arreglan para definir
estrategias que han logrado posicionar ante la opinión pública como las de “la
oposición” y en la acera de enfrente cuatro o cinco militares que junto con
Maduro conducen el gobierno, se presentan como los albaceas del pensamiento y
obra de Chávez.
Esta faja que
le han impuesto al país esos dos pequeños anillos de poder mantiene comprimidos
mensajes, propuestas, soluciones y discursos a los que se les dificulta llegar
a los ciudadanos porque la cultura de la polarización los penaliza.
De un lado, se
consideran antipatriotas los simpatizantes del chavismo que no se rindan ante
los antojos de la cúpula de Maduro. Del otro lado, a quienes están en
desacuerdo con los arreglos privados de tres o cuatro directivos de partidos
para colocar a sus allegados, se les difama como vendidos al gobierno o se les acusa
de divisionistas y culpables de derrotas por venir.
Este sistema de
chantajes para silencias las libres voces del pueblo ya no da para más. Los
cogollos están en evidencia. No sirven. Sólo han logrado distanciar a los
dirigentes de sus bases y ponerlos de rodilla ante los dueños de postulaciones
y otras prebendas. Es un sistema podrido con el que hay que acabar.
Llamo a los
ciudadanos a reunirse en asambleas, a
congregarse en las plazas y manifestar sus preferencias, a consultarse por
diversos medios y establecer sus propias estrategias. Miles de activistas de
los partidos que hoy no son oídos deben hacer valer sus voces. Millones de
independientes deben hacerse presentes y hablar por Venezuela.
No perdamos más
tiempo y consultemos a los ciudadanos para postular a los candidatos a
diputados a la Asamblea Nacional que mañana como Diputados defiendan y
propongan las tesis que en las asambleas de ciudadanos, en las universidades,
en los sindicatos y en la calle se han venido discutiendo. Defendamos al pueblo
con sus propias voces y herramientas. ¡Ya basta de cogollos!
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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